martes, 10 de noviembre de 2009

Restos del otoño

Mis últimas escapadas a los hayedos próximos a Madrid (Pedrosa y Tejera Negra) no habían sido todo lo fructíferas que yo esperaba. La tan ansiada niebla no había hecho acto de presencia y no quería despedirme del otoño sin ella. Un tiempo borrascoso me propició una última oportunidad y en hora y media de viaje dejaba el coche aparcado al borde de la carretera a los pies del sendero que se incursiona en el pequeño hayedo de la Pedrosa. El tiempo era fantástico para mis objetivos, porque las nubes bajas eran las auténticas protagonistas y como compañeros el viento, el frío, la lluvia y las primeras nieves cubriendo la tupida alfombra de hojas. Pero el otoño prácticamente ya se había despedido. Únicamente restos aislados de color recordaban el fantástico espectáculo que debió ser el lugar hacía pocas semanas.

La niebla cambia radicalmente un paisaje, simplificando el caos reinante de formas, líneas y texturas pero no por ello se hace más sencilla la tarea del fotógrafo en su ansiada búsqueda de composiciones limpias y con un mensaje claro.

Tengo que decir que me costó un enorme de esfuerzo empezar a ver posibles motivos a fotografiar y la labor se hacía más dura si cabe debido a las inclemencias meteorológicas. Soy de los que se pasan muchos minutos con el trípode en la misma posición jugando con diferentes encuadres, velocidades, diafragmas, etc. y cuando parecía que por fin algo me llamaba la atención descubría gotas de lluvia en la lente del objetivo, no cuento ya cuál era la situación cuando trataba de hacer uso de un degradado neutro. Será la falta de práctica en estas situaciones pero ese día reconozco que no iba cien por cien preparado. En poco tiempo todo lo que tenía para limpiar el equipo acabo empapado convirtiéndose la simple tarea de limpiar la lente el objetivo en una misión imposible. Desesperado tuve que regresar sobre mis pasos hasta el coche para buscar con qué limpiar los objetivos. Para la próxima vez tomo nota de llevar parasoles, toallitas en abundancia y si puede ser hasta algún artilugio para poder sujetar un paraguas sin hacer uso de las manos.

Cuando volví a sumergirme en el caótico mundo de formas retorcidas mi percepción de lo que podía funcionar o no se había afinado muchísimo más y veía posibilidades casi en cualquier rincón donde miraba. Volví a buscar unos troncos cuyas curvas sugerentes salpicadas por el color de sus hojas se me antojó que tenía posibilidades. Empecé haciendo encuadres más abiertos para ir cerrándolos hasta quedarme con lo que realmente me atraía eliminado de esta forma posibles distracciones:

Canon EOS 5D Mark II, EF70-200mm f/4L USM, trípode
0.05 s@f/8 ISO 800


Conseguí así una toma aparentemente sencilla en su ejecución. Aparentemente, porque varios fueron los obstáculos a superar. Hacía viento pero no tanto como para conseguir un movimiento de las hojas sugerente. Así que opté por una velocidad rápida. Pero tenía que llegar a un compromiso entre el ISO y el diafragma empleados. Si abría mucho el diafragma me quedaba sin profundidad de campo y tampoco quería hacer uso de sensibilidades muy altas. Al final 1/20 segundo a f/8 e ISO 800 fueron los valores de compromiso, pero con un coste: tuve que hacer varias tomas cambiando el punto de enfoque en diferentes partes de la composición para luego fusionarlas en PS. Para llevar esto a cabo nada mejor que hacer uso del Liveview de la cámara aumentando al máximo y enfocando en manual. Para la fusión probé con la característica de auto-blending focus del CS4 pero me destrozaba la imagen. No he llegado a probar aún otros programas como el Helicon Focus, porque lo que conseguí de forma manual me dejó bastante satisfecho.

Hacer fotos de detalles está bien pero quería llevarme a casa tomas que reflejaran el ambiente y carácter del lugar. A pocos metros de la foto anterior se me reveló la escena que buscaba. Un aislado brote de hojas otoñales como colgando de un hilo me llamó poderosamente la atención, pero no menos que el entorno donde se enmarcaban: unos trocos de formas carismáticas cubiertos de un musgo ancestral y salpicados por las primeras nieves daban la sensación de recibir al incauto espectador para adentrarle en un mundo de formas fantasmagóricas. Al mirar por el LCD (cada día soy más propenso a hacer uso del Liveview que a mirar por el visor) vi que aquella toma funcionaba.

Canon EOS 5D Mark II, EF24-105mm f/4L IS USM, trípode
0.5 s@f/13 ISO 400


Ya en casa poco procesamiento tuve que hacer a la foto, lo más destacable ha sido un enfoque por zonas para resaltar los árboles del primer plano y el musgo potenciando el efecto de tridimensionalidad que ya de por sí confiere la niebla.

Eran casi las tres de la tarde y no había probado bocado, satisfecho decidí que ya era hora de volver a coche y llevarme algo a la boca, pero a cada paso la siempre presente posibilidad de dar con una composición o motivo que se me hubiera pasado por alto me hacia detenerme y mirar 360 grados a mi alrededor. Cuando llegué al inicio del camino reparé en que los troncos de esta zona del hayedo tenían formas más solemnes en un espacio más abierto y despejado. No quise dar por terminada la jornada sin una toma más reflejando esta particularidad del lugar donde me hallaba, con la niebla siempre presente, como una musa inspiradora.

Canon EOS 5D Mark II, EF17-40mm f/4L USM, trípode
2 s @f/19 ISO 100

Michael Kenna en Hokkaido

Michael Kenna, Kussharo Lake Tree, Study 7, Kotan, Hokkaido, Japan (2007)

Cada día me resulta más difícil dar con algo que me inspire, que me de ideas y me empuje a salir a hacer fotos. Hoy me he topado con este vídeo de Michael Kenna, ¿qué puedo decir? me resulta de una exquisitez pasmosa. Su forma meditada de enfrentarse a un motivo en cierto modo no se me hace ajena. Creo que todos los paisajista trabajamos de forma parecida, fundiéndonos con el motivo a retratar para inmortalizar cualquier vislumbre de la magia que intuimos que tiene. El tiempo se detiene, el frío ni se siente ni se padece y el calor de la creación artística nos mantiene en un estado de bienestar casi espiritual.

¡Que lo disfrutéis!

miércoles, 28 de octubre de 2009

Sígueme en Twitter


Se puede decir que hoy me estreno oficialmente en Twitter. Este será el vehículo para dar a conocer de forma más asidua lo que hago y dejo de hacer, lo que me gusta y me disgusta dentro del mundo de la fotografía. Allí nos vemos....

viernes, 23 de octubre de 2009

Fotografiando el otoño en Pedrosa y Tejera Negra

Como cada año por estas fechas el otoño viste de colorido el paisaje y no hay fotógrafo de naturaleza que se resista a sus encantos. Quehaceres familiares no me han permitido una escapada como me hubiera gustado al norte del país, donde los hayedos muestran mejores trajes de gala. No obstante, ha sido la excusa perfecta para acercarme a dos hayedos cercanos en provincias limítrofes a Madrid que no visitaba desde hacía muchos años: El hayedo de la Pedrosa, en Segovia, y el Parque Natural del Hayedo de Tejera Negra en Guadalajara. Su situación tan meridional los hace muy singulares pero por estar en el límite de su zona de influencia las hayas no tienen el porte y las dimensiones que alcanzan en zonas más septentrionales como Pirineos.

He tenido ocasión de fotografiar estos hayedos y en concreto el de Tejera Negra, dos días con condiciones medioambientales bien distintas (despejado y cubierto) y desde dos perspectivas también distintas (perspectiva aérea y dentro del hayedo). Es curioso que sintiendo más atracción por visitar los hayedos durante días cubiertos y lluviosos me siento más satisfecho con las fotos que hice el primer día con cielos despejados.

