lunes, 22 de diciembre de 2008

Feliz Año 2009


Hay días que uno siente la necesidad imperiosa de fundirse con el espíritu de la montaña, con la soledad de sus parajes yermos, con el gélido viento que esculpe penachos de hielo adheridos a rocas y troncos. Hay días que uno siente la necesidad básica de ser testigo único de los últimos rayos de sol y recibir la noche sumido en la más absoluta concentración artística ajeno a toda inclemencia meteorológica, con las estrellas y la luna como únicos testigos. Hay días que lo que más le reconforta a uno, lo que más busca no es tanto volverse a casa con una buena foto como la sensación de colmar la sed vital de dialogo interior con la Madre Naturaleza. No conozco medio más efectivo que la fotografía para poder penetrar en la esencia misma del paisaje natural.

Mis mejores deseos para el nuevo año que va a comenzar y que la magia de la naturaleza insufle la energia suficiente para ver cumplidos proyectos e ilusiones.

martes, 16 de diciembre de 2008

Libros Recomendados

Aprovechando la proximidad de las fechas navideñas, y retomando una sección olvidada que inicie el pasado mes de junio con "El libro del Mes", quiero recomendar cuatro libros de fotografía de esos que a uno le dejan huella. No se tratan de los típicos libros de técnicas fotográficas también conocidos en terminología anglosajona como libros "how-to". Los tres primeros son lecturas para ya iniciados donde cada autor adentra al lector en su forma particular de afrontar la fotografía de paisaje. El cuarto sólo se presta a la pura contemplación porque todas y cada una de sus fotografias son realmente cautivadoras.

Landscape Within, del fotógrafo británico, David Ward. No es un libro de gran formato y se agradece su reducido tamaño que lo hace muy manejable puesto que es un libro para deleitarse leyendo sobre los aspectos creativos de la fotografía de paisaje y su historia. El libro incluye además una colección de fotografías que ilustran perfectamente la visión artística que tiene este fotógrafo de la fotografía de paisaje. Se trata, en definitiva, de un libro no tanto destinado a dar respuestas como a que el lector se haga preguntas. Hay muy pocos libros de este tipo y los temas que toca y cómo los toca me resultaron fascinantes. Muy recomendable.


Light and the Art of Landscape Photography, de Joe Cornish. Fotógrafo también británico y compañero de David Ward, especializado en el medio formato (4'x5'). Lo primero que destaca del libro es la calidad de las fotografías, con una nitidez asombrosa. En este libro, menos reflexivo que el de David Ward, Joe Cornish nos relata las circunstancias que acontecieron en la realización de cada fotografía. Se acompaña cada fotografía-relato con una fotografía más pequeña del mismo motivo o similar que, por razones que se detallan, el fotógrafo considera que no fue exitosa. Un libro que inspira y muy agradable de leer.


Examples: The Making of 40 Photographs, de Ansel Adams. Una autentica joya que nos adentra en la forma de pensar y trabajar que tenía este gran maestro de la fotografía a través de una selección de 40 fotografías. La reproducción en ByN de sus fotografías está más que cuidada. A veces se hace algo duro de leer cuando se adentra en detalles técnicos del revelado y del equipo de la época que utilizaba. Obviando este detalle el libro es más que recomendable e imprescindible en toda colección de libros de fotografía que uno posea.



The Edge of the Earth, the Corner of the Sky, de Art Wolfe. Impresionante libro de gran formato con fotografías de todo el mundo tomadas con reflex analógica de 35mm. Resulta realmente inspirador lo que este fotógrafo puede llegar a hacer con multiples exposiciones y una planificación exquisita de las tomas. Un punto muy a favor de este libro es que al final del mismo se comentan los pormenores de cada foto y los datos técnicos de las tomas. Libro imprescindible y que no dejará indiferente a nadie.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Escapada al Valle de Arán

Cada mes de septiembre comienzo a devanarme los sesos pensando en un posible destino para atrapar los colores del otoño. Hay sitios míticos por excelencia como Ordesa o Irati que en esas fechas se ven invadidos por multitudes.

El Valle de Arán también pertenece a esta misma categoría de enclaves, pero esta vez quise dejar a un lado el aspecto negativo de las multitudes y jugármela. A posteriori, tengo que decir, que desde ese punto de vista la experiencia resultó todo un éxito.

A la hora de elegir fechas creo que todos los amantes de la fotografía de naturaleza tenemos claro qué momentos son los más idóneos, aunque una semana de diferencia puede suponer mucho. A pesar de que no fuimos muy desencaminados en la elección de las fechas (del 23 al 26 de octubre), dos días antes de nuestra llegada un temporal había barrido casi todo rastro del colorido otoñal. Los árboles desnudos entristecían el paisaje restándole espectacularidad y colorido. Pero el temporal no trajo únicamente cosas negativas, no. Un manto de nieve vistió las cumbres orientadas al norte. Eso mitigó, en parte, el desanimo que nos invadía a medida que, atravesando los valles, llegábamos a nuestro destino.

El Valle de Arán destaca no sólo por la sinfonía de colores que cada mes de octubre inunda los valles. En sus inmediaciones se dan cita multitud de lagos de montaña rodeados de picos de más de tres mil metros. No podíamos dejar pasar la oportunidad de inmortalizarlos.

Fue esta decisión, tomada durante la planificación del viaje, de no concentrarme durante tres días únicamente en el otoño, la que nos permitió conseguir tomas algo distintas de las que pueden verse durante estas fechas de esta zona del Pirineo y la que, en cierto modo, nos salvo de un otoño ya algo pasado.

La herramienta principal de planificación del viaje fue Google Earth en combinación con Panoramio. El primero me permitió hacerme una composición de lugar de las distintas zonas con posibilidades fotográficas. El segundo, observar el paisaje de primera mano a través de las fotos de otros fotógrafos.


Google Earth nos permite, situándonos a pocos metros de altura sobre el terreno, obtener, no sólo una muy buena aproximación de la orografía que nos va a rodear, sino simular las condiciones de luz, supuesto un día despejado, al amanecer y atardecer en un determinado día del año. De esta forma pude prever con bastante precisión sobre qué cumbres iba a incidir el sol y de qué manera, las primeras y últimas luces del día, y si un determinado lugar era más favorable para el amanecer o el atardecer.

