domingo, 29 de agosto de 2010

Escapada a los Valles Occidentales del Pirineo (1ª parte)

Hace un año con el nacimiento de mi hija tuve que posponer una escapada al Pirineo que hacía tiempo tenía planificada. Este año parecía que se daban las circunstancias para coger el equipo fotográfico, la tienda y el saco y pasar unos días en solitario con la intención de volver a revivir las sensaciones de la escapada del 2008.

La zona elegida eran los alrededores del Midi d’Ossau, en el Pirineo francés. Sin embargo a última hora tomé la decisión de cambiar de destino. Otra zona en mi lista se adecuaba más a las nuevas circunstancias. Quería aprovechar la escapada para recorrer algunos de los itinerarios programados para el taller de otoño que tendré oportunidad de impartir en el Valle de Hecho a finales del próximo mes de octubre. Algunos ya los conocía, pero otros eran nuevos. El plan estaba claro, tras dedicar las primeras veinticuatro horas a inspeccionar nuevos enclaves y recorridos para el taller los siguientes dos días los pasaría visitando los ibones de Acherito y Ansabère, éste último ya en territorio francés, y el valle de Aguas Tuertas, nacimiento del río Aragón Subordan y eje central de todo el Valle de Hecho.

Un fuerte borrasca me obligó a retrasar un día la salida del viaje con el fin de evitar una noche en la tienda pasada por agua. En los días que siguieron el anticiclón se asentó y pude disfrutar de unas noches tranquilas aunque frescas bajo las estrellas. Fotográficamente tampoco era lo más favorable pero es lo que había.

El día que llegué y tomando como base el camping de Zuriza pude dedicar el resto de la jornada a recorrer diversos senderos por los alrededores e interior del bosque de Gamueta. Mi intención para esa tarde no era tanto traerme fotos como familiarizarme con sus posibilidades para cuando llegue el otoño. El lugar no me dejó indiferente pero aún así, a años luz de lo que debe ser cuando los amarillos y ocres pinten el entorno, la zona me embaucó lo suficiente como para inmortalizar parte de lo que vi. En otoño tiene que ser un auténtico deleite sumergirse en el encanto de estos
bosques.

Canon EOS 5D Mark II, EF24-105mm f/4L IS USM,
Polarizador, trípode
, 3s @ f/19 ISO 100

ACHERITO Y ANSABÈRE

Tras dedicar las primeras horas de la mañana a recorrer otro de los valles de la zona comencé el ascenso hacia el ibón de Acherito, clásico recorrido entre los excursionistas que esos días visitaban el Valle de Hecho y la Selva de Oza. Dos horas y media y más de 600m de desnivel me separaban de este bonito lago del Pirineo. Un cielo limpio de nubes y un sol de justicia me acompañaron durante todo el recorrido y me hicieron desistir cualquier intento de sacar la cámara. Parte del encanto de este ibón son las escarpadas cumbres que, como un anfiteatro, lo rodean por su extremo nororiental. Esta orientación hace que en los meses estivales el sol apenas incida sobre ellas. Por este motivo, de intentar fotografiar algo sería al atardecer durante el crepúsculo y contando con que hubiera nubes.

Tras pasar las primeras horas de la tarde recorriendo su entono y disfrutando de una soledad sólo interrumpida muy de vez en cuando por algún que otro excursionista, continué mi recorrido hacia el ibón de Ansabère, donde tenía intención de pasar la noche. El porqué de acampar en este lugar no era casual. Había visto alguna foto de la panorámica que se podía obtener desde este sitio y la época del año era más que propicia para un buen amanecer. A medida que ganaba altura y el ibón de Acherito se hacía cada vez más pequeño, el viento ganaba en fuerza y la sensación térmica caía en picado. Una vez dejado atrás el ibón y desde el sendero que recorre el collado que divide la parte francesa de la parte española el viento alcanzó su apogéo. A mi izquierda se divisaba todo el Valle de Hecho con el Castillo d’Acher destacando en la lejanía. Y a mi derecha el circo de Lescún, que como una gran hoya de roca tapizada de verde a medida que gana profundidad, se encontraba ya prácticamente tapado por las nubes. Hacía allí me tenía que dirigir. A duras penas lograba vislumbrar las Agujas de Ansabère. Las nubes las envolvían y sólo ocasionalmente me permitían vislumbrar sus perfiles amenazantes tan característicos. El viento, el frío y el deseo de llegar me quitaron las ganas de sacar cámara y trípode para inmotalizar esta vista.

Canon EOS 5D Mark II, EF24-105mm f/4L IS USM,
Polarizador, trípode,
HDR de 0,5s, 1s y 2s @ f/19 ISO 100


Llegado al punto en el que el sendero gira en redondo y comienza a perder altitud un grupo de excursionistas franceses se encontraban en medio del vendaval haciéndose fotos. Tras el pertinente saludo comencé el descenso en zigzag hasta la pequeña laguna. En algo más de media hora me encontraba buscando un lugar donde poner la tienda. Los mejores sitios a sotavento y al pie de una gran pared de roca ya estaban ocupados por las tiendas de los franceses. La mejor opción, aunque lejos de ser del todo favorable, la encontré a orillas del pequeño ibón. Dormir en pendiente sabía que no iba a resultar muy cómodo pero era lo mejor que pude encontrar.