En mi web tenéis una selección de las fotos que hice.

En la primera escapada mi intención era la de fotografíar el otoño en el valle del río Zarzas con las luces del amanecer. Para ello tenía que recorrer kilómetro y medio hasta la Tiñosa (1935m) en plena noche con la ayuda del GPS sin la experiencia previa de haberlo visitado antes. Como era lógico llegué muy justo de tiempo para buscar una composición que me gustase y perdí la ocasión. No obstante, el otoño ya había moteado de color el valle y se prestaba muy bien retratar detalles del mismo con el 70-200. Haciendo de parasol con la mano conseguí una de las mejores fotos de aquella jornada:

Canon EOS 5D Mark II, EF70-200mm f/4L USM, Polarizador, trípode
1,5s@f/19 ISO 100

Seguramente repita la excursión en invierno pues la ruta se presta muy bien a unas raquetas y este mismo encuadre del valle recién nevado puede resultar muy atractivo.

De regreso hice una incursión por el hayedo de la Pedrosa, aún en sombra en algunas zonas, lo que favorecía la toma de algunas fotos pues el rango dinámico no era excesivo, pero muy seco por la ausencia prolongada de lluvias. Había zonas de auténtica explosión otoñal, pero resulta tan difícil componer en el interior de un bosque, más si es tan pequeño como este, que la mayoría de las veces resulta frustrante. La niebla es el único factor meteorológico que ayuda a mitigar ese caos de formas, líneas y texturas superpuestas, pero era algo con lo que ese día no contaba. De hecho la cosa podía empeorar si el sol comenzaba a asomar.

Como fotógrafo de naturaleza uno tiene que ver más allá de lo evidente y situarse en otro plano mental y creativo si quiere producir algo medianamente artístico. No buscaba, pues, una foto que representara el entorno en el que me encontraba, como el 90% de las personas que por allí han pasado seguro que han hecho. No, mi mente se hallaba receptiva a cualquier matiz sugerente de formas singulares y contrastes de colores y texturas. Simplemente buscaba algo que me hablase (en este enlace podéis leer un inspirador artículo del fotógrafo Ian Plant sobre cómo plantear una fotografía creativa de paisaje esforzándose por huir de lo evidente). Así fue como me topé con unos troncos cuya monocromía resaltaba sobre el juego de texturas verdes, amarillas y naranjas, con el complemento ideal y que realmente fue lo que me hizo ver que podía haber posibilidades de foto: como telón de fondo la pared aún a la sombra de un pequeño risco que sabía aportaría una tonalidad azulada que complementaría el colorido de la escena. Entre lo abrupto del lugar y la búsqueda de una composición agradable prácticamente sólo me dió tiempo a hacer una foto antes de que el sol asomase impactando de lleno en el objetivo con el consiguiente flare y pérdida absoluta de calidad. Fui buscando otros encuadres en los que trataba de ocultar el sol tras la roca pero ya eran otras composiciones...

Canon EOS 5D Mark II, EF70-200mm f/4L USM, Polarizador, trípode
2s@f/16 ISO 100


El procesado de la foto tiene sus peculiaridades paro resaltar los troncos y crear cierto ambiente místico. Quién quiera saber los detalles no tiene más que comentármelo.

La jornada había llegado a su fin y me había quedado con ganas de pisar un hayedo un típico día gris y lluvioso de otoño. Así que ni corto ni perezoso arreglé las cosas para poder hacer una visita al hayedo de Tejera Negra entre semana aprovechando la borrasca que teníamos en el centro de la península.

La visita en días laborables es la única forma de tener opciones de poder recorrerlo sin reserva previa dejando el coche en el parking, huyendo, además, de las multitudes que suelen asolar el parque natural durante los fines de semana de otoño.

Al final, las fotos que me traje me gustan menos que las del primer día pero el recuerdo que tengo de pisar la alfrombra de hojas mojadas, el ruido de las hojas mecidas por el viento y el descubrir en soledad pequeños rincones donde la luz dorada que se filtra a través de las hojas otorga una magia única al lugar, que difícilmente se me borrara en mucho tiempo.

Cuando las fotos no llaman a tu puerta siempre queda la experiencia vivida que muchas veces es más intensa y perdurará más en el tiempo que cualquier retrato que nos llevemos casa.

Canon EOS 5D Mark II, EF17-40mm f/4L USM, Polarizador, trípode
10s@f/16 ISO 100

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Costa Quebrada

Con este nombre "Costa Quebrada" es como se conoce la zona del litoral Cántabro al oeste de Santander que se extiende desde la Isla de la Virgen del Mar hasta la punta de Somocuevas. En poco más de 5 kilómetros es posible encontrar una gran diversidad de accidentes geológicos (playas salvajes, islotes o " urros ", tómbolos, istmos y acantilados) lo que confiere a esta zona un valor paisajístico excepcional. Todas estas formas litorales son la reminiscencia del antiguo litoral costero que se formó hace unos 100 millones de años durante el Cretácico.

Este era el lugar de destino elegido para pasar una semana de vacaciones, merecida, por otra parte, tras pasar un mes dentro de las mismas cuatro paredes con motivo del nacimiento de mi hija Lucía.

Tenía claro que irse de vacaciones con un niño a punto de cumplir los tres años y una niña con un mes recién cumplido no me iba a dejar mucho tiempo para la fotografía de paisaje tal y como la concibo y me gusta disfrutar: en soledad y concentración al cien por cien. Sólo tendría opción de los amaneceres y como no tenía ni idea de cómo iban a transcurrir las noches con la niña tenía claro que el alojamiento no debía estar muy alejado de la zona a fotografiar. Finalmente después de mucho mirar localicé una apartamento, precisamente no tirado de precio, que en 10 minutos andando me ponía en pleno centro de la Costa Quebrada, y en 5 minutos en coche me llevaba a otros enclaves de la misma costa algo más alejados para ir a pié.

Como suele ser costumbre tenía estudiado las horas y ángulo de salida del sol. En este sentido encontré muy interesante el programa "The Photographer's Ephemeris" que haciendo uso de Google Maps te traza directamente la líneas de salida y puesta de sol, y también para la luna. El programa permite hacer más cosas pero para descubrirlo os invito a que os lo instaléis y juguéis con él. La documentación está en ingles pero aún así es una herramienta que considero bastante útil.

De las siete mañanas posibles el tiempo y los quehaceres familiares sólo me permitieron salir cuatro, que no está nada mal. El mismo día de la llegada me di una vuelta con mi hijo por la zona de acantilados próxima al apartamento sobre la playa de Portio para familiarizarme con el camino que tendría que seguir a la luz del crepúsculo a la mañana siguiente.

Amaneció y mientras caminaba por el sendero por mi cabeza paseaban las distintas fotografías y encuadres que había visto por Internet mientras preparaba el viaje en casa. Algunas eran buenas, otras no tanto y las menos, como las de Asier Castro, excepcionales. Era difícil eliminar estas imágenes de mi cabeza y no verse obligado a buscar encuadres ya descubiertos por otros.

El día amaneció totalmente despejado y una franja anaranjada se levantaba sobre el horizonte allá donde la línea de costa se perdía en la distancia. Una primera toma con las moles de piedra a contraluz se me antojó complicada y de poco atractivo estético, así que la dejé pasar para mejor ocasión. Mientras andaba en dirección este sobre una delgada senda al filo del acantilado las moles de piedra iban cambiando de forma pero aún había muy poca luz para intentar siquiera sacar la cámara. La neblina sobre el horizonte amortiguó algo los primeros rayos de sol mientras estudiaba composiciones enmarcando uno de los urros más llamativos de la zona y que desde la primera vez que lo vi retratado había sentido un magnetismo especial hacia él.