A excepción de una tarde, el resto de los días predominaron los cielos despejados, situación que normalmente dista de la ideal para la fotografía de paisaje.

La mañana del primer día decidimos probar suerte con el amanecer en la Artiga de Lin. Se trata éste de un valle orientado al norte por lo que, como punto a favor, tenía que la parte visible de sus cumbres estarían cargadas de nieve. Por contra, la salida del sol pillaría algo a contraluz, aunque esto no nos pilló por sorpresa. Este valle es fundamentalmente conocido por ser el lugar donde resurgen las aguas del Aneto después de hundirse bajo tierra en la cavidad conocida como "Forau de Aigualluts" en el valle vecino del río Ésera. La surgencia de agua, de nombre "Uels deth Joeu", aunque impresionante a simple vista, no me ofreció muchas opciones fotográficas.

A sabiendas de las posibilidades de este valle por las fotos que había visto, la idea inicial era la de pasar todo el día en él, pero lo que nos encontramos nos causó bastante decepción. El valle estaba seco y el otoño había quedado arruinado por el temporal de días anteriores. Después de fotografiar un amanecer algo insulso por lo despejado del cielo, jugar con las luces y sombras de los primeros rayos de sol sobre las cumbres e inmortalizar algún que otro detalle, tocamos retirada a media mañana.


Durante la comida, en el cercano pueblo de Vielha, y a la vista de la pocas posibilidades que nos estaba brindando el otoño, propuse a mis compañeros de escapada, Saúl Santos, José Morales y Gemma Delgado, la posibilidad de subir hasta el Estany de Besiberri. Por lo que había indagado días antes en la web, y con Google Earth, era un sitio que se prestaba muy bien para hacer el atardecer, y puesto que el día era soleado, pronostiqué que podríamos tener suerte. Tras veinte minutos en coche y dos horas de caminata salvando un desnivel de algo más de quinientos metros, culminamos a las 17:00 h con una vista esplendida del lago con los Besiberri al fondo. La ausencia de viento había transformado en un auténtico espejo el lago y eso nos animó a sacar rápidamente cámara y trípode y empezar a disfrutar de lo lindo. Es este un sitio ideal para hacer vivaq, tanto porque el lago está rodeado de praderas, como porque, por su ubicación, tiene en un extremo los Besiberri de más tres mil metros, ideal para pillarlos al atardecer, y hacia el otro lado todo el macizo que separa el valle de Arán del Valle del río Ésera en la zona de Benasque, flanqueado por el Aneto y Maladeta.

No había nadie más, sólo nosotros cuatro. Pero no todo eran alegrías, a medida que realizábamos el ascenso el cielo se iba cubriendo por el oeste, lo que impediría que los Besiberri se encendieran con los últimos rayos del sol. A medida que avanzaba la tarde era ya un hecho que la foto que tenía en mente no la iba a poder conseguir esa tarde. No obstante, el lago inmóvil, como pocas veces había visto, el juego de luces y sombras cambiantes sobre las paredes de los Besiberri y las nubes desfilando por sus cumbres, era bastante motivo para mantenernos ocupados durante las horas que restaban de luz.

Como aún había algo de tiempo decidimos avanzar por la orilla sur del lago cuando de repente vi una escena que me enamoró. El agua, entre racha y racha de viento se había vuelto a quedar inmóvil, y tanto las montañas del otro lado del valle como las nubes y pinos a la orilla del lago se reflejaban de forma increíble. Pero la foto tenía la dificultad de ser una toma casi a contraluz, por lo que todo rastro de tierra me iba salir perfectamente oscura, cosa que no se correspondía con lo que veían mis ojos. Empecé haciendo varias tomas con exposiciones distintas para más tarde poder fusionarlas con Photoshop, pero vislumbré en mi interior la posibilidad de conseguir la exposición correcta con una sola toma. Para ello necesitaba un filtro degradado que no existe, que me redujese tres pasos de luz por arriba, dos por abajo y ninguno por centro. La solución fue solapar dos filtros, uno boca arriba y otro boca abajo de transición fuerte, dejando una banda transparente por el centro e imprimiendo un suave movimiento a los filtros durante el algo más de segundo y medio que duró la exposición para suavizar las zonas de transición. Y voila!, la toma que vi en el display era una pasada.

Empezaba a escasear la luz cuando decidimos volver sobre nuestros pasos y dirigirnos hacia la zona de desagüe del lago. La vista que se nos ofrecía no dejaba de sobrecogernos. Era un balcón hacia varios 2500 en dirección al Aneto. El cielo estaba muy cubierto y no ofrecía ningún atisbo de que el sol pudiera colarse a través de sus nubes. Pronto quedó oculto tras las cumbres. A pesar de ello la escena me gustaba mucho, con el fluir del riachuelo y los intensos verdes bajo sus aguas. Elegí un encuadre que me satisfizo y, mientras mis compañeros se encontraban a escasos metros por debajo de mi haciendo de las suyas, me propuse experimentar con los filtros degradados consciente de que en no pocas ocasiones me habían sorprendido las tonalidades y matices invisibles al ojo que eran capaces de captar. Sujeté, pegados al polarizador, un par de filtros degradados neutros que moví durante los 10 segundos que duró la toma (sinceramente ya no me acuerdo de si fueron uno de 3 pasos y otro de 2, ambos de transición fuerte; o el primero de transición suave y el de 2 pasos de transición fuerte). La cuestión es que alucinaba con los colores que habían sido capaz de extraer de las tonalidades del cielo. El calificativo de "filtros mágicos", como esa tarde mis compañeros apodaron a mis degradados Singh-ray, era más que merecido.

La noche nos invadió y con las frontales encendidas iniciamos el descenso de vuelta sin más complicaciones y con la satisfacción de haber realizado una buena jornada. El ambiente de compañerismo que reinó durante todo el día fue excelente.

