sábado, 13 de julio de 2013

Sol y hielo en Neouvielle - 2ª parte


LA TRAVESIA


Caminando cerca del lago de Aumar (iPhone 5)
No hay cosa que alegre más el espíritu que caminar sobre un paisaje nevado una día soleado. A pesar del peso sobre nuestros hombros, fue una auténtica delicia abrirse paso sobre la nieve en manga corta dejando atrás los dos lagos que nos habían acompañado durante las últimas horas. Las raquetas que llevábamos nos hicieron más cómodo el recorrido en esta ocasión.

Nos tomamos sin prisas la travesía, con la calma de aquellos que saben que el día es largo, con la tranquilidad de quienes quieren atrapar con cada poro de su ser la esencia del lugar. Tras una hora de camino y una breve parada para tomar un tentempié iniciamos el estrecho sendero que discurría por la falda de una ladera directo a la Hourquette d'Aubert alternando entre zonas de nieve y sendero. 

Hacia la Hourquette d'Aubert (iPhone 5)
(collado en el centro de la imagen)
A medida que superábamos la cota de los últimos pinos la vista hacía el paisaje que dejábamos atrás no podía ser más hermosa. Cumbres nevadas, un cielo azul intenso donde tímidas nubes danzaban al son de una ligera brisa, y bajo nuestros pies, perdiéndose en la distancia, los lagos de Aubert y de Aumar reluciendo como dos gemas encajadas entre montañas tapizadas de una alfombra de coníferas.

En poco tiempo llegamos al punto más conflictivo de la travesía, pues un gran nevero cortaba el camino y no había huellas que indicaran que otros ya lo hubieran atravesado. Un pequeño resbalón sobre la pendiente de 45º que debíamos atravesar longitudinalmente significaría caer varias centenas de metros sobre la nieve. Convinimos que lo más sensato en esta ocasión era hacer uso de los crampones. Y así lo hicimos. Yo en primer lugar, mi hermano Carlos tras de mi, y cerrando la comitiva, Patric. Atravesar aquella lengua de nieve se nos hizo más larga y requirió más esfuerzo del que pensamos, tanto por la tensión de no cometer ningún error y clavar bien los crampones como por el peso que cargábamos, pero el esfuerzo valió la pena.

Llegando a la Hourquette d'Aubert
Lago de Aubert al fondo (iPhone 5)

Superada esta dificultad ascendimos fuera de sendero unas decenas de metros ya por roca y hierba salvado otro nevero unos metros abajo hasta llegar al collado. La vista de lo que sería nuestro lugar de pernocta no podía ser más espectacular, pues el valle, al estar orientado al norte, estaba totalmente cubierto de nieve y los lagos a penas se dejaban ver.

Descendiendo hasta lago Estagnol (iPhone 5)
Tras un merecido descanso tomamos el sendero que bajaba al valle, claramente marcado y por el momento sin nieve. ¿Hasta cuándo? A la media hora lo supimos, pues quedaba interrumpido por otra lengua de nieve. Comencé a avanzar con cuidado, sin crampones ni raquetas. Cuando me quise dar cuenta estaba con el culo sobre la nieve descendiendo a toda velocidad. El sobresalto del primer segundo dio paso al jubilo de lo que se había repentinamente convertido en una diversión y en una forma más rápida y segura de bajar al fondo del valle. Carlos y Patric, atónitos, sólo vieron como descendía rápidamente varios metros para a continuación desaparecer. Al no oír ningún grito, decidieron imitarme. Ese descenso se convirtió en la anécdota del viaje.




Llegados los tres al fondo del valle con una sonrisa dibujada en la cara, comenzamos a recorrerlo en suave descenso. Eran poco más de las tres de la tarde y lo primero que teníamos que hacer era buscar un emplazamiento para las tiendas. Mi idea era acampar cerca del Lago Nère, segundo lago según el recorrido que llevábamos. Mi hermano Carlos se había quedado prendado por las vistas que se tenían desde la Hourquette d'Aubert y estaba decidido a hacer el atardecer, por lo que lo más sensato era montar las tiendas poco antes de llegar al primer lago, Lago Estagnol (2.235 m).