Como sabía que sólo iba a poder retratarlo con la luz del amanecer tenía claro, por la orientación del sol, que una foto curiosa sería aquella en la que los primeros rayos incidiesen sobre el urro con su luz cálida. Con esa imagen en mi cabeza salí de Madrid y justo en esos momentos se hacía realidad.

Urros, Costa quebrada, Cantabria
Canon EOS 5D Mark II, EF24-105mm f/4L IS USM, densidad Neutra -3, polarizador, trípode
8s @ f/19 ISO 100

Más que tratar de reflejar la fuerza del mar y un aspecto realista del mismo quería conseguir una ambientación más mística y para ello hice uso de un filtro de densidad neutra de 3 pasos que mostrara un aspecto más sedoso del mar y un polarizador para oscurecer y saturar el azul del océano. Quería una toma sencilla con el mínimo de distracciones y por eso decidí no sacar la línea del horizonte. Después de varias tomas me dí cuenta que un toque de originalidad lo tendría si lograba una toma en la que hubiera una cantidad importante de espuma entorno a las rocas como si enmarcaran dicho monumento pétreo. Al final conseguí lo que quería, una toma sencilla de unas formaciones rocosas muy impactantes por sí solas, que combina las tonalidades azules del mar con los cálidos del sol reflejado en una ambientación un tanto alejada de la realidad y de lo que los ojos ven a simple vista. Esta foto quizás tenga un lugar reservado en alguna pared de casa...

No quería irme sin probar alguna composición con algún elemento en primer plano y busca que te busca encontré varias plantas entre las rocas cuyo color verde armonizaba muy bien con el resto de colores de la escena. Al final di con una cuya forma se ajustaba muy bien con el encuadre que buscaba guiando la vista desde una de las esquinas hasta la esquina opuesta donde situé a los urros. Tuve de nuevo la suerte de que el sol empezó a dar sobre la roca y las plantas y sus tonos cálidos de nuevo aportan un toque de color que hacen que la foto tenga algo especial.

Urros, Costa quebrada, Cantabria
Canon EOS 5D Mark II, EF24-105mm f/4L IS USM, densidad Neutra -3, polarizador, trípode
8s @ f/19 ISO 100



A mi regreso el sol estaba incidiendo sobre los monolitos rocosos que había dejado pasar durante el crepúsculo. Ahora sí que valía la pena dedicarle unos minutos. Hice bastantes tomas con diferentes encuadres pero ya en casa compruebo que ninguna me satisface lo suficiente.

Para el siguiente día el pronóstico era de cielos cubiertos y lluvia por lo que decidí no salir y recuperar, si era posible, algo de sueño. Efectivamente, cuando me levanté, a una hora no tan intempestiva, llovía incesantemente y la visibilidad dejaba mucho que desear. Para el tercer día se anunciaban nubes al principio de la mañana pero sin lluvia, así que el madrugón era obligado.

El sitio elegido y las posibilidades que tenía las había visto ya en una foto y tenía bastante claro cómo llegar. Cinco minutos de coche y otros cinco andando me situaron donde yo quería. La vista era fantástica y un cielo cubierto se cernía sobre mi cabeza. No obstante tenía la esperanza de que algún rayo de sol se escapase y pintase ese dramático cielo. Como en la última salida, quería seguir experimentando con velocidades lentas para dar un toque de irrealidad al mar. Colocado el trípode y seleccionado el encuadre comencé a probar con diferentes velocidades. Las fotos no me disgustaban pero quería algo más. El sol iba subiendo por encima del horizonte y no se dejaba ver cubierto por el manto espeso de nubes. De repente las nubes empezaron a adquirir unas suaves tonalidades malvas que al hacer uso del filtro degradado neutro se potenciaban. Esta capacidad de saturar algo más los colores es una de las principales razones por las que aún sigo primando el uso de estos filtros degradados frente a técnicas como el HDR o el degradado neutro digital. Eso no quita que cuando sea necesario haga uso de ellas, pero hoy por hoy cada técnica tiene un hueco específico en mi fotografía. Lo inteligente es saber cuándo hay que hacer uso de ellas e incluso cuándo combinarlas.

El resultado era espectacular combinado con la velocidad lenta de veinte segundos que me proporcionaba el filtro neutro. Pero incluso con el 17-40 no abarcaba toda la extensión de cielo que quería incluir en el encuadre. Así que opté por ensayar diferentes tomas para luego montar una panorámica. Primero probé en vertical pero lo que mejor resultado me dio fue hacer varias tomas horizontales que luego uní en tiempo de post-procesado con PS. La foto obtenida podría imprimirse a tamaño 70cm x 70cm a 200ppp.


Costa Quebrada, Playa de Somocuevas
Canon EOS 5D Mark II, Canon EF17-40mm f/4L USM, degradado Neutro -2 Hard, densidad Neutra -3, polarizador, trípode
20s @ f/19 ISO 200
Panorámica de tres fotos horizontales

La jornada fotográfica había concluido prácticamente. Como aún era pronto decidí coger el coche y acercarme hasta la playa de Arnía a menos de 10 minutos de donde me encontraba con el fin familiarizarme con la zona para el día siguiente. La búsqueda de encuadres que me satisficieran no fue muy fructífera a excepción de una zona que hasta no estar metido en harina no terminaría de saber si funcionaría o no. El acceso a la playa se hace a pie a través de una pista asfaltada en pocos minutos. Es una playa de arena y sólo el extremo izquierdo presenta formaciones rocosas con algo de gracia. El atractivo de esta playa, desde el punto de vista paisajístico, lo proporciona el islote conocido como Isla del Castro a 500 metros de la orilla. Así que éste tenía que ser indiscutiblemente parte protagonista de las fotografías.

Llegó el día siguiente, tercera salida y cuarto día de mi estancia por tierras cántabras. En diez minutos tras salir del apartamento ya sentía la arena de la playa de Arnía bajo mis pies. El cielo estaba totalmente despejado lo que no me agradaba demasiado. La búsqueda de encuadres me ataban irremisiblemente a dos rocas que hacían las veces de líneas de fuga hacia la Isla del Castro. De todos los puntos de vista que probé sólo uno me decía algo pero el cielo raso restaba puntos a la toma y la composición con filtros degradados se hacía extremadamente compleja por lo irregular del perfil. Hice muchas tomas, primero con ISOs bajos, para pasar a probar con ISOs más altos. Tenía claro que lo que daría fuerza a la foto sería alguna ola al penetrar entre las dos rocas. Un diafragma cerrado casi a tope para maximizar la profundidad de campo y la poca luz reinante me obligaban a disparar con ISO 1600 si quería utilizar velocidades por debajo del segundo para congelar el movimiento del agua. Probé con filtros degradados, hice varias tomas sin ellos para luego hacer un HDR y desde luego hice muchos intentos hasta congelar la estela de agua como yo quería. Al final lo conseguí pero no terminé de estar del todo contento con la foto. Los minutos posteriores, ya con un sol más elevado, me dediqué a recorrer la zona y a hacer alguna que otra toma pero sin mucho éxito. El día estaba echado y era hora de tocar retirada y marcharse a desayunar con la familia.

Durante el post-procesado hice pruebas con el HDR pero el resultado se mostraba algo artificial. Cogí uno de los RAWs que hice con un buen balance de exposición. El ruido a ISO 1600 era bastante aceptable. Con la 40D que tenía antes esta foto hubiera ido directamente a la basura. tras unos ajustes en Lightroom conseguí un primer revelado muy aceptable y con el que estaba contento, sacando detalles en las sombras y colorido en el cielo. El procesado en Photoshop terminó de rematar la foto combinándola con la toma HDR generada como una capa más y jugando con máscaras para seleccionar distintas zonas de una capa u otra donde fuera necesario.