Para el día siguiente teníamos previsto dedicar la mañana al valle de Varradós. Este valle es conocido por su cascada Sauth deth Pish, situada al final de la carretera que recorre el mismo. Pero lo que me atraía de este valle no era tanto la cascada, que sabía no iba a estar en su mejor momento, ya que cuando gana es cuando se la fotografía en pleno auge otoñal. Lo que más me atraía era la vista de todo el macizo del Aneto y Maladeta nevados iluminados por los primeros rayos del sol. En un punto de la carretera, la vista recorre sin obstáculos todo el valle de la Artiga de Lin culminado la mirada en las montañas nevadas. Al menos eso era lo que yo me imaginaba a tenor de lo que había visto en Google Earth y algunas fotos de Panoramio. La realidad no nos defraudó, y de nuevo solos (a excepción de un fotógrafo más, que resultó ser otra cosa), disfrutamos de un magnífico amanecer que incluso nos trajo alguna pequeña nube anclada a los picos.


De las distintas fotos que hice esa mañana desde este fantástico mirador, me quedo con la que veis, resultado de montar tres fotos para formar la panorámica y que técnicamente no supuso ninguna dificultad.

Cuando la luz del sol perdió esa calidez que tanto codiciamos los fotógrafos de naturaleza, continuamos nuestro recorrido por la carretera hasta la "famosa" cascada. Como nos imaginábamos los colores del otoño ya pasados hacían que cualquier foto que se tomara de ella perdiera muchos puntos. Además, el sol estaba casi incidiendo sobre las paredes donde se encaja el salto de agua y en poco tiempo cualquier encuadre que se hiciera quedaría con una zona totalmente quemada. Hicimos las correspondientes fotos, más por testimonio que por entusiasmo. Aún así dedicamos el resto de la mañana a pasearnos entre las rocas del río. Decidimos, concentrarnos en esos micromundos de luces, sombras y colores exóticos que sólo la sensibilidad de un fotógrafo es capaz de percibir y transmitir a través de su cámara. El contraste del agua reflejando, a veces zonas a la sombras y otras los tonos dorados de la pared de roca iluminada por el sol, nos descubrió auténticas bellezas. Otras veces eran las hojas caídas las se convertían en auténticas protagonistas como testigos de un otoño que ya estaba tocando a su fin. En menos de un metro cuadrado pude salvar el día, fotográficamente hablando.


Mi 70-200 se convirtió en el elemento indispensable para atrapar el calidoscopio natural que nos rodeaba. En ocasiones me vi obligado a usar una lente de aproximación (500D) para conseguir mayores aumentos, pero a raíz de la poca profundidad de campo que se maneja en estas circunstancias, incluso con diafragmas muy cerrados, tuve que poner en práctica la técnica del Scheimpflug digital.


El Scheimpflug (a secas) es una técnica de principios del siglo XX usada principalmente por las cámaras con objetivos descentrables para evitar las típicas distorsiones de perspectiva. Como consecuencia de ello se pueden conseguir profundidades de campo mucho mayores que las habituales.

El Scheimpflug digital consiste, precisamente en lograr profundidades de campo mayores a través del procesado digital. La idea llevada a la práctica es muy sencilla:

1.- Hacemos varias fotos del mismo motivo, mismo encuadre, mismos parámetros pero enfocando a puntos distintos del sujeto a fotografiar (por ejemplo en un punto lejano, en un punto intermedio y en un punto cercano).

2.- Cargamos cada imagen en Photoshop como una capa distinta y asociamos una máscara a cada capa para ir quedándonos con las zonas enfocadas de cada toma.

Este segundo paso se puede automatizar con programas tipo Helicon Focus. El uso del Liveview, que permite aumentar al 200% lo que se ve en el display en tiempo real, me facilitó mucho la labor a la hora de realizar el enfoque manual en cada zona.

La nota negativa del día la tuvimos cuando descubrimos que ese "supuesto" fotógrafo y amante de la naturaleza, con el que habíamos coincidido al amanecer, era más bien un amante de lo ajeno. A Jose le habían desaparecido unos guantes que había dejado sobre una de las rocas del río. Este personaje se encontraba justo detrás de él. Pero no fue hasta pasado un rato que Jose se dio cuenta. Tras volver sobre sus pasos y no dar con ellos estaba claro lo que había sucedido. Aún así, cómo podía ser, nos preguntábamos el resto del grupo, que alguien de forma tan descarada hubiera cometido tal fechoría y además de una manera tan estúpida, puesto que su coche estaba aún aparcado junto al nuestro. Jose le esperó en el coche hasta que apareció. Sólo tuvo que ponerse serio con él para rápidamente confesar y devolver los guantes que había sustraído. Todos nos quedamos a cuadros. Menos mal que la cosa no acabó mal.

Por la tarde, y en vista de que no había ni una nube en el cielo, decidimos repetir la experiencia de la tarde anterior. A ver si esta vez pillábamos los Besiberri al rojo vivo.

Al llegar arriba, al borde del lago el cielo seguía sin ninguna nube. La tarde anterior habíamos descubierto un tronco medio sumergido en el agua que tenía que quedar fantástico como primer plano. Aún así, como habíamos llegado con tiempo, superando la marca de la tarde anterior, decidimos ir a la orilla opuesta del lago, donde supuestamente corría el arroyo que le alimentaba. Después de estudiar la zona, le veía menos posibilidades que a "mi" tronco. Si me quedaba, estaría lamentando no haberlo intentado con el tronco. Así que Gemma y Saúl, se quedaron y Jose y yo nos volvimos sobre nuestros pasos hasta el extremo opuesto del lago. Encontramos el tronco donde lo habíamos dejado 24 horas antes y montamos todo el equipo. La composición me gustaba, pero rápidamente, cuando la tan ansiada banda anaranjada comenzaba a dibujarse sobre las cumbres, me di cuenta de que a la escena le falta algo, unas nubes, y le sobraba otro algo, aquella luz tan frontal, sin contraste. Las fotos iban a quedar correctas pero sosas. Caí en ese momento en la cuenta de que las condiciones del día anterior, donde las nubes y las sombras que éstas arrojaban condimentaban la escena de una forma especial, sin ser las óptimas, eras mejores que las actuales. Hecha la foto del tronco (tres o cuatro tomas variando encuadres y disposición de los filtros degradados) salí pintando en busca de otro punto de vista localizado el día anterior. Pero la fortuna no quiso ponerse esta vez de mi lado y cuando llegué al lugar el sol estaba en las últimas y bastó únicamente el tiempo que dediqué a buscar una buena composición para que los naranjas intensos se esfumasen.