La calidad de la nieve, bastante compactada, no ofreció ninguna dificultad para montar las tiendas. Unas bolsas de basura que trajo Patric, dispuestas sobre la nieve, nos sirvieron de aislante para evitar que el suelo de las tiendas se mojase si a la nieve le daba por derretirse en exceso. Las piquetas, dispuestas en forma de 'T' y bien metidas en la nieve, hicieron perfectamente su función.

Canon EOS 5D Mark II, EF17-40mm f/4L USM, polarizador, trípode
1/200 @ f/8.0, ISO 100

A las 6 de la tarde, tras un merecido descanso en la tienda, donde casi nos abandonamos al sueño, bajamos hasta al lago Estagnol, a 10 min de donde nos encontrábamos con la idea de reconocer el terreno de cara al amanecer. El lago estaba aún medio congelado con el Pico de Astazou (2.622 m) alzándose imponente sobre él. Formas heladas blanquecinas sobresalían sobre la superficie helada. Al contemplar la escena deformada por el gran angular dichas formas convergían cual estrella de 6 puntas. La hora se me echaba encima y no había tiempo de seguir buscando composiciones. Carlos y Patric ya estaban en las tiendas y pronto tendríamos que salir para recibir los últimos rayos de sol en la Hourquette d'Aubert. La subida hasta las tiendas fue más agotadora de lo que en un principio hubiera pensado debido al cansancio acumulado en las piernas. Una hora más tarde, mi hermano yo deshacíamos el camino del mediodía por una ruta alternativa para no tener que subir lo que de forma tan divertida habíamos descendido. Patric, decidió quedarse en las tiendas para recuperar fuerzas para el día siguiente.

A pesar de ir cargados sólo con el equipo fotográfico, la subida se me hizo eterna, pero el pensamiento de lo que podían ser las últimas luces del día sobre los lagos nevados me daba las fuerzas y las ganas necesarias para no renunciar. A nuestras espaldas las nubes bajas iban invadiendo los valles a lo lejos y no podía quitarme de la cabeza como nos quedaríamos si una vez arriba resultaba que un mar de nubes tapaba completamente los lagos. Llegamos con tiempo suficiente para comprobar que los lagos eran perfectamente visibles y buscar un buen encuadre, aunque al ser una vista elevada tampoco es que hubiera muchas opciones.

Con el devenir de los minutos las sombras iban poco a poco haciéndose dueñas del paisaje, sólo las cumbres más altas se resistían a ser engullidas por ellas. Las nubes, que tapaban los valles a lo lejos cuando llegamos, fueron avanzando de forma casi imperceptible hasta casi cubrir los lagos de Aubert y de Aumar. En este tipo de situaciones, me gusta siempre experimentar con velocidades lentas haciendo uso de filtros neutros y ver el efecto que consiguen las nubes.

Canon EOS 5D Mark II,  EF17-40mm f/4L USM, polarizador, trípode
filtro degradado neutro -2 transición fuerte, densidad neutra 6 pasos,
exp 1: 4s @ f/22, ISO 100 / exp 2: 30s @f/22 ISO 50
Cuando la franja de picos sobre el horizonte quedó en sombras decidimos recoger y bajar. Las nubes no daban visos de que fueran a coger mejor color y además, queríamos recorrer todo lo que pudiéramos del camino de vuelta con algo de luz. Eran poco más de las 10 de la noche cuando comenzamos a caminar no sin antes inmortalizar con las últimas luces del día el valle que era nuestro hogar.

Canon EOS 5D Mark II, EF17-40mm f/4L USM, polarizador, trípode
HDR de 4 exposiciones: 5s, 2s, 0.8s, 1/4s @f/22, ISO 100
La vuelta a las tiendas, donde Patric nos esperaba, transcurrió sin incidentes y no pudimos resistirnos a repetir el mismo tipo de descenso que la vez anterior con la misma sensación de euforia.

La noche iba cayendo y sólo podía imaginarme mi pasta boloñesa calentita seguida por rica una infusión.

A las once y media de la noche con la tripa llena y un cielo totalmente estrellado empezamos la sesión de nocturnas. Una de la fotos que no quería dejar de hacer era la de nuestras tiendas iluminadas con la Vía Láctea como telón de fondo. Con la ayuda de mis compañeros iluminando cada uno de ellos una tienda conseguí la foto que deseaba.