La foto una vez procesada, al final, me convence tanto en composición como en estética con la estela de agua imprimiendo dinamismo a la toma y resultando un poderoso primer plano. El cielo, aunque sin nubes, tiene su atractivo por la gradación de colores con origen en la Isla del Castro. Si tengo que poner un pero a la toma quizás sería lo justo que la veo por abajo.


Atrapada, Playa de Arnía, Cantabria
Canon EOS 5D Mark II, EF17-40mm f/4L USM, degradado Neutro Inverso -3, polarizador, trípode
0.7s @ f/19 ISO 1600


Los dos días siguientes, uno por planificación familiar y otro por lluvias, no tuve opción de escaparme, pero cuando ya casi me había mentalizado de que no habría más ocasiones de salir, el parte meteorológico para el último día no anunciaba lluvias y únicamente cielos cubiertos durante las primeras horas del día. Ideal para un último intento.

El día anterior, en una tregua que nos dio la meteorología, recorrí en compañía de la familia los caminos que dan a los acantilados próximos a la playa de Arnía. La vista era espectacular y decidí que ese sería en principio el sitio elegido para el último día. Pero una vez aparqué el coche y comencé a andar pensé que la foto que obtendría sería muy parecida en estilo a la del segundo día, y tenía clavada la espinita de no haber retratado los monolitos de roca que el primer día aparecían a contraluz. Con cielos cubiertos la luz es muy difusa y estimé que era ideal para retratarlos sin el problema del contraluz. Así que sobre la marcha cambié de planes y desandando lo andado me dirigí en dirección contraria. Una vez llegué al sitio que tenía en mente el cielo seguía cubierto pero empezaba a adquirir unas tonalidades rosáceas que me recordaban a las del segundo día. Rápidamente monté todo el tinglado, hice un par de fotos cuya luz era fuera de lo común por las tonalidades malvas que adquiría todo el paisaje, pero por las prisas la composición elegida dejaba mucho que desear. Además la velocidad lenta que utilicé restaba personalidad a la toma. En el tiempo que tardé en buscar un encuadre que me satisficiera la luz se había ido y sólo queda un cielo mortecino y una luz de lo mas común. No obstante me empeñé en seguir haciendo fotos variando muy ligeramente el encuadre. El mar estaba más salvaje que los días anteriores y determiné que tenía que capturar la fuerza del mar y la explosión de las olas contra las rocas. Para ello probé con una velocidad algo por debajo del segundo que habitualmente suele dar buenos resultados. Como el encuadre elegido no demandaba una excesiva profundidad de campo, pues el primer plano me quedaba como a dos metros de distancia, determiné que f/13 e ISO200 serían un buen compromiso entre ruido de ISO y definición en las rocas más alejadas.

En el tiempo que estuve haciendo una foto tras otra comprobando como quedaban en el estupendo LCD de la 5D Mark II el sol se iba alzando cada vez más sobre un horizonte cubierto. De repente unos claros parecían querer abrirse. Yo seguía haciendo fotos con el filtro degradado inverso moviéndolo con la mano para tratar de minimizar al máximo su efecto sobre las rocas. Entonces comprobé en el LCD las maravillosas tonalidades anaranjadas que estaba proporcionando el cielo y que aportaban el toque justo de calidez a la toma. Me dijé que, o aprovechaba estos momentos o ya no habría más. Así que como el encuadre ya estaba determinado me empeñé en pillar una ola rompiendo sobre el monolito grande de la izquierda para poner la guinda a la foto.

Furia de Gigantes, Costa quebrada, Cantabria
Canon EOS 5D Mark II, EF17-40mm f/4L USM, degradado Neutro Inverso -3, polarizador, trípode
0.7s @ f/13 ISO 200

El post-procesado no ha sido complicado pero sí me he permitido la licencia de combinar dos fotos. Una de ellas es esencialmente la que se ve y de la otra he clonado la explosión de agua sobre la roca. Perfectamente podría haber utilizado una única foto, en la que aparece dicha explosión pero no me terminan de convencer tanto las texturas del agua como en esta que veis.

Aún tenía una hora por delante antes de volver al apartamento y no quería regresar a casa sin una foto de mis queridos urros, que retraté el primer día, esta vez en formato vertical. Eché a andar por la senda y en veinte minutos ya me encontraba frente a él. Sea por lo que fuere esta vez no me costó mucho encontrar una composición con la que sentí cómodo, a diferencia el primer día que, por más que lo intenté, no daba con ninguna.

Lo que me atrajo principalmente fue el colorido amarillento que salpicaba la roca del primer plano y como contrastaba con el azul del mar lo que proporcionaba un juego de contrastes especialmente atractivo. Por otra parte, la toma era sencilla, con pocas distracciones y eso siempre me gusta. El uso del un filtro degradado neutro de transición suave fue esencial para obtener unos azules intensos y un buen contraste en el extremo azul de la foto.

Urros enmarcados, Costa quebrada, Cantabria
Canon EOS 5D Mark II, EF24-105mm f/4L IS USM, degradado Neutro -3 Soft. polarizador, trípode
0.7s @ f/19 ISO 100

Al final el día salió mejor de lo esperado y la intuición, la espera y la paciencia dieron sus frutos.

En la siguiente imagen tenéis una vista global de la distribución de localizaciones de las fotos realizadas. Pinchando sobre la imagen la veréis ampliada y pinchando AQUÍ podéis acceder directamente al mapa en Google Maps.


Parte del éxito fotográfico de esta escapada fotográfica a Cantabria, con niños pequeños, se debe a una buena planificación antes del inicio del viaje. Una buena selección del alojamiento muy cercano al área a fotografiar fue clave, así como el estudio que hice en casa de las posibilidades fotográficas de la zona.

En este artículo tenéis una descripción de lo que aconteció en mi primera visita a Liencres también con niños pequeños.

lunes, 7 de septiembre de 2009

GDT European Wildlife Photographer of the Year 2009

Estas dos fotos que os presento han quedado finalistas en el prestigioso concurso alemán GDT European Wildlife Photographer of the Year 2009













Es la primera vez que me presentaba a este concurso y ha sido toda una alegría conocer la noticia que quiero compartir con todos vosotros.

jueves, 6 de agosto de 2009

Viaje a Vietnam. Un recorrido de Norte a Sur.

Un recorrido de No...
By Enrique Fernandez ...

Hoy he recibido de Blurb la copia del libro de fotografías del viaje a Vietnam que mi mujer y yo hicimos hace ya 4 años. La idea de un libro rondó en mi cabeza desde entonces, pero no fue hasta hace un mes que decí tomármelo en serio y lo que en su dia fue un proyecto hoy ya se ha hecho relidad.

Estoy muy satisfecho con el resultado y desde luego, ver y sentir las fotos impresas en un libro no tiene nada que ver con verlas en la pantalla del ordenador. Con mucha seguridad habrá más libros centrados en la fotografía de paisaje.


El libro se ha estructurado de forma que aprovecha al máximo la orientación vertical del mismo a la hora de mostrar las fotografías que contiene. La primera mitad está destinada a leerse en formato horizontal y la segunda mitad en orientación vertical. En las diferentes páginas se presenta un texto descriptivo de la fotografía a la que acompaña. En cada mitad del libro la secuencia de fotos sigue un orden cronológico con la fecha y lugar donde fueron tomadas.

Es mi deseo que este libro, aparte de ser un recuerdo personal, sea útil a todo aquel viajero y fotógrafo que se decida a visitar esta bella región del mundo.

Más información sobre cómo conseguir una copia del libro AQUÍ.


viernes, 17 de julio de 2009

Experiencias nocturnas

El miércoles, pues el martes tuve que hacer lo que dejé pendiente el día anterior, me propuse marchar hacia los embalses de la Barranca. Sacar una bella foto del atardecer no figuraba entre mis expectativas, principalmente porque no conocía el lugar, lo que es básico para maximizar las oportunidades. Pero también, porque ya hay magníficas fotos como las de Rafael Ferrando, perfecto conocedor de la zona y que parece que la magia del lugar y él se han hecho íntimos amigos. Hacer algo que hiciera justicia a esta zona del Guadarrama sería conseguir algo que compitiese en calidad expresiva con el trabajo de este magnífico fotógrafo y hacer eso el primer día, como que no.