Una vez se hizo de noche y todos nos hubimos reunido, nos dedicamos a realizar alguna que otra nocturna con las estrellas reflejadas sobre el espejo que era el lago. Todo vestigio de luz, invisible para el ojo humano, era captado por la cámara de forma asombrosa. Aún así, poco he podido salvar de esas últimas horas del día que supusieron todo un desafío para la tecnología digital actual. El elevado ISO con el que me vi obligado a disparar (ISO 1600 e ISO 3200) hacen bastante inservibles las fotos. Sólo Saúl, con su gran angular f2.8 y el último modelo de cámara de Nikon (D700) hizo algo de calidad aceptable.

Cuando el frío comenzó a hacer mella en el grupo iniciamos el descenso, que, aunque sin problemas se pudo haber complicado algo más de la cuenta ya que, por descuido, sólo dos de nosotros llevábamos frontal.


El último día para mi, puesto que Saúl, Gemma y Jose, se quedaban un día más, decidimos volver a repetir el amanecer desde el mirador de Varradós. En busca de un encuadre algo distinto a los que no me habían convencido el día anterior llamó mi atención como la carretera conducía la mirada hacia el fondo del valle y las montañas. Apenas pasaban coches (sólo recuerdo haber tenido que quitar el trípode en una ocasión) y tuve tiempo de sobra para buscar diferentes encuadres, y usar diferentes combinaciones de filtros degradados.

A la hora y pico recogimos los bártulos y abandonamos el lugar dispuestos a darnos un buen homenaje en alguna cafetería de algún pueblo cercano. Me resultó curioso que los asistentes de un reconocido taller de fotografía que tiene todos los años cita en el valle de Arán, no madrugaran para asistir a este espectáculo. De hecho no había nadie, sólo mis compañeros y yo. A los asistentes del taller nos los encontramos saliendo del hotel, dispuestos a remontar la carretera del valle como dos más tarde, para su cita anual con la famosa cascada Sauth deth Pish (que no estaba en sus mejores momentos). En fin..., no puedo más que darles las gracias por habernos permitido volver a disfrutar del amanecer en soledad.

La escapada al Valle de Arán había cumplido mis expectativas. Quizás no me traía a casa fotos muy otoñales, pero sí variadas. Tan variadas como las experiencias y sitios que habíamos visitado. El tiempo tampoco fue lo mejor, pero supimos amoldarnos a él, para sacar lo mejor de lo que nos ofreció. La clave de todo ello fue una buena planificación. Ya estoy pensando y planificando mis siguientes escapadas.

De Izda a Dcha: Jose, Saúl, Gemma y yo


lunes, 10 de noviembre de 2008

MontPhoto 2008

Ya ha salido del veredicto del concurso fotográfico MontPhoto 2008. La suerte ha querido agraciarme con un 2º premio en la categoría de Montaña, con esta foto:

FOTO OCULTA TEMPORALMENTE

Ya comenté en la entrada del 18 de agosto las vicisitudes que rodearon a esta y otras fotos de la escapada, pero no puedo dejar de pensar que la mañana que hice esta foto tenía clavada en mi cabeza conseguir como fuera un encuadre en el que aparecieran las florecillas blancas (que me enamoraron a primera vista la tarde anterior cuando accedí, para vivaquear, a este paradisíaco rincón del pirineo). Me costó muchísimo encontrarlo, y he de confesar que esta foto es casi el resultado de disparar in extremis cuando la luz cambiaba a ritmo de vértigo sin encontrar algo que me convenciera, más porque sentía la necesidad de meter estas flores en el encuadre que porque hubiera dado con la composición y momento perfectos.

Esta es la clase de foto que no terminas de estar convencido de ella hasta que pasan unos meses. Sólo el tiempo me ha hecho ver lo que fui capaz de traerme casa, y ahora, con este segundo premio, me ha vuelto a dar otra alegría que quiero compartir con todos vosotros.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Sapa, el valle de arroz

La revista El Mundo de los Pirineos, publica en el número de este mes (noviembre-diciembre) un artículo mío (texto y fotos) sobre la región montañosa de Sapa en el norte de Vietnam.

En sus ocho páginas y catorce fotos se da un repaso a la historia, características de este bello lugar, a sus gentes y modo de vida, así como a sus principales enclaves turísticos.

Las fotos publicadas fueron tomadas en el verano de 2005 durante un viaje de casi un mes a lo largo y ancho de todo el país Vietnamita. En el valle de Sapa, pasé tres días, durmiendo en una de las muchas aldeas que pueblan el valle.

Aquí tenéis un pequeño extracto del artículo por si os animáis a comprar la revista:

Durante un día cualquiera de los meses de verano, el entorno natural de la pequeña población de Sapa, en el extremo oriental de la cordillera del Himalaya, revela la grandeza del lugar. A primeras horas de la mañana la niebla inunda los valles, agarrada a los árboles, dejando entrever antiguas mansiones de madera ancladas entre boscosas extensiones de pinos. Al llegar el mediodía el tiempo se despeja, dejando a la vista un paisaje formado por amplias terrazas que se deslizan por las faldas de las montañas y donde las aldeas, como diamantes, destacan sobre el intenso verde de los arrozales. A menudo, sin previo aviso, una tormenta descarga su furia y un arco iris transforma en un lugar mágico el entorno de Sapa, que ha sido fuente constante de inspiración poética durante muchos años.

En mi web, en la sección "Publicaciones", tenéis una muestra de las fotos publicadas.

viernes, 5 de septiembre de 2008

El Mundo de los Pirineos nº65

El número de septiembre-octubre de El Mundo de los Pirineos encontraréis otra foto mía en la sección Editorial, esta vez a página completa.