Canon EOS 5D Mark II, EF 14mm f/2.8L II USM, trípode,
exp1:30s @ f/2.8, ISO 6400 / exp2: 4min @f2.8, ISO 1600 (para detalles en las rocas)
Iluminación con frontal en el interior de la tiendas durante 4s
Tener todo el valle sólo para nosotros, con la nieve bajo nuestros pies y con las estrellas como únicos testigos de nuestra presencia, es una sensación que todo el mundo debería experimentar al menos una vez en la vida. Esa noche nos acostamos cerca de la una de la madrugada. El doble aislante bajo nuestros sacos cumplió perfectamente su función y no notamos el frío de la nieve bajo nuestros cuerpos en ningún momento. A las 5:45 sonó la alarma del reloj. El frío de la noche había endurecido la nieve por lo que nos calzamos los crampones para bajar hasta el lago con seguridad.

Llegado al lugar estudiado la tarde anterior, sólo tuve que esperar a que el sol comenzara a iluminar el Pico de Astazou para inmortalizar la escena que había visualizado.

Canon EOS 5D Mark II,  EF17-40mm f/4L USM, polarizador,
filtro degradado neutro -2 transición fuerte, trípode

2s @ f/22, ISO 100
Decidí recorrer la margen del lago para ver qué sorpresas me depararía. Había zonas que claramente no soportarían mi peso, pero en cambio otras no presentaban problemas. Avancé sobre la laguna helada cuando, para mi sorpresa, llegué a una grieta donde infinidad de pequeños universos de burbujas atrapadas en el hielo me dejaron absolutamente maravillado. La fisura no tendría más de cincuenta centímetros de ancho y a través de la fina capa de hielo se veían claramente, a los lados, los bloques de hielo bajo mis pies de varios metros de espesor. En el centro, una negrura, revelaba que en esa zona el lago era bastante profundo. La combinación de azules era increíble, desde azul más oscuro hasta el turquesa más intenso.

Canon EOS 5D Mark II, 17-40mm EF f/4L a mano alzada
1/30s @ f/5.6, ISO 200
Lo ideal hubiera sido colocar el trípode sobre la fina capa de hielo perpendicular a ella para conseguir tener enfocado mayor parte de encuadre, pero estaba seguro de que no aguantaría. Además, sólo podía hacer uso del gran angular pues había dejado el 70-200 en la tienda. No me quedó otra opción que hacer las fotos sujetando la cámara con la mano, con el brazo extendido y en el borde mismo de la fisura componiendo con el Liveview. Hice muchas fotos confiando en que alguna quedara mínimamente enfocada, pero la escasa profundidad de campo con la que jugaba hizo difícil, por no decir imposible, la tarea de conseguir una foto enfocada de esquina a esquina.

Canon EOS 5D Mark II, 17-40mm EF f/4L a mano alzada
1/40s @ f/6.3, ISO 400
Me hubiera quedado unas cuantas horas más pero no podíamos salir muy tarde pues teníamos por delante una larga jornada. De regreso, no quise desperdiciar la ocasión de componer una panorámica del lago con el pico Astazou como gran protagonista.

Canon EOS 5D Mark II, EF 17-40mm f/4L USM, polarizador,
panorámica de 11 fotos verticales y de 4 a 2 exposiciones por encuadre
Eran casi las 9:30 cuando llegué a las tiendas. Carlos y Patric ya habían desayunado. Tomando mi café con leche y mi par de barritas con cereales, disfrutaba, por última vez, de las vistas que se abrían ante mi, entrando en calor con los rayos del sol de la mañana y preguntándome si volvería, en un futuro no muy lejano, a contemplar estos bellos parajes.

De regreso hacia la Hourquette d'Aubert
(iPhone 5)
A las 10:45 salíamos rumbo a la Hourquette d'Aubert y tras deshacer el camino del día anterior, atravesar la lengua de nieve, esta vez ya con claras huellas marcadas, llegamos al parking del Lago d'Aubert poco antes de las 13:30. Media hora más tarde el taxi de la reserva natural nos dejaba en el parking del lago Oredón junto al coche.

El fin de semana no podía haber sido más fructífero, en lo fotográfico y en lo que a la travesía se refiere. Habíamos tenido nubes, sol, nieve, hielo, estrellas y los tres habíamos acabado igual de bien que cuando comenzamos, si exceptuamos el dolor de hombros por el peso de las mochilas.