Mis intenciones eran principalmente otras. Tenía ganas desde hace tiempo de probar hacer un rastro de estrellas entorno a la estrella polar. Para ello necesitaba que se reunieran tres condiciones: cielo totalmente despejado, poca contaminación lumínica y ausencia de luna durante el tiempo de exposición. El día y lugar elegidos reunían las tres condiciones. Como sólo se trataba de una prueba no me preocupaba de forma especial, un cuarto detalle (no menos importante que los anteriores): un primer plano potente y fotogénico (esto aún lo tengo que buscar). Así que no esperaba una foto super llamativa.

La idea era hacer una foto de 2 horas. Más tiempo era ya atentar ya no sólo contra la irresponsabilidad sino contra la estupidez, puesto que a la mañana siguiente tenía que ir a currar. Calculé que la exposición duraría aproximadamente desde las 11:00 de la noche hasta la 1:00 de la madrugada y mientras tendría tiempo más que de sobra para cenar algo.

Con Google Earth calculé que el embalse más al norte miraba justamente en dirección norte. Al llegar, aún de día y con luz para intentar alguna foto al atardecer comprobé, ya brújula en mano, que efectivamente la estrella polar estaría justo enfrente de mi en la pasarela del embalse. Hecho los deberes preliminares, decidí recorrer algo los alrededores de los embalses con las últimas luces aún incidiendo sobre la Maliciosa. Intenté una foto clásica con un primer plano que me gustaba. La foto sin ser nada del otro mundo me gusta porque muestra un lugar de una belleza y frondosidad que me sorprendió muy gratamente y creo que la foto lo transmite.

Al ver la imagen en el visor decidí que ese primer plano de roca y tallos con los reflejos dorados de la Maliciosa bien valía dedicarle un rato a ver qué podía sacar. Tras numerosas fotos, en vertical, en horizontal, con encuadres más cerrados y más abiertos di con la composición que quería. Al final se trata, como una vez leí a Art Wolfe, de ir conociendo al motivo de la foto mientras le haces fotos, como si de un escritor tomando notas se tratara. No sabes la foto que quieres hasta que la has hecho. Pero mientras no la has hecho sabes que aún tienes que encontrarla. Cuando algo tiene potencial hay que exprimirlo hasta quedar satisfecho.

Cuando la intensidad del sol sobre la maliciosa perdió fuerza fue momento de iniciar los preparativos para la toma nocturna. En principio este tipo de tomas no son complicadas pero requieren de unos pasos previos. En primer lugar hay que desactivar la opción de reducción de ruido en larga exposiciones de la cámara. En segundo lugar hace falta un intervalómetro como el TC-80N3 de Canon. El plan consistía en hacer tomas de 5 minutos a ISO 400 y f5,6 durante dos horas. Para ello tuve que configurar el intervalómetro para que hiciera 24 tomas de 5 minutos a intervalos de 1s. Empecé a hacer tomas de prueba una hora después de la puesta de sol con los parámetros anteriores y vi que el cielo se me quemaba pero que tenía detalle en la zona arbolada. Estas tomas me servirían para combinarlas con la final y así poder mostrar algo de detalle en el primer plano. Programé el intervalómetro para que iniciara la sesión de tomas 45 minutas más tarde y me fui a cenar.

Dos horas más tarde, poco antes de llegar su terminó, comprobé que la batería recién cargada que tenía reservada para esta sesión (la coloqué justo antes de iniciar las 24 tomas) me había aguantado toda la sesión. Por otra parte también me quedó claro qué campo visual tiene el 10-22 en tomas de este tipo y a qué altura dentro del encuadre queda situada la estrella polar.

Recomiendo esta lectura, que ha sido sobre la que me he basado para preparar la salida, pero sobre todo para el post-procesado.

Así es como ha quedado la foto una vez procesada. Sustituyendo el plano inferior por otro más atractivo seguro que se puede conseguir una foto muy interesante, ahora sólo hay que encontrarlo y buscar el día adecuado.

Siguiendo la intuición

Hacía ya dos meses que no cogía cámara y trípode en busca de esos instantes que sólo la naturaleza es capaz de brindarte. La inminente llegada de un nuevo miembro en la familia y la atención a los que ya la forman poco tiempo me ha dejado para realizar escapadas. Los madrugones se hacen bastante difíciles de compaginar durante los meses de verano ya que me veo obligado a tener que levantarme a las 4:00 de la mañana, lo que significa 4 horas de sueño en el mejor de los casos.

Una semana de trabajo sin la familia en casa me ha permitido hacer un par de escapadas por las tardes que, a tenor de los resultados, considero fructíferas. En ambas he sacado lecciones de provecho.

El lunes por la tarde no tenía intención de coger la cámara ya que me había impuesto ciertas obligaciones que quería zanjar cuanto antes para así tener el resto de la semana lo más desocupada posible. Sin embargo a eso de las 5 de la tarde cuando regresaba del trabajo unas nubes sobre la sierra de lo más sospechosas, en el buen sentido, hicieron que no las perdiera de vista durante el resto de la tarde. Aún así debía zanjar mis obligaciones, ya tendría tiempo de ir a hacer fotos al día siguiente. De camino al centro de la capital sobre las 7 de la tarde veía como las nubes iban adquiriendo aún más carácter y un algo dentro de mí me roía y me hacía debatirme entre seguir o darme la vuelta para casa, coger los bártulos y salir derecho hacia la sierra. Como atado por una soga invisible que tiraba de mi me adentraba en la capital y perdía de vista toda referencia del estado del cielo. En mi interior sabía que dado las predicciones que había para el resto de la semana estas nubes podrían no repetirse. Tras un breve debate interno, pues no había mucho tiempo para decidirse, decidí abortar mi cometido y dar media vuelta hacia casa, coger el equipo y marchar para el embalse de Navacerrada, lugar que encuentro especialmente fotogénico y con muchas posibilidades.

A la vista de las fotos está claro que tomé la decisión correcta. En ningún otro día de la semana se han vuelto a repetir las condiciones de este lunes.



Sobre las fotos no hay detalles especialmente relevantes que comentar. En la primera foto me llamó la atención la forma de las rocas y su disposición, como piezas de un puzzle, dirigiendo la mirada hacia el horizonte. Quise resaltar estas formas y por eso utilicé un filtro neutro para suavizar al máximo la textura del agua que de lo contrarío, con sus brillos y texturas marcadas hubiera restado protagonismo a las rocas. El sol me quedaba la derecha por lo que el uso del polarizador era obligado para oscurecer el cielo y resaltar las nubes. Por supuesto un filtro degradado neutro inverso fue necesario para equilibrar las luces del fondo y del primer plano y presentar esas nubes en todo su potencial.



Con el sol casi oculto y más a la carrera que de otro modo buscaba otros motivos que me inspirasen y que sacaran provecho de las fantásticas luces que me estaba regalando el atardecer. Sería una pena no aprovecharlas hasta el último momento. En mi paseo por la orilla me topé con estos montículos de roca y el pequeño arbusto agitado por el viento. Un encuadre con la línea de la orilla en sentido horizontal habría producido una toma muy estática, así que busqué un punto de vista con dicha línea en posición oblicua. Esto hace las rocas parezcan que están mirando hacia el sol tras las montañas ofreciendo un recorrido visual desde la esquina inferior izquierda hasta el centro derecho de la imagen y de ahí hacia la esquina superior izquierda. recorriendo así todos los detalles del cielo. Creo que la imagen funciona y lo que es mejor transmite cierta serenidad por la calidez de sus luces y las personificación de las rocas como entes vivos que disfrutan de la puesta de sol.