En el mismo número hay un reportaje de 8 páginas sobre el Perito Moreno con fotos de Saúl Santos (enhorabuena Sául!!)

Sobre la foto publicada, decir que está tomada en el Valle de Hecho durante el otoño del año pasado en compañía de tres buenos amigos (Roberto Carlos Fernández, Jesús Arranz y Oscar García).

En la foto se mezclan los colores cálidos del reflejo de una ladera salpicada de colores otoñales bañada por el sol, con las tonalidades frías de las rocas sobre un arroyo aún en sombra. La composición se ajustó de forma que no hubiera ningún solape entre las rocas y sus reflejos y evitando cualquier otro elemento extraño en el encuadre que habría añadido confusión a la fotografía.

Con esta foto podréis haceros una idea del entorno en el que fue tomada dicha fotografía.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Paisajes de National Geographic Viajes

En su próximo número de septiembre (nº 102), la revista National Geographic Viajes publica, casi a doble página una foto mía en su sección de Paisajes, esta vez dedicada a los bosques otoñales.

La foto que se publica en cuestión fue tomada hace tres años en el Valle de Pineta a orillas del embalse de Pineta. Mi primera intencióm aquella mañana fue la aprovechar el madrugón para fotografiar la luz del amanecer sobre las cumbres que rodean al lago y sus reflejos, pero una densa masa nubosa por el este echó al traste toda esperanza. A medida que avanzaba la mañana, la niebla sobre el embalse se transformó en jirones de nubes y los colores del otoño se iban haciendo cada vez más presentes.

Se dice que uno tiene que ir con la mente abierta y no ceñirse a planes preestablecidos, aunque también es cierto que son precisamente esas ideas preconcebidas las que nos motivan e impulsan a aventurarnos en aquellos rincones que jamás pisaríamos de otra manera.

lunes, 18 de agosto de 2008

Escapadas: Valle del río Ésera

Hace mucho tiempo que tenía en mente pasar unos días en solitario en la montaña. Yo, mi tienda y mi cámara como únicos compañeros de viaje en comunión plena con la naturaleza. Como fotógrafo de paisaje, considero esta experiencia como una de las, quizás, más gratificantes que uno pueda experimentar.

Parte por responsabilidades familiares y parte por lo que supone un vivac de varios días en solitario en la montaña, nunca antes había tenido oportunidad de hacer una escapada de este tipo. Pero hace unos meses, planificando las vacaciones del verano, vi que había una oportunidad de ver cumplido este antiguo sueño. Las fechas estaban claras, del 12 al 14 de agosto, sólo faltaba elegir el lugar y preparar la logística de la salida...y, por supuesto, que el tiempo acompañara.

El lugar finalmente elegido no me era del todo desconocido. Hacía año y medio tuve mi primer contacto con el Parque Natural de Posets y Maladeta, aunque en esta ocasión me proponía visitar zonas que no conocía.

El mes de agosto no suele ser el más favorable fotográficamente hablando. La luz es muy dura durante la mayor parte del día, el agua empieza a escasear y esplendor de la primavera ya ha llegado a su fin en las altas cumbres. Pero aún así sabía que, de llevarme algo a casa, sería con casi total seguridad durante el amanecer y el atardecer, únicos momentos del día donde la magia de la luz de la montaña se hace presente. Así que la búsqueda de enclaves en Internet durante las semanas previas, lo centré en maximizar las oportunidades durante esos momentos del día.

Di así con un lugar que me enamoró, al ver unas pocas fotografías de calidad, y que no figura entre los más fotografiados del parque: La laguna de Paderna y su inmediaciones a los pies del pico del mismo nombre. Quizás parte del motivo sea que no es una de las cumbres más significativas del parque y que su ubicación exige una caminata de algo más de 1 hora desde el parking más cercano, lo que dificulta fotografiarlo al amanecer, que por su orientación hacia el este es a lo que mejor se presta. Así pues, o bien se hace vivac a sus pies (lo más adecuado) o bien se pernocta en el refugio La Renclusa y se realiza una caminata nocturna de 30'-40' que aconsejo hacer antes de día para familiarizarse con el recorrido.

El parte meteorológico para esos días, de sol y nubes con posibilidad de precipitaciones, me daba ciertas esperanzas aunque ni mucho menos me garantizaba lo que iba buscando. Tendría que confiar en la suerte.

Después de tres horas de recorrido desde el coche y un desnivel salvado de 600 metros, y tras unos empinados últimos 200 metros de ascenso paralelos al caer de un riachuelo entre grandes rocas, desemboco en un oasis de verdor, recorrido por serpenteantes aguas cristalinas que como espejos reflejaban las cumbres que rodean el lugar. Eran las 7 de la tarde cuando llegué y no pude más que empezar a buscar las mil y una posibilidades que brindaba el lugar antes de ni siquiera saber donde iba a colocar la tienda. Aunque no era sitio más idóneo para un atardecer sabía que a poco que tuviera un buen amanecer podría volverme a casa con buen material.

Tras una noche algo agitada por el viento y con poca continuidad en el sueño amaneció un día despejado por el este y con nubes sobre el oeste: la situación ideal. La búsqueda de composiciones ya la había realizado la tarde anterior así que lo único que me quedaba era tratar de captar los diferentes matices de la luz a medida que se abría el día y esperar el momento adecuado cuando el viento dejaba de soplar y los reflejos se hacían nítidos. Dicho así parece hasta una actividad relajante: sé donde colocar el trípode y como encuadrar la escena que tengo ante mis ojos. La realidad es bien distinta, la luz cambia vertiginosamente de tonalidad y a poco que te descuidas has perdido para siempre jamás el momento cumbre del día. El contraste de luz es tan grande y la orografía tan irregular que te obliga a ir un paso más allá en el manejo de los filtros degradados. No vale con situar el filtro adecuado y hacer la foto, no, hay que hacer varias tomas, con filtro, sin filtro, con el filtro colocado de una forma, de otra, etc., para luego en casa tratar de obtener la toma más realista posible, sin que la foto muestre rastro alguno de la utilización de ningún tipo de filtro.



