domingo, 25 de enero de 2015

"Conjunción astral" en Siete Picos

Aprovechando una conjunción astral, lo que en mi caso significa poder conciliar la fotografía con la vida familiar y con condiciones meteorológicas óptimas, me tiré de la cama (como quien se tira a una piscina) el sábado pasado a eso de las 5:30 de la mañana. He reconocer que cada día me cuesta más madrugar y sólo disfruto de veras de ello estando en la montaña dentro de mi saco. Esta vez no era el caso y el calor y comodidad de mi cama me lo ponían verdaderamente complicado. Una vez hecho lo más difícil de todo el proceso por el que hay que pasar para conseguir una buena foto, es decir, llevar mi tronco de la posición horizontal a la vertical, ya todo fue casi coser y cantar, y digo casi.

A las 7:00 aparcaba en el puerto de Navacerrada, con sólo dos vehículos haciéndome compañía. Cada día es más raro que se den varios días de nieve seguidos por un día soleado con frío y que éste coincida en fin de semana, así que era obligado lanzarse a la aventura aunque fuera sin nada en mente más allá de lo que ya conocía del lugar que pensaba visitar: la pradera que se extiende antes iniciar la subida a Siete Picos, en mi querida sierra de Guadarrama. Este lugar, como ya he comentado en entradas anteriores, es óptimo para capturar una estrella solar, pero sólo es posible durante el invierno, ya que durante el resto del año el sol queda oculto tras La Maliciosa.

Comencé a andar a la luz de la frontal haciendo uso de raquetas ya desde el primer momento. Si por lo menos volvía con las manos vacías (léase tarjeta vacía) me llevaría a casa el disfrute de una ruta con raquetas sobre nieve en polvo recién caída siendo testigo de las primeras luces del día. En eso pensaba para mis adentros mientras miraba el reloj y me abría paso sobre la nieve mientras la oscuridad y los espíritus susurrantes del bosque eran mi única compañía.

Fue complicado, a pesar de conocerme el sitio, encontrar el camino por la gran cantidad de nieve caída, tanto que me pasé sin darme cuenta el desvío deseado. El camino no me resultaba del todo familiar y cuando quise darme cuenta de donde estaba tuve que atajar por una ladera para encontrar finalmente el camino que tenía que haber tomado desde el principio pero en dirección de vuelta. Llegué al sitio deseado muy justo de tiempo para buscar y trabajar una composición, hacía un frío infernal y las ráfagas de viento barrían la nieve en polvo aquí y allá. Se juntaban el disfrute, por ser el único testigo de un paisaje irreal y maravilloso a los ojos, con la incomodidad y dolor del frío penetrando hacía mis extremidades como flechas afiladas.

No disponía de mucho tiempo. Tras de mi la luz rosada ya bañaba la ladera de la montaña. No dejaban de llamarme la atención las formas heladas de piorno que a duras penas asomaban en la nieve y decidí que podrían constituir un buen primer plano. Dicho y hecho, en pocos minutos me aposté cerca de uno que creí suficientemente fotogénico y al instante los primeros rayos de sol empezaron a asomar. No era una situación para polarizadores o filtros degradados neutros, pues quería evitar al máximo todo flare indeseado. Tras varias decenas de tomas, algunas de ellas tapando el sol con el dedo, ya tenía material para lo que pensaba podría ser una foto llamativa de aquella mañana.



El viento seguía barriendo la nieve a mi alrededor y en la distancia se podían ver cortinas de nieve en polvo saltando al vacío iluminadas por un sol a contraluz, todo un espectáculo que no fui capaz de inmortalizar como me hubiera gustado. Sobre las 10:00 se empezaron a ver los primeros excursionistas y con más frío en el cuerpo del que me hubiera gustado decidí que era buen momento para regresar. La luz ya había perdido esa calidez que la hacía tan fotogénica y especial y un suave velo de nubes reducía sobremanera su contraste restando fuerza al blanco paisaje. Cuando llegue al coche éste marcaba -5ºC al sol, quiero pensar que arriba seguramente habría estado a unos -15ºC de sensación térmica. Ya en el coche, bajando el puerto me cruzaba con una fila interminable de coches parados que intentaban llegar como buenamente podían a su ansiado destino sin ser conscientes del "lleno" monumental que les esperaba. A veces me pregunto si la especie humana es tan inteligente como nos creemos.

4 comentarios:

  1. Una verdadera gozada el resultado obtenido tras el esfuerzo

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  2. Impresionante el resultado. Esta claro que mereció la pena saltar de la cama, aunque eso debió ser lo de menos al ver las condiciones en que te encontraste. Capturaste ese instante irrepetible en que esos primeros rayos iluminaban esa cortina de polvo. Pienso que lo bueno de la fotografía cuando se hace por placer es que no solo disfrutas de la foto si no de la experiencia. Enhorabuena Enrique

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  3. El esfuerzo mereció con creces la pena, te entiendo perfectamente, yo, bueno y creo que la gran mayoría de colegas pasamos por el sufrimiento de los madrugones, cuando el resultado es espectacular como es el caso despues nos sentimos que no cabemos dentro, jeje. Felicidades, una gran toma.

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