Hasta aquí lo que dio de sí la primera escapada de la semana. Como lección aprendida saco que muchas veces hay que dejarse guiar por la intuición aunque ello signifique romper con planes prefijados.

En un próximo post os comentatré la segunda salida y mis experiencias nocturnas....

miércoles, 17 de junio de 2009

Encontrando la inspiración

La búsqueda de inspiración resulta muchas veces tan frustrante como la obtención de buenas fotografías. ¿Cuántas horas nos pasamos a la semana mirando fotos de otros autores a la caza de nuevas ideas para futuros proyectos o escapadas? Internet es un arma de doble filo, por una parte nos da acceso a un número inimaginable de fotografías de todos los confines del mundo, pero por otra parte resulta abrumador y procesar tal cantidad ingente de información es descorazonador. De vez en cuando encontramos alguna joya (ver final del texto), pero cada día resulta más complicado. Los libros de fotografía son potencialmente otro recurso donde encontrar esa anhelada chispa que es la inspiración, ya sea a través de las imágenes o de las palabras, pero sólo un porcentaje pequeño de estos libros realmente cumple ese propósito.

¿Qué tiene que una imagen o un fotógrafo para que realmente sea inspirador? Hace algún tiempo pedí recomendación a una excepcional fotógrafa española de naturaleza sobre libros de fotografía. En el intercambio de correos yo le comenté mis preferencias, muchas de ellas eran de autores norteamericanos. Su respuesta fue que prefería más a autores británicos porque se sentía más identificada con esos fotógrafos por el tipo de paisaje que retrataban en sus obras. Los paisajes de los grandes parques nacionales de Estados Unidos o Canadá eran muy distintos del entorno que tenía más a mano y por ello muy distintos de lo que podía captar con su cámara, en definitiva le resultaban menos inspiradores. Su respuesta, como poco, me sorprendió y me hizo reflexionar. ¿Por qué a mí sí que me resultaban y me resultan inspiradoras las fotografías, ya no sólo de los parques naciones de Norteamérica, sino de otros sitios como Patagonia, cuando ni de lejos tengo estos paisajes en mi país natal, España? Me he dado cuenta de que las fotografías que me empujan a coger la cámara y salir al monte a horas intempestivas son precisamente las que, tomadas en esos paraísos fotográficos, no muestran de forma protagonista esos iconos que han hecho famosos a estos enclaves. Cuando veo una foto, tomada por ejemplo a orillas de un lago en un día nublado con los Cuernos del Paine a lo lejos donde el verdadero protagonista no son los Cuernos sino cómo la luz se filtra para bañar con luz carmesí las cumbres y el manto de nubes sobre ellas, casi puedo identificar un lugar que conozco a pocas horas de donde vivo que, con condiciones ambientales parecidas, quedaría a la par en espectacularidad, con esa fotografía tomada en plena Patagonia. Las imágenes que me transmiten esa capacidad de previsualizar escenas en lugares familiares son las que realmente me resultan inspiradoras.

El libro The Edge of the Earth, the Corner of the Sky (que ya presenté hace unos meses), contiene muchas esas fotografía que, aunque tomadas en lugares remotos del planeta, destacan no tanto por el sitio donde están hechas, como por la capacidad del autor por extraer la magia del lugar y por el momento único que ha conseguido atrapar. Fue este libro el que me empujó hace unos años a realizar una de las fotos que más aclamación, y polémica (todo hay que decirlo) ha tenido. La foto de la portada de este libro de Art Wolfe muestra el volcán Stromboli en plena actividad bajo un manto de estrellas. Aunque tomada totalmente en diapositiva la técnica que utilizó consistió en combinar varias exposiciones adaptadas a los distintos elementos que componían la imagen. Una exposición rápida para congelar el volcán en erupción y otra exposición de medio minuto para plasmar el cielo estrellado. Ese tipo de toma, un primer plano llamativo y un cielo estrellado estaba a mi alcance sin necesidad de tener que viajar a sitios remotos.

Recientemente he dado con un fotógrafo, Bruce Percy, cuyo trabajo me ha cautivado como hacía tiempo que no hacía ninguno. Sus fotografías por sí solas ya son cautivadoras, pero el modo en que las presenta en sus audiovisuales son sublimes. Es la primera vez que doy con un artista tan polifacético que es autor tanto de las imágenes como de la música que las acompaña. Música que compone específicamente para el montaje que presenta. Por si esto fuera poco lo combina todo con su voz (tranquila y cautivadora) donde nos cuenta experiencias y sentimientos entorno a las fotografías que nos enseña. Lamentablemente sólo aquellos que dominen la lengua de Shakespeare podrán disfrutar del trabajo de este gran fotógrafo británico en toda su extensión. Os llevéis bien o mal con el idioma inglés merece la pena y espero que lo disfrutéis y os haga soñar como a mí. Por cierto, su Blog también merece la pena.



Hasta la próxima!

miércoles, 3 de junio de 2009

Mejora del rango tonal con HDR

Las técnicas de control del rango dinámico son cada vez más populares entre los amantes de la fotografía. A prácticamente ya nadie que esté un poco al día le suena a chino las siglas HDR, o qué es un degradado neutro digital. La información de cómo aplicar estas técnicas es abundante en Internet. El termino HDR se ha vuelto tan popular que ahora, lamentablemente, cuando se ve una fotografía con una situación complicada de luz, automáticamente se piensa que se trata de una "imagen HDR". Incluso muchas veces se le asigna este calificativo de forma peyorativa, ya que hoy por hoy se ha abusado tanto de esta técnica que parejo a estas siglas va unida la idea de que HDR = falta de realismo. Es quizás por estos motivos que nunca me he sentido muy atraído por estas técnicas.

No hace mucho, en mi empeño por resolver situaciones complicadas de luz en las que el simple uso de filtros degradados físicos es insuficiente, decidí ahondar en lo que el HDR podía ofrecerme pero siempre procurando que la foto final fuera lo más realista posible. Jugando con el software de Photomatix Pro, y de rebote, todo hay que decirlo, descubrí que era capaz de recuperar las tonalidades en el extremo del rojo que por diversas causas se habían perdido en el RAW original. Esta situación es muy frecuente al amanecer y atardecer donde dichas tonalidades cobran tal intensidad que suelen exceder los límites de lo que el sensor es capaz de registrar. Antes de dar con esta forma de recuperarlas la única solución era jugar con las herramientas de saturación y tonalidad de Lightroom o Adobe Camera Raw pero siempre me veía obligado a ajustarlas en sus valores máximos con la perdida de calidad que esto supone.

Los resultados obtenidos haciendo uso de los algoritmos de procesado HDR proporcionan resultados más naturales y más parecidos a los observados en la realidad. Los pasos a seguir para aplicar esta técnica los detallo en el siguiente tutorial que espero lo encontréis útil.

miércoles, 13 de mayo de 2009

El "buen tiempo"

Se acerca el fin de semana y sin saber si voy a poder sacar un hueco para coger la cámara miro instintivamente la predicción meteorológica con la esperanza de que haga "buen tiempo". Pero mi "buen tiempo" no es el buen tiempo que la gran mayoría de las personas ansía. Si el pronóstico se presenta soleado me relajo porque sé que la cámara quedará guardada en el mismo armario un fin de semana más. Si entra o sale una borrasca ardo en excitación porque que con un poco de suerte (léase mucha suerte) es posible que consiga captar esas luces inusuales y visiones únicas tan ansiadas por el fotógrafo.