Aunque soy un defensor de la técnica del degradado neutro digital, con el paso del tiempo soy cada vez más defensor de la utilización de filtros degradados físicos. Una cosa no contradice la otra. La técnica que utilizo es hacer varias tomas con el filtro degradado neutro (que sujeto con la mano y muevo durante la exposición) e incluso alguna sin filtro. El objetivo no es otro que el que ya he comentado unas líneas más arriba: borrar de la foto final todo rastro de oscurecimiento que delate la utilización del filtro degradado. Pero..., ¿por qué utilizar el filtro y no simplemente hacer tomas sin del degradado neutro para luego fusionarlas digitalmente? Las tonalidades y saturación que aporta el filtro degradado neutro, al menos los de la marca Singh-ray, que son los que utilizo yo, son difícilmente conseguibles en tiempo de post-procesado.


Al final la suerte se puso de mi lado y el amanecer resulto todo un espectáculo (la fotos hablan por si solas). La escapada ya había dado sus frutos.

El segundo día no tenía muy claro donde iba a pasar la noche e iba depender de lo que me encontrara insitu. Las inmediaciones de los ibones de Viallamuerta, el Plan de Estañ o el Plan de Aigualluts figuraban entre los posibles candidatos. Finalmente este último fue el lugar elegido, tanto por sus posibilidades fotográficas como por las de acampada.

Las horas centrales del día no terminaron de inspirarme y cayeron pocas fotos, algunos detalles a las cascadas de la zona y alguna que otra foto para matar el aburrimiento que sabía acabaría borrando o guardando como foto documental. Las horas siguientes tampoco fueron mucho mejores. Un atardecer insulso y un amanecer encapotado y amenazante no me dieron apenas opciones.

Ya camino de regreso al coche, bajo la lluvia, con un cielo gris sobre mi cabeza pero con un verdor eléctrico bajo mis pies, una gran sonrisa se dibujada en mi interior. Era más consciente que nunca de lo sobrecogedoramente bello que es el mundo natural incluso en uno de los calificados como días grises. Es una pena que sigamos sin ser conscientes de que forma parte integral de nosotros mismos, que tenemos que cuidarlo como si fuera una parte más de nuestro cuerpo. En los dos días que pasé entre las montañas seguí viendo muestras de esa falta de consciencia: vi y recogí restos de basura que los visitantes del parque dejaban "olvidados".

Fotográficamente la experiencia había resultado más que gratificante. Seguía teniendo grabado en mi memoria las mágicas luces de mi primera mañana y en mi interior resonaban las palabras de un fotógrafo norteamericano que recientemente había tenido oportunidad de leer y que sentí como parte de mi hacer fotográfico. Decían:

Estoy muy interesado en crear imágenes, en condiciones naturales, que estén en el límite de lo que experimentamos comúnmente como realidad. Estoy explorando un conjunto de técnicas, tanto en el campo como de post-procesado hacia la consecución de este objetivo, pero en gran medida, todas ellas dependen de estar en el lugar correcto en el momento adecuadoSean Bagshaw - www.outdoorexposurephoto.com


Más fotos de la escapada aquí, en mi web: www.efferra.com

domingo, 3 de agosto de 2008

Escapadas: Costa Brava

Ya de vuelta de mi primer encuentro con la Costa Brava he actualizado mi web con nuevo material.

Combinar la fotografía de paisaje con las vacaciones familiares no es tarea fácil. Te obliga a madrugar y buscar localizaciones no muy alejadas del alojamiento. La perseverancia y una buena planificación previa es la clave para asegurar el éxito.

miércoles, 9 de julio de 2008

El Mundo de los Pirineos


La revista El Mundo de los Pirineos, en su numero de julio-agosto de este año, ha publicado una foto mía en su sección de Editorial. Previsiblemente esta será la primera de una cuantas fotos mías que podréis encontrar en los sucesivos números que publicará esta revista.

Sobre la foto, decir que fue una de mis primeras fotos durante mis inicios en la fotografía de naturaleza. Tomada con una Canon EOS 300 y película Sensia 100, hace ya 8 años, en el valle de la Fuenfría en plena sierra madrileña.

A partir del mes de septiembre traeré nuevas novedades. ¡Estad atentos!

miércoles, 11 de junio de 2008

Escapadas: El Parque Natural de Peñalara.

Este tiempo borrascoso que para algunos puede resultar cansino, es la mar de propicio para la búsqueda de encuadres con cielos ricos en matices y formas.

El domingo por la mañana volví a pegarme otro madrugón. El sitio elegido, mi rincón favorito de la sierra de Madrid, las praderas del Parque Natural de Peñalara. Lugar idóneo para el amanecer por su orientación abierta hacia el este.

El parte meteorológico, que consulté la noche anterior, era propicio para lo que yo quería, pero esta vez no iba con ninguna idea preconcebida. A menudo esto me produce cierto desasosiego. La luces del amanecer tan pronto como aparecen se esfuman y si no tienes ojeado, con cierta antelación, una posible ubicación tienes muchas probabilidades de volverte a casa con las manos vacías. Pero por otra parte, el no saber que te puedes encontrar, agudiza tus sentidos y te hace más sensible a los detalles que te rodean.

Como podréis suponer, los minutos del amanecer en el que el cielo empezó a teñirse de rojo fueron de infarto. No encontraba nada que me satisficiera. Busqué reflejos en los arroyos cercanos, primeros planos con rocas que aportasen cierto interés, pero nada. Y el cielo sobre el horizonte, mientras tanto, iba adquiriendo por momentos unos rojos más intensos. Como la zona del cielo con más colorido se concentraba sobre el horizonte y no sobre mi cabeza, el uso del gran angular no era lo más adecuado, así que decidí sacar el tele y ver si podía concentrarme en esa zona. Si quería sacar detalles en el primer plano debía hacer uso de un degradado neutro para compensar la diferencia de tres pasos entre cielo y tierra. Probé uno de transición fuerte, pero al ponerlo delante del objetivo con la focal fijada en 105 milímetros, la zona de transición del filtro desaparecía. No me quedaba más remedio que realizar cuatro tomas con un paso de diferencia y luego combinarlas con PS en casa para recrear el efecto del filtro degradado.


