viernes, 17 de julio de 2009

Experiencias nocturnas

El miércoles, pues el martes tuve que hacer lo que dejé pendiente el día anterior, me propuse marchar hacia los embalses de la Barranca. Sacar una bella foto del atardecer no figuraba entre mis expectativas, principalmente porque no conocía el lugar, lo que es básico para maximizar las oportunidades. Pero también, porque ya hay magníficas fotos como las de Rafael Ferrando, perfecto conocedor de la zona y que parece que la magia del lugar y él se han hecho íntimos amigos. Hacer algo que hiciera justicia a esta zona del Guadarrama sería conseguir algo que compitiese en calidad expresiva con el trabajo de este magnífico fotógrafo y hacer eso el primer día, como que no.

Mis intenciones eran principalmente otras. Tenía ganas desde hace tiempo de probar hacer un rastro de estrellas entorno a la estrella polar. Para ello necesitaba que se reunieran tres condiciones: cielo totalmente despejado, poca contaminación lumínica y ausencia de luna durante el tiempo de exposición. El día y lugar elegidos reunían las tres condiciones. Como sólo se trataba de una prueba no me preocupaba de forma especial, un cuarto detalle (no menos importante que los anteriores): un primer plano potente y fotogénico (esto aún lo tengo que buscar). Así que no esperaba una foto super llamativa.

La idea era hacer una foto de 2 horas. Más tiempo era ya atentar ya no sólo contra la irresponsabilidad sino contra la estupidez, puesto que a la mañana siguiente tenía que ir a currar. Calculé que la exposición duraría aproximadamente desde las 11:00 de la noche hasta la 1:00 de la madrugada y mientras tendría tiempo más que de sobra para cenar algo.

Con Google Earth calculé que el embalse más al norte miraba justamente en dirección norte. Al llegar, aún de día y con luz para intentar alguna foto al atardecer comprobé, ya brújula en mano, que efectivamente la estrella polar estaría justo enfrente de mi en la pasarela del embalse. Hecho los deberes preliminares, decidí recorrer algo los alrededores de los embalses con las últimas luces aún incidiendo sobre la Maliciosa. Intenté una foto clásica con un primer plano que me gustaba. La foto sin ser nada del otro mundo me gusta porque muestra un lugar de una belleza y frondosidad que me sorprendió muy gratamente y creo que la foto lo transmite.

Al ver la imagen en el visor decidí que ese primer plano de roca y tallos con los reflejos dorados de la Maliciosa bien valía dedicarle un rato a ver qué podía sacar. Tras numerosas fotos, en vertical, en horizontal, con encuadres más cerrados y más abiertos di con la composición que quería. Al final se trata, como una vez leí a Art Wolfe, de ir conociendo al motivo de la foto mientras le haces fotos, como si de un escritor tomando notas se tratara. No sabes la foto que quieres hasta que la has hecho. Pero mientras no la has hecho sabes que aún tienes que encontrarla. Cuando algo tiene potencial hay que exprimirlo hasta quedar satisfecho.

Cuando la intensidad del sol sobre la maliciosa perdió fuerza fue momento de iniciar los preparativos para la toma nocturna. En principio este tipo de tomas no son complicadas pero requieren de unos pasos previos. En primer lugar hay que desactivar la opción de reducción de ruido en larga exposiciones de la cámara. En segundo lugar hace falta un intervalómetro como el TC-80N3 de Canon. El plan consistía en hacer tomas de 5 minutos a ISO 400 y f5,6 durante dos horas. Para ello tuve que configurar el intervalómetro para que hiciera 24 tomas de 5 minutos a intervalos de 1s. Empecé a hacer tomas de prueba una hora después de la puesta de sol con los parámetros anteriores y vi que el cielo se me quemaba pero que tenía detalle en la zona arbolada. Estas tomas me servirían para combinarlas con la final y así poder mostrar algo de detalle en el primer plano. Programé el intervalómetro para que iniciara la sesión de tomas 45 minutas más tarde y me fui a cenar.

Dos horas más tarde, poco antes de llegar su terminó, comprobé que la batería recién cargada que tenía reservada para esta sesión (la coloqué justo antes de iniciar las 24 tomas) me había aguantado toda la sesión. Por otra parte también me quedó claro qué campo visual tiene el 10-22 en tomas de este tipo y a qué altura dentro del encuadre queda situada la estrella polar.