Lago Oredón desde el Parking (iPhone 5)
© Carlos A. Fdez Ferrá
Antes de coger carretera de regreso a Madrid, quisimos darnos un buen homenaje de despedida parando en Bielsa para disfrutar de una comida que nos supo a gloria, después de dos días a base de comida liofilizada, barritas y frutos secos.

De camino a casa no podía evitar pensar en una próxima salida, quizás por otros lagos cercanos a Neouvielle pues este paraíso esconde verdaderos lugares de ensueño.


martes, 9 de julio de 2013

Sol y hielo en Neouvielle - 1ª parte


LOS PREPARATIVOS

A la vuelta de Semana Santa comencé a planificar mi escapada estival al Pirineo después de varios meses sin tocar la cámara. Esta vez deseaba ir un poco más allá respecto a salidas anteriores. Quería que la nieve fuese la protagonista de mis fotos. Una escapada a los Pirineos con equipo para dos noches durmiendo a la intemperie no es precisamente sinónimo de viaje ligero, más aún si le sumas los trastos que los fotógrafos de paisaje acostumbramos a llevar. Si además añadimos el factor nieve la cosa se complica mucho más.

Las condiciones que deseaba para mis fotos las tenía claras, pero el momento era otro cantar. Siempre me han llamado poderosamente la atención los instantes previos a los calores veraniegos cuando la nieve comienza a revelar lo que ha dejado oculto durante los meses de invierno, cuando el líquido vital de los lagos y arroyos de montaña comienza a dejarse ver y alterna con los paisajes nevados.

Ese momento de transición era el que quería presenciar, el que deseaba inmortalizar y captar con mi cámara. Así pues, tras informarme decidí que el momento preciso para la escapada sería a comienzos de mayo. El lugar elegido, tras sopesar diferentes opciones, sería la Reserva natural de Neouvielle, en el Pirineo francés. Visitar un lugar que no conoces siempre tiene su atractivo y, por qué no decirlo, sus riesgos. La configuración de dos sus lagos principales, el lago de Aumar (2.192 m) y el lago de Aubert (2.148 m), a los pies de todopoderoso pico Neouvielle (3.091 m) lo hacían especialmente atractivo. A diferencia de otros lagos del Pirineo, estos lagos no tienen la apariencia de lagos hundidos como calderas de un  volcán, en cambio los pinos adornan sus riberas y sus orillas forman pequeñas playas que hacen la delicia del fotógrafo.

La fácil accesibilidad a estos lagos, cuando las nieves dejan libres las carreteras, unido a la fotogenia del entorno determinaba que fuera el punto elegido para pasar la primera noche. Pese a la belleza de este lugar son pocas las fotografías que encontré más allá de las típicas instantáneas realizadas por excursionistas y amantes de la montaña. Pocos fotógrafos, con claro interés artístico y armados con trípode y demás enseres fotográficos, se han acercado a sus orillas, a diferencia de otros enclaves del Pirineo. Eso lo hacía más atractivo si cabe. Aún así, los alrededores de los lagos de Aumar y de Aubert son, con mucho, los lugares más fotografiados de toda la Reserva Natural y alrededores.

Quedaba elegir dónde pasaría la segunda noche. Tras estudiar los mapas de la zona me decanté por un valle orientado al norte donde varios lagos se dan cita en sucesión, como miembros de una gran familia cogidos de la mano. El acceso desde los lagos de Aubert y de Aumar sólo requería salvar un desnivel de algo más de 300 metros y unas tres horas de recorrido. Este valle, abierto hacia norte, está presidido desde lo lejos por el mítico Midi de Bigorre (2.876 m) que, con sus inconfundibles antenas, preside todo el entorno. Al sur, los grandes contrafuertes del pico Neouvielle y al este y oeste sus hermanos menores (Pic d'Astazou (2.622 m) y Pic dets Goubous (2.541 m)) envuelven el valle. Esta orientación lo hacía ideal para fotografiar el atardecer y el amanecer durante los meses centrales del año.