A escasos metros de donde me encontraba vi una gran roca casi cubierta por un entresijo de ramas y raíces. El cielo iba cambiando vertiginosamente de forma y color y sabía que no iba a tener mucho tiempo de hacer muchas más fotos. Esa roca abrazada por las ramas constituía un primer plano original, distinto del típico reflejo o típica roca desnuda. Decidí, pues, que, o intentaba aprovechar este elemento como primer plano para una toma con el gran angular o me volvía con él a casa intacto. Hice varias tomas probando diferentes combinaciones de filtros degradados, al final un degradado inverso, sujeto con la mano y movido durante los 4 segundos que duró la exposición para suavizar la zona de transición, fue lo más adecuado, ya que la zona de más intensidad se localizaba en una delgada franja sobre el horizonte. Después, ya en casa, pude sacarle partido al resto de tomas para extraer detalles de las lomas oscurecidas por el degradado neutro.

Minutos después las luces ya habían perdido toda su fuerza y era momento de experimentar, sin prisas, sin agobios. Quería probar una técnica conocida como Scheimpflug digital, que he visto utilizar a algunos fotógrafos con el fin de maximizar al máximo la profundidad de campo. La idea es tomar varias fotos, de un mismo encuadre, con la misma exposición pero enfocando en el primer plano, en el plano medio y en el fondo. Luego en PS se cogen estas tomas y se combinan con el uso de máscaras de forma idéntica a como se hace para simular un degradado neutro digital. El quid del asunto es que hay que realizar el enfoque de los distintos planos de forma manual. Para ello me vino muy bien el Liveview de mi cámara (una Canon EOS 40D) ya que pude enfocar, viendo la imagen en el LCD, un punto concreto ampliado un 200%. Además, permite combinarse con el botón de previsualización de profundidad de campo sin que el LCD se oscurezca por utilizar diafragmas cerrados, que es precisamente lo que sucede si se mira por el visor. El LCD compensa esta falta de luminosidad y lo que único que se aprecia es el grado de enfoque final. La verdad es que el Liveview proporciona mucha más ayuda de lo que pensaba en un principio.

Mientras visualizaba los resultados de las tomas, sentado en una praderita junto a un arroyo me sorprendió gratamente, sin quererlo ni beberlo, un compañero de afición, Cesar Zarallo (si no lo conocéis, os animo a visitar su trabajo, no os dejará indiferentes). Después de una breve conversación cada uno volvió a la suyo. A mi regreso pude deleitarme con unos macros de las curiosas formaciones que se desarrollan en las rocas de esta zona del Guadarrama.

Me fascinan estos micromundos abstractos en los que se pierde toda sensación de escala y que habitualmente pasan desapercibidos pero son tan accesibles al ojo del fotógrafo.

Es el juego de colores, formas y texturas caóticas pero con un orden y equilibrio subyacentes lo que me atrae.

Después de casi media hora retratando un area de no más de 10 centímetros cuadrados había llegado a su fin la jornada fotografica.

martes, 10 de junio de 2008

El libro del mes

En esta nueva sección de mi blog, voy a comentar libros sobre fotografía que forman parte de mi biblioteca personal y que por un motivo u otro me han llamado la atención, bien por su calidad fotográfica, bien por su capacidad para transmitir ideas o conceptos relacionados con el mundo de la fotografía. Mi intención es presentaros un libro cada trimestre.

Para inaugurar la sección voy a presentaros una reciente adquisición: National Audubon Society Guide to Landscape Photography de Tim Fitzharris

Ya sólo con hojear sus páginas nos quedaremos embelesados con la calidad artística de este paisajista norteamericano. No es un libro de gran formato pero el acabado y reproducción de las fotografias es impresionante. El contenido del libro es un curso entero, y de lo más completo que he visto, sobre el arte de fotografiar el paisaje, desde los aspectos básicos de manejo del equipo fotográfico hasta consejos para sacar el mejor provecho de determinados tipos de paisaje: la costa, reflejos, ameneceres y atarderces, etc, pasando por aspectos de composición y aspectos de procesado digital.

Para quien se quiera iniciar en el mundo de la fotografía de paisaje considero este libro imprescidible. Para el fotógrafo avanzado, sus más 200 fotografias resultarán fuente segura de inspiración.

miércoles, 4 de junio de 2008

Invierno en el Valle de Gaube

Mi última salida fotográfica fue durante el pasado invierno en el Pirineo Francés. El relato de esa experiencia lo tenía guardado a medias en mi disco duro y hoy he decidido acabarlo y que viera la luz.

Hay veces que las cosas no salen como uno quiere o ha imaginado. El Vignemale, montaña mítica entre los amantes del Pirineo, me enamoró en cuanto la vi en unas pocas imágenes que sirvieron para engatusar a mi compañero de ruta, Saúl Santos. Al final del valle de Gaube se encuentra el refugio Oulettes de Gaube emplazado a los pies de la mítica pared de 900 metros que tantos escaladores han ansiado y logrado escalar. Pero nuestro objetivo era distinto, no perseguíamos pisar su cumbre sino retratar su mejor cara, sus bellas luces en el marco sin igual que ofrece el invierno en la montaña.

El pronóstico meteorológico no era el mejor y sembraba dudas sobre nuestras posibilidades, pero como sabíamos de lo impredecible del tiempo siempre albergábamos esperanzas y la imagen de las luces rojas del amanecer no dejaba de estar presente en nuestras mentes.