El pasado fin de semana fue uno de esos de "buen tiempo", lluvias generalizadas en toda España. Momento idóneo para coger la cámara, trípode y pegarse un buen madrugón. Llego al parking de Cotos y soy el único coche, ¿quién va ser tan loco de llegar a las 6:15 de la mañana a la zona de Peñalara con una predicción tan nefasta? Salgo del coche, no se mueve ni una brizna de aire, pero el olor a tierra mojada inunda mis sentidos y ya sólo por esas sensaciones merece la pena el madrugón. Las nubes cubren todo el valle del Lozoya a mis pies y las cumbres cercanas se esconden y aparecen tras remolinos danzantes de nubes, todo ello bañado por la taciturna luz del alba. El panorama es espectacular, como pocas veces he visto, pero es la clásica escena que merece mil veces más ser contemplada que fotografiada e inicio la subida hacia mi destino.

El circo de Peñalara es quizás, con mucha seguridad, el entorno más fotogénico de toda la sierra de Guadarrama y en estos meses del año queda cubierta por una alfombra verde surcada por cientos de pequeños arroyos de montaña. Llego a mi destino y la suerte no parece querer aliarse conmigo pues esas luces tan ansiadas no terminan de aparecer. El silencio se respira y sólo es roto por el suave discurrir del agua. Son momentos para dejarse invadir por la magia de la montaña. La niebla invade el lugar y los picos como fantasmas se intuyen más que se ven. Quizás sea falta de inspiración pero no termino de ver una composición que me cautive. Aún así saco la cámara para entrar en calor. Cuando parece que ya no va a suceder nada, veo sobre mi cabeza como las nubes se tiñen de un pálido color anaranjado, pero sigo sin ver como incluirlas en un encuadre que haga justicia al lugar y a la experiencia vivida. Los colores van perdiendo más intensidad y situándome sobre uno de los meandros de un sinuoso arroyuelo doy con un encuadre que sin entusiasmarme no me deja indiferente. El cielo conserva algo de sus tonalidades que con la ayuda del filtro degradado neutro sé que se van a potenciar. La niebla sigue entrando y saliendo conformando una escena de ensueño. Al poco tiempo la luz pierde calidez y la niebla se hace más espesa. Me resisto a guardar la cámara y tras unas cuantas tomas más, que casi con total seguridad terminaré borrando, sé que todo ha llegado a su fin.

Ya de vuelta comienza a llover y una vez más regreso contento, quizás no tanto por la calidad de las fotos pero sí por la experiencia que me hace cargar las pilas para el inicio de la semana.

viernes, 24 de abril de 2009

Fotógrafo del Año

El pasado mes de noviembre FONAMAD celebró su asamblea anual y tuve el privilegio de ser elegido por todos sus miembros Fotógrafo del Año.

Tuve el placer de poder mostrar en una proyección una muestra de mi trabajo que tuvo mejor acogida de lo que esperaba. Por fin, después de solventar algunos problemas técnicos he podido colgarla online. Espero que os guste.


miércoles, 15 de abril de 2009

Benijo

Ya de vuelta de unas minivaciones con la family por la isla de Tenerife puede sacar algo tiempo y volverma a casa con un bello recuerdo de la maravillosa costa de Anaga, en concreto de la playa de Benijo. Una playa que ya desde las alturas me fascinó con sus imponentes moles piedra que dan idea de la grandiosidad de lugar.

Son muchas las fotos que se han visto de esta fotogénica playa, pero a decir verdad no tenía ninguna en mente, casí mejor porque seguro que me hubieran condicionado.

La bajada a esta playa se realiza por unas escaleras que descienden de forma pronunciada 60 metros. No hubiera supuesto ninguna dificultad de no ser porque tuve que cargar con el peque de 2 años, mochila, trípode y demás parafernalia playera que una mamá embarazada no podía cargar.

Ya tenía estudida la zona, sabía que la marea baja iba a coincidir con la puesta de sol y por dónde se iba a esconder el astro rey en esta época del año.

Llegamos a la playa algo más de media hora antes de la puesta de sol, pero primero hay que ocuparse del peque, que tiene que comer algo. La verdad sea dicha empiezo a ponerme nervioso porque quedan muy pocos minutos de luz. Así que al poco rato salgo disparado y me alejo mochila y trípode en mano buscando una composición que me atraiga y haga justicia al lugar. No sólo va a ser la única oportunidad que tenga de inmortalizar esta playa, sino de volverme a casa con alguna foto de paisaje que merezca la pena de todos los días que hemos pasado en esta hermosa isla, donde sobre todo ha habido instantáneas familiares (también es divertido inmortalizar al peque!).

Buscar la concentración en el terreno creativo no resulta fácil de forma tan repentina. No me da tiempo a imbuirme de la magia del lugar y tiro de una receta que suele funcionar, aunque no sea muy original. Busco algún elemento fotogénico en primer plano que de profundidad y salpicado por las olas para proporcionar algo de dinamismo a la escena. El sol está a punto de esconderse tras las nubes para ya no salir. Lo encuentro y todo ya es ponerse a montar trípode, ajustar los parámetros de la cámara maximizando la profundidad de campo con un ISO bajo y elegir los filtros adecuados. Quito el polarizador porque con el sol en contra apenas se nota su efecto y me va a generar más flare que otra cosa. Cojo un filtro degradado para compensar el excesivo contraste que tiene la escena. En este caso y dado lo bajo que está ya el sol un degradado inverso es lo adecuado. Tiro unas cuantas fotos desde la misma posición, ya que ninguna va a ser igual por el vaivén de las olas, moviendo el filtro con la mano para suavizar la zona de transición. Al poco tiempo el sol ya se ha escondido.

La mamá y el peque se aproximan por la orilla llamándome y la burbuja de concentración en la estoy inmerso se rompe. Hago unas cuantas fotos familiares a contraluz aprovechando la belleza del entorno como telón de fondo. Me resisto a guardar los bártulos pero la noche está cayendo y nos esperan 60 metros de subida en plena noche. Me queda la sensación de que todo ha transcurrido en un suspiro y de que no me ha dado tiempo a absorber la magia del entorno. Pero al menos me vuelvo a casa con un bonito recuerdo, ¿mejorable? por supuesto que sí, pero a veces no se puede pedir más y hay que dar gracias por lo que uno tiene.


domingo, 29 de marzo de 2009

Explorando el paisaje, buscando la inspiración


Varios meses han pasado desde mi último post en el blog. Meses en los que mi actividad fotográfica ha sido mas bien escasa. A veces me pregunto si el motivo real de ello es la falta de tiempo que a lo largo de las semanas te exige trabajo y familia (falta de tiempo que se verá incrementada en los próximos meses ante la llegada de un nuevo miembro en la familia), o es sólo una excusa, una justificación. No hay duda de que los hijos cuando son pequeños suponen una limitación importante, ya no sólo para la práctica de la fotografía de paisaje, que demanda muchas horas de trabajo de campo en soledad, sino para la práctica de cualquier trabajo creativo.

Pero en mi interior pienso que no sería justo achacar toda la culpa de mi escasa productividad fotográfica a las responsabilidades familiares, que en cierto modo me alegro de tener. Esa falta de motivación y empuje que siento tiene su raíz en la necesidad de descubrir nuevos enclaves y localizaciones que den lugar a nuevas imágenes sólo presentes en mi cabeza. Ya sé que la esencia de la fotografía de paisaje es visitar y volver a visitar un mismo lugar las veces que haga falta hasta dar con la combinación de luz e instantes que hagan a esa fotografía perseguida única. Pero también pienso que el descubrimiento de nuevos emplazamientos, nuevas perspectivas alimenta la imaginación de ese gran constructor de escenas que es nuestro cerebro. Imaginación que potencia la inspiración y anima a la materialización de nuevas imágenes.