Esquema del recorrido y puntos de acampada
Según se aproximaba la fecha fui consciente de que las condiciones excepcionales de innivación de este año me iban a obligar a retrasar la fecha un mes. Una semana antes del 8 de junio, segunda fecha elegida para salir, había más de 3 metros de nieve en el entorno de Neouvielle y los lagos estaban totalmente tapados. No eran las condiciones que estaba buscando. Decidí, pues, retrasar el viaje un mes más. El espesor de la nieve fue bajando hasta quedar a unos escasos 2 metros. Una semana antes de partir las recientes lluvias sumadas al deshielo produjeron cortes de carreteras en todo el Pirineo, y la carretera de los lagos, que debía tomar, no fue una excepción. El buen tiempo que siguió permitió acelerar las reparaciones y el 28 de junio, junto a mi hermano Carlos y el amigo Patric salíamos rumbo a Neouvielle, con unas condiciones atmosféricas que hacían presagiar un fin de semana y una aventura inolvidable.


COMIENZA EL VIAJE

Parking del lago Oredón (iPhone 5)
© Carlos A. Fdez Ferrá
Llegamos al parking del lago Oredón sobre las 16:00h, donde nos informaron que el acceso con vehículo particular a los lagos de Aumar y de Aubert estaba cerrado pero sí que se podía subir con el servicio de taxis previo pago (4€ ida y vuelta por persona). La alternativa era cargar cada uno de nosotros con 24kg a nuestras espaldas durante hora y media salvado un desnivel de 300 metros. Tras debatirlo, decidimos pasar por caja y ahorrar así fuerzas para los próximos días.

A tenor de la predicción meteorológica sabíamos que si llovía algo sería esa tarde, tal y como hacía presagiar el cielo cubierto que tapaba las cumbres que nos rodeaban, y que el resto del fin de semana sería soleado.

Llegados al parking situado entre los lagos de Aubert y de Aumar buscamos un lugar donde poner la tienda. La acampada entorno a estos lagos está prohibida fuera del área de vivac junto a la presa del lago de Aubert, pero dada la gran cantidad de nieve que aún quedaba nos dieron cierta flexibilidad a la hora buscar emplazamiento.

Lago de Aubert (panorámica con iPhone 5)
© Carlos A. Fdez Ferrá
El ambiente era tal y como me lo había imaginado, las cumbres nevadas, los lagos con bloques de hielo aún flotando y grandes extensiones de nieve primavera que alternaba en zonas con la roca húmeda y la vegetación que comenzaba a despertar de su largo letargo invernal. A los tres nos daba la sensación de haber sido teletransportados a miles de kilómetros, quizás a las Rocosas Canadienses o puede que a un paraje islandés. Estaba claro que habíamos acertado de lleno con las fechas elegidas.

Emplazamiento primera noche (iPhone 5)
© Carlos A. Fdez Ferrá
A orillas del lago de Aumar, y a escasos minutos del lugar que tenía elegido para hacer el atardecer y el amanecer, encontramos una cabaña cerrada a cal y canto pero con una extensión plana de hierba despejada de nieve al abrigo de una de las paredes laterales, con la suficiente amplitud como para poder poner las dos tiendas que llevábamos.

Sobre las siete de la tarde, cargados únicamente con el equipo fotográfico, nos dirigimos, siguiendo el curso de la carretera (aún con 1,5 metros de nieve a los lados) a inspeccionar el extremo oriental del lago de Aumar que, a priori, ofrecía excelentes posibilidades tanto para el amanecer como para el atardecer. Un bloque de hielo medio sumergido cercano a la orilla al instante atrapó nuestra atención. No podíamos haber imaginado mejor entretenimiento para esa tarde y mejor primer plano, con el Pico Neouvielle de fondo, para nuestras fotos.
Canon EOS 5D Mark II, EF 17-40mm f/4L USM
polarizador, HDR de 5 fotos (8s, 3,2s, 1s, 0,4s, 1/8s
@ f/20 ISO100)
Tener tal cantidad de nieve a finales de junio, era todo un regalo, era algo excepcional, quizás irrepetible en muchos años, y nos sentíamos auténticos privilegiados estando allí. Teníamos que aprovechar esas circunstancias como fuera. Apenas nos encontramos un alma esa tarde y la sensación de tener todo el paisaje sólo para nosotros hacía que disfrutáramos de cada instante aún con más intensidad.