El día de la aproximación al refugio no pudo empezar mejor, a pesar de un pronóstico desfavorable, y nos llenó el cuerpo de alegría y optimismo. Encontramos el valle del Gaube con menos nieve de la que habíamos pensado, pero casi lo agradecimos pues sabíamos que nos podría dar más opciones de jugar con los reflejos en los pequeños arroyos del valle. Entre foto y foto llegamos pasadas las seis de la tarde al refugio disfrutando del entorno y de la estampa del Vignemale alzándose al fondo del valle. ¡Aquí es el sitio!, nos dijimos mi compañero de fatigas y yo cuando llegamos a una zona de meandros que proporcionaban un encuadre inmejorable de la mítica montaña. Nos imaginábamos las luces del amanecer reflejadas en las curvas de agua salpicadas por la nieve en las orillas. En ese momento no sabíamos que dicha imagen tardaría en llegar más de lo que nos imaginábamos. Una hora y media más tarde llegamos al refugio donde nos sorprendió, gratamente, la poca gente había.



Tras una cena sin igual, dado el enclave del sitio —que por unas razones u otras, siempre coincide con la hora del atardecer—, no dudamos en salir al frío de la noche en busca de una de las fotos imaginadas. La luz de la luna reflejada en la nieve en combinación con un cielo limpio lleno de estrellas y la calida luz del refugio filtrándose por las ventanas nos iba a proporcionar una imagen de gran de belleza. Cerca de una hora estuvimos Saúl y yo haciendo fotos, codo con codo, insensibles al frío de la noche sin imaginarnos cuan distintos serían los días sucesivos.

A las 5:55 del día siguiente sonó la alarma del móvil, con la foto del amanecer en mente, el sueño pronto dejó paso a las ganas de presenciar las luces de la mañana. Pero topamos de bruces con la realidad, como una pesada losa, cuando al abrir la puerta del refugio, en vez de contemplar la mole impresionante del Vignemale, sólo pudimos ver una inmensidad blanca, opaca, sin detalle alguno, sólo perturbada por la caída de los copos de nieve. No había nada que hacer más que volver a la habitación pensando que quizás el día siguiente nos diese algo de tregua.

El día trascurrió sin cambios y pocas novedades. Una breve salida tras el desayuno para disfrutar del ambiente invernal de la montaña y quien sabe si poder traernos alguna bella estampa; el almuerzo y como única compañía el guarda del refugio con el que mantuvimos una agradable conversación y, poco a poco, a media que transcurrían las horas el blanco de la ventana dio paso al gris y el gris a la oscura noche. No dejaba de nevar.

A la mañana siguiente, día del regreso, volvimos a intentarlo a la misma hora que el día anterior. Si bien el pronostico no era nada favorable siempre teníamos la esperanza de que el tiempo nos hiciera un guiño, lo justo para hacer La Foto y marcharnos contentos a casa. Al abrir la puerta del refugio vimos que ya no nevaba igual que el día anterior, nevaba más!. Veinte centímetros de nieve y viento nos acompañaron durante las primeras horas del camino de vuelta. Nuestras opciones de presenciar el Vignemale al amanecer se habían esfumado, tendríamos que dejarlo para otra ocasión. Ya sólo nos quedaba disfrutar de lo que nos rodeaba, la magia blanca de la montaña, que enamora, sin duda. Durante las primeras horas de regreso la nieve en contra dificultó la toma de cualquier fotografía. De pronto, estando ya en cotas más bajas, el viento y la nieve cesaron y la imagen de los abetos nevados hinchieron nuestros corazones sin dejar de maravillarnos ante lo que teníamos oportunidad de presenciar.

Poco antes de llegar al lago de Gaube Saúl y yo decidimos abandonar el camino. La vista del valle con su traje nevado no nos hubiera perdonado pasar de largo. Saúl abriendo huella y yo detrás. Hundido en la nieve hasta las rodillas puede ver ocultos tras la arboleda unos saltos de agua que hubieran sido la delicia de cualquier fotógrafo. La estrechez del lugar no me permitía mucho juego, pero tras más de 15 minutos de esfuerzo y concentración tratando de exprimir la magnificencia y belleza del lugar, pude conseguir la que, con seguridad, fue foto estrella del viaje.

Los paisajes que nos encontramos durante el resto de la jornada hasta llegar al coche nos mantuvieron entretenidos y nos hicieron disfrutar como no nos imaginábamos. Es cierto que uno de los objetivos de la salida era capturar las primeras luces del amanecer sobre el Vignemale, pero otro era disfrutar del espectáculo blanco de la montaña y este objetivo se había cumplido con creces.

No dejaba de resultar curioso que los días más fructíferos, fotográficamente hablando, fueran el día de la ida y el de la vuelta, cada uno distintos pero proporcionándonos imágenes únicas. La llegada al coche no supuso el fin de nuestro viaje fotográfico, a cada curva que dábamos abandonando Pont d’Espagne nos veíamos obligados a parar y retratar las mil y una sutilezas con que la nieve transformaba el paisaje.


A la llegada al Portalet, casi en la frontera española, la nieve volvía a adueñarse del paisaje y nuestras cámaras volvieron a retumbar por última vez en el frío ambiente de las últimas luces de la tarde.


Al final, no nos trajimos la imagen que nos había impulsado a hacer el viaje, pero la experiencia superó, una vez más nuestras expectativas, a pensar de que el tiempo no acompañó.

Siempre hay algo que atrapar con la cámara, siempre hay visiones y sensaciones que te impulsan a inmortalizar el momento vivido. Lo importante es estar en el lugar y tener la mente abierta ante lo inesperado.

En mi web encontraréis más fotos del viaje junto con los datos de cada foto. También podréis leer relatos de otras experiencias.

martes, 3 de junio de 2008

Bienvenidos a mi Blog!!

Hace mucho tiempo que venía madurando la idea de tener una espacio online donde compartir reflexiones, vivencias, noticias y trabajos personales entorno a la fotografía de naturaleza y fotografía de paisaje de forma más o menos asidua.

Un primer paso para dar a conocer mi trabajo de forma personalizada fue mi web, que el pasado mes de enero cumplió su primer añito, pero pronto descubrí que no era el lugar adecuado para compartir mis pensamientos sobre el arte de fotografiar la naturaleza. Así que este blog nace como el complemento perfecto a mi web donde espero haceros partícipes de mi forma de entender el arte de fotografiar la Naturaleza.

¡¡Sed bienvenidos!!