Recomiendo esta lectura, que ha sido sobre la que me he basado para preparar la salida, pero sobre todo para el post-procesado.

Así es como ha quedado la foto una vez procesada. Sustituyendo el plano inferior por otro más atractivo seguro que se puede conseguir una foto muy interesante, ahora sólo hay que encontrarlo y buscar el día adecuado.

Siguiendo la intuición

Hacía ya dos meses que no cogía cámara y trípode en busca de esos instantes que sólo la naturaleza es capaz de brindarte. La inminente llegada de un nuevo miembro en la familia y la atención a los que ya la forman poco tiempo me ha dejado para realizar escapadas. Los madrugones se hacen bastante difíciles de compaginar durante los meses de verano ya que me veo obligado a tener que levantarme a las 4:00 de la mañana, lo que significa 4 horas de sueño en el mejor de los casos.

Una semana de trabajo sin la familia en casa me ha permitido hacer un par de escapadas por las tardes que, a tenor de los resultados, considero fructíferas. En ambas he sacado lecciones de provecho.

El lunes por la tarde no tenía intención de coger la cámara ya que me había impuesto ciertas obligaciones que quería zanjar cuanto antes para así tener el resto de la semana lo más desocupada posible. Sin embargo a eso de las 5 de la tarde cuando regresaba del trabajo unas nubes sobre la sierra de lo más sospechosas, en el buen sentido, hicieron que no las perdiera de vista durante el resto de la tarde. Aún así debía zanjar mis obligaciones, ya tendría tiempo de ir a hacer fotos al día siguiente. De camino al centro de la capital sobre las 7 de la tarde veía como las nubes iban adquiriendo aún más carácter y un algo dentro de mí me roía y me hacía debatirme entre seguir o darme la vuelta para casa, coger los bártulos y salir derecho hacia la sierra. Como atado por una soga invisible que tiraba de mi me adentraba en la capital y perdía de vista toda referencia del estado del cielo. En mi interior sabía que dado las predicciones que había para el resto de la semana estas nubes podrían no repetirse. Tras un breve debate interno, pues no había mucho tiempo para decidirse, decidí abortar mi cometido y dar media vuelta hacia casa, coger el equipo y marchar para el embalse de Navacerrada, lugar que encuentro especialmente fotogénico y con muchas posibilidades.

A la vista de las fotos está claro que tomé la decisión correcta. En ningún otro día de la semana se han vuelto a repetir las condiciones de este lunes.



Sobre las fotos no hay detalles especialmente relevantes que comentar. En la primera foto me llamó la atención la forma de las rocas y su disposición, como piezas de un puzzle, dirigiendo la mirada hacia el horizonte. Quise resaltar estas formas y por eso utilicé un filtro neutro para suavizar al máximo la textura del agua que de lo contrarío, con sus brillos y texturas marcadas hubiera restado protagonismo a las rocas. El sol me quedaba la derecha por lo que el uso del polarizador era obligado para oscurecer el cielo y resaltar las nubes. Por supuesto un filtro degradado neutro inverso fue necesario para equilibrar las luces del fondo y del primer plano y presentar esas nubes en todo su potencial.



Con el sol casi oculto y más a la carrera que de otro modo buscaba otros motivos que me inspirasen y que sacaran provecho de las fantásticas luces que me estaba regalando el atardecer. Sería una pena no aprovecharlas hasta el último momento. En mi paseo por la orilla me topé con estos montículos de roca y el pequeño arbusto agitado por el viento. Un encuadre con la línea de la orilla en sentido horizontal habría producido una toma muy estática, así que busqué un punto de vista con dicha línea en posición oblicua. Esto hace las rocas parezcan que están mirando hacia el sol tras las montañas ofreciendo un recorrido visual desde la esquina inferior izquierda hasta el centro derecho de la imagen y de ahí hacia la esquina superior izquierda. recorriendo así todos los detalles del cielo. Creo que la imagen funciona y lo que es mejor transmite cierta serenidad por la calidez de sus luces y las personificación de las rocas como entes vivos que disfrutan de la puesta de sol.

Hasta aquí lo que dio de sí la primera escapada de la semana. Como lección aprendida saco que muchas veces hay que dejarse guiar por la intuición aunque ello signifique romper con planes prefijados.

En un próximo post os comentatré la segunda salida y mis experiencias nocturnas....