Laguna helada (iPhone 5)
© Carlos A. Fdez Ferrá
Las nubes, aferradas al pico Neouvielle, no lo querían soltar y el sol tímidamente se dejaba ver muy de vez en cuando cuando la masa nubosa se lo permitía. A nuestras espaldas, escondidos entre pequeñas lomas, no lejos de la carretera que bajaba al lago Oredón, pequeños lagos escondían grandes tesoros como no tardamos en descubrir. Bloques de hielo medio sumergidos cubrían la mitad de una pequeña laguna y se dejaban entrever con un azul intenso. El perfil de hielo cubierto de nieve mostraba sugerentes formas que enseguida nos cautivaron.

El ambiente gris de la tarde, con un cielo amenazador, combinado con el toque de color azul intenso que otorgaba a nuestras fotos el hielo de formas sugerentes bajo el agua, era hipnotizador, casi surrealista.

Nos nos movimos de allí hasta pasadas las 10 de la noche, cuando la luz comenzó a escasear y el cielo aún cubierto no nos ofreció ya garantía alguna de buenas luces. Regresamos a las tiendas con la idea clara de repetir los mismos encuadres al amanecer pues el sol incidiría en la cumbres de forma lateral. La combinación de naranjas, azules intensos y el blanco de la nieve se me hacía de lo más sugerente. 

Tras una noche tranquila a las 5:15 sonó la alarma del reloj, saqué la cabeza a través de la cremallera de la tienda para constatar que no había rastros de nubes. La luz de una luna alta aportaba suficiente claridad al paisaje para ser consciente de la maravilla que teníamos ante nuestros ojos. No había tiempo que perder, en 50 minutos el sol haría acto de presencia. Según nos aproximábamos a la zona convenida comprobamos como el bloque de hielo que tanto juego nos dio la tarde anterior se había separado bastante de la orilla. Ya no podríamos incluirlo en nuestros encuadres. Tras las primeras fotos de rigor en la llamada "hora azul" con el pico Neouvielle reflejado, ahora visible en toda su magnitud, me dirigí al pequeño lago cubierto de hielo de la tarde anterior. No quedaba mucho para que el sol comenzara a incidir sobre el trío de cumbres. El encuadre estaba claro, sólo era cuestión de esperar.

Canon EOS 5D Mark II, EF 17-40mm f/4L USM
polarizador, degradado neutro 2 pasos de transición fuerte
6s @ f/22 ISO100
Tenía una foto que realmente, por si sola, hacía merecer todo el esfuerzo de haber preparado el viaje. Me resistía a abandonar este lugar, que casi consideraba mágico, haciendo varias tomas más para montar alguna panorámica vertical incluyendo la luna.

Volví a orillas de lago de Aumar, con la intención de fotografiar el pico Neouvielle contra un cielo azul intenso y vestido con sus mejores galas, ya bañado por la luz matutina. Las composiciones desde este lugar no tienen mucho misterio, casi me atrevería a decir que son sota, caballo y rey. Quizás son las condiciones atmosféricas las que pueden conseguir que una u otra foto tenga más o menor magia.

La luz ya comenzaba a ser dura tras llenar mi tarjeta con varios encuadres que me apetecía tener, no tanto por su originalidad como por los recuerdos que me iban a suscitar.

Tras probar con el iPhone una panorámica de 180º, que me sorprendió (el iPhone ha resultado ser una pieza del equipo fotográfico, en este viaje, casi imprescindible para documentar el mismo, sobre todo con el tema de las panorámicas) decidí repetir la misma con la reflex. Tenía configurado el Magic Lantern para que me ejecutara de forma automática las exposiciones necesarias para cada encuadre, de forma que, ya en casa, podría hacer blending o HDR de cada una de ellas antes de montar la panorámica. Hacerlo así resultó de lo más cómodo, un disparo por encuadre daba lugar de forma automática a N exposiciones asegurando que cubría todo el rango dinámico de la escena.

Canon EOS 5D Mark II, EF 17-40mm f/4L USM
polarizador, panorámica de 9 fotos verticales
y de 4 a 2 exposiciones por encuadre)
Sobre las 10:00 de la mañana volvimos sobre nuestros pasos a las tiendas para desayunar y rehacer las mochilas. Nos esperaba una travesía interesante hasta el Lago Nère pasando por la Hourquette d'Aubert (2.498m), pero esta historia tendrá que esperar a una próxima entrada.