Sumido en esa necesidad vital de descubrimiento me hallaba yo cuando hace unas semanas, hojeando un libro de fotografía de la Sierra de Guadarrama, me llamó la atención una fotografía de la Najarra con una pequeña laguna estacional a sus pies. No tenía ni idea de que por esa zona pudiera haber lagunas. La curiosidad me picó y de vuelta a casa busqué en mis mapas posibles ubicaciones para dichas lagunas. No tuve éxito. Recordé que mi buen amigo y fotógrafo Saúl Santos me había pasado un enlace sobre información cartográfica de la Comunidad de Madrid. Allí encontré mapas topográficos con resoluciones 1:5.000. Escudriñando zonas cercanas al puerto de la Morcuera pude por fin dar con la ubicación exacta de dicha laguna y otras de menor tamaño. Todas ellas estacionales, pero que sin duda, este año de abundantes lluvias estarían en su máximo esplendor. Así que ni corto ni perezoso cargué las coordenadas en el GPS y el primer fin de semana que pude sacar un hueco me dediqué a localizarlas. El día fue de lo más soso, fotográficamente hablando, mucho sol y cielos totalmente despejados, pero el objetivo no era tanto realizar fotografías como vislumbrar el potencial de la zona para próximas salidas.

El lugar estaba plagado de varias lagunillas pequeñas en una zona extensa, llana y solitaria, de muy fácil acceso, pero con unas vistas increíbles de la sierra madrileña. Al oeste todo el macizo de Peñalara y la Cuerda Larga con sus cumbres nevadas. Al sur la Najarra, imponente, alzándose por encima del promontorio que me separaba de ella.

Con la zona ya inspeccionada y con la llegada de un nuevo frente frío no dejo pasar la oportunidad y decido el sábado por la mañana hacer un primer intento con las luces del amanecer. De camino pienso que es probable que el cielo me de algo de juego aunque la escasez de lluvias dará lugar a una atmósfera todo menos limpia lo que repercutirá en la calidad de la luz.

El día da sus frutos y me vuelvo a casa satisfecho pero me emplaza a un nueva cita. Hay que continuar estrujando el potencial de esta pequeña joya recién descubierta, cuándo no lo sé, pero nuevos instantes, otras luces y composiciones me esperan para tratar de hacer realidad nuevas imágenes de la bella sierra madrileña.

sábado, 10 de enero de 2009

Cuatro de Enero

El invierno y la nieve transforma cualquier paisaje, por insulso que sea en una escena mágica, casi como de otro mundo. Si además la luz es inusual, se pueden conseguir fotografías realmente espectaculares. La nieve en el paisaje simplifica formas y líneas y se convierte en un verdadero reflector de las luces del cielo y el entorno cambiando por segundos las tonalidades reflejadas en los momentos límites del día y la noche.


FOTO OCULTA TEMPORALMENTE



El 4 de enero de 2009 hacia exactamente un año que el cielo me regaló unas condiciones de luz que pocas veces he podido contemplar y que muestro en la imagen de arriba. Ahora volvía a surgirme la oportunidad de poder escaparme en busca de escenas sólo visibles en mi cabeza.

A pesar de un pronóstico meteorológico favorable en cuanto a nubes, el día amaneció totalmente despejado, situación casi tan desfavorable como un cielo totalmente cubierto. Aún así una nieve casi intacta y los colores de los primeros rayos de sol incidiendo sobre las cumbres nevadas del circo de Peñalara me dieron alguna alegría. Poco más se pudo hacer en esos momentos y en los inmediatamente posteriores.

De camino a la Laguna de los Pájaros, travesía con raquetas de 4h ida y vuelta, disfruté de un manto de nieve casi intacto y me permitió hacer algunas fotos de detalle en las que las líneas y texturas eran las autenticas protagonistas. Una delicia para los sentidos.


Ya de vuelta sobre las 15:00, y tras una rápida comida a pie de coche me dirigí al puerto de Navacerrada. Nubes bajas se colaban por los valles y envolvían algunas cumbres cambiando de formas por momentos.

Aunque me sentía muy cansado y tenía los pies húmedos y fríos, sentía la necesidad subirme a la Cuerda de las Cabrillas porque cabía la posibilidad de darse condiciones parecidas a las de hacía un año, nubes bajas que recorren las cumbres tapando el sol en su ir y venir teñidas por las tonalidades incandescentes del astro rey antes de ocultarse. Si no lo intentaba seguramente me arrepintiera durante mucho tiempo. Dejé el cansancio en el coche y en menos de 40 min ya estaba en el lugar elegido. El cielo tenía un aspecto increíble pero había que localizar zonas con primeros planos interesantes. Conocía el lugar y sabía que mis oportunidades sería mayores si buscaba un punto elevado por encima del collado ya que la perspectiva de la Cuerda de las Cabrillas desde ahí tomaba unas formas interesantes. Una hora antes de la puesta de sol ya estaba metido en faena con nubes que recorrían el collado a gran velocidad y con un sol que se ocultaba y reaparecía por momentos. Las condiciones de luz, aunque espectaculares, eran realmente difíciles por el gran rango dinámico que presentaban. Aunque no soy muy partidario del HDR por lo artificial de sus resultados, se trataba ésta del tipo de situación donde un HDR puede salvar la foto y donde el uso de un filtro degradado neutro puede echarla a perderla.

Esta foto esta compuesta de 4 tomas de un paso de diferencia combinadas con Photomatix cuya toma resultante se ha utilizado como capa en PS combinándola con las cuatro tomas originales como capas independientes. De esta forma se consigue una toma algo más realista que el HDR directo. Balancear esta toma únicamente con un filtro degradado neutro sería realmente complicado ya que la diferencia de luminosidad en torno al sol es esencialmente radial y no longitudinal, pero a la vez hace falta un control de la luminosidad lineal para compensar el primer plano. Este tipo de situaciones son las únicas, desde mi punto de vista que realmente justifican el uso del HDR.

Esta otra foto está tomada con un degradado neutro inverso de 3 pasos junto con un neutro de 3 pasos para alargar la exposición a 20", además de un polarizador. De esta forma, se consigue que el paisaje quede pintado con la luz del entorno durante más tiempo obteniendo unas tonalidades más ricas y saturadas que las conseguidas con una exposición corta (Darwin Wiggett explica este método en el siguiente artículo: The Terrific Triple Threat). Además las nubes se desdibujan creando un efecto más pictórico.

La toma directamente del RAW presentaba el problema de tener cortado el canal rojo en sus valores altos creando cierto empastamiento de las nubes. La solución que descubrí fue la de generar 4 tomas diferentes a partir del mismo RAW con una diferencia de 1 paso (-2, -1, 0, +1). Después obtener a partir de ellas un HDR con Photomatix (el problema del empastamiento de las nubes, y por consiguiente el recorte del canal rojo, desapareció) y dicha toma resultante combinarla como capa junto con otra capa tomada directamente del RAW original para lograr un aspecto natural del primer y segundo plano.

Momentos antes de que el sol se ocultase tras el horizonte, las nubes bajaron tapando los valles a mi alrededor y creando un espectacular mar de nubes a mis pies. Más por una cuestión meramente documental que artística, sin prestar una excesiva atención a la composición decidí hacer una panorámica de 6 tomas verticales a 22mm, cada toma con un degradado de 2 pasos de transición fuerte para compensar la excesiva luminosidad del cielo.


Ya camino de vuelta, prácticamente a oscuras con la luz de la frontal como única guía, me sentía renovado, con las pilas cargadas para encarar el nuevo año. El día no había empezado todo lo bien que esperaba pero mi intuición no había fallado esta vez. De nuevo el 4 de enero me había regalado unas mágicas luces. Son momentos como los que viví los que hacen que la fotografía de paisaje me enganche. La búsqueda de situaciones inusuales de luz que desafían lo real para muchos, el sentirme único espectador de esos instantes, y por eso, de alguna forma, especial, ante la Madre Naturaleza, es lo que realmente hace que merezca la pena, fríos, madrugones, cansancios y un sin fin de incomodidades que nadie ajeno a esta dedicación entendería.