En mis planes contemplaba la opción de volver al ibón de Acherito para el atardecer pero dos horas antes de la puesta de sol me encontraba inmerso en una espesa niebla que me quitó de la cabeza cualquier intento de salir de la tienda cámara en mano.

Ese día cené pronto y me sumergí en el saco poco después. A la mañana siguiente y tras una noche más tranquila de lo que en principio imaginaba, en cuando sonó la alarma del móvil asomé la cabeza por la cremallera de la tienda y el panorama que se abrió ante mi fue el de un día limpio que a duras penas recordaba lo que había sido la tarde anterior. El perfil montañoso, con el Petrechema (2.366 m) y la Mesa de los Tres Reyes (2.444 m) alzándose frente a mi tienda, se recortaba sobre un cielo azul impoluto y se reflejaba sobre las aguas del ibón a mis pies.

Al ver ese cielo despejado sin nubes lamenté no haberme levantado en plena noche para inmortalizar el entorno bajo un cielo estrellado. La sola idea de abandonar el calor del saco y sumergirme en el frío de la noche muerto de sueño me parecía una autentica locura. Qué distintas se ven las cosas ahora en casa mientras redacto estas palabras.

Como un rayo me vestí y salí de la tienda. A pocos metros monté el trípode y comencé a retratar el panorama que se abría ante mí. La luz del crepúsculo, minutos antes de la salida del sol, que los anglosajones llaman “alpenglow” (resplandor alpino) confiere al paisaje montañoso una luminosidad especial casi irreal que me ocupé de inmortalizar.

Canon EOS 5D Mark II, EF24-105mm f/4L IS USM,
Polarizador, trípode, 4s @ f/9,5 ISO 400
Panorámica de 5 fotos verticales con HDR en dos de ellas

Para la perspectiva que me gustaba no encontraba ningún primer plano que pudiera complementar apropiadamente la escena que tenía ante mí. Así que decidí concentrarme en lo que realmente me atraía: las cumbres y sus reflejos sobre el ibón. No dejé de aprovechar la ocasión para autorretratarme. Estas fotos siempre las echo de menos cuando vuelvo de una escapa en solitario así que esta vez no desaproveché la oportunidad. En la segunda foto que hice las cumbres comenzaron a teñirse del tan ansiado color carmesí. El encuadre estaba claro y no tenía ni muchas otras opciones ni tiempo para buscar nuevos encuadres. El sol avanzaba en su recorrido y las tonalidades sobre las cumbres cambiaban a un ritmo vertiginoso. No obstante el verdadero reto estaba en pillar el agua lo más inmóvil posible para sacar un buen reflejo entre racha y racha de la brisa matutina. A veces la espera resultaba desesperante.

Canon EOS 5D Mark II, EF24-105mm f/4L IS USM,
Polarizador, trípode, 3s @ f/16 ISO 100

Tras una hora haciendo fotos y probando diferentes encuadres sin encontrar un primer plano que me convenciera quise probar con unas rocas sumergidas. Para entonces la luz casi había perdido su magia y se acercaba el momento de desayunar, desmontar la tienda y ponerme de nuevo en marcha.

Canon EOS 5D Mark II, EF17-40mm f/4L USM,
Polarizador, trípode
HDR de
0,5s, 1s y 2s @ f/22 ISO 100

Las condiciones meteorológicas sin ser las optimas para un fotógrafo de naturaleza, pues los cielos limpios rara vez dan opción a crear fotos llamativas y con dramatismo, al menos me ofreció el espectáculo visual de contemplar las montañas cuando reciben los tan ansiados primeros rayos de sol. Los reflejos proporcionados por el pequeño lago pirenaico aumentaron más si cabe la belleza de este caleidoscopio natural.

No he querido profundizar mucho en los pormenores de cada fotografía por no hacer el relato extremadamente farragoso, así que en las próximas semanas desmenuzaré algunas de las fotos publicadas detallando el cómo y el porqué en tiempo de ejecución y las decisiones que he tomado en tiempo de post-procesado. Estad atentos!

miércoles, 25 de agosto de 2010

Nueva escapada al Pirineo

Próximamente publicaré el relato de mi última escapada por tierras pirenáicas. Tres días en las montañas de Huesca en solitario acampando junto a lagos y ríos que me han traído momentos, escenas y luces inolvidables.

Como toda escapada de este tipo a uno le sabe a poco, pero aún así amoldándome a las condiciones que la naturaleza a uno le impone he podido traerme fotos que ya tenía en mi cabeza antes de partir, otras producto de la improvisación y otras que siguen estando en el fondo de mi imaginación para mejores ocasiones.

Por no hacer el relato muy extenso lo publicaré en dos entradas consecutivas con una semana de diferencia.


Permaneced atentos!