miércoles, 9 de junio de 2010

4.000 fotos en 10 días

Recientemente he leído la última publicación de Fernando Puche en DSLR Magazine. Si no lo habéis leído, os animo a hacerlo antes de que la retiren.

En ella Fernando nos habla de que en un fotógrafo con un mínimo de experiencia y visión fotográfica no es justificable hacer cientos o miles de tomas por ejemplo en 10 días. Textualmente afirma "que sólo justifico esa ingente cantidad de instantáneas en dos casos: o estamos trabajando o somos aún novatos. Alguien que lleve más de dos lustros fotografiando, por decir una cifra redonda, debería empezar a tener claro qué es lo que quiere captar y cómo desea hacerlo. Una persona que no vive de ello pero lleva años haciendo fotos, y hace 4000 en diez días, o no sabe lo que quiere fotografiar (y asumo que muchos volverán a ponerme a parir por decir esto) o no quiere enterarse"

Es cierto que con el paso del tiempo y a medida que uno adquiere visión fotográfica es más consciente de lo que quiere, de lo que va a funcionar y de lo que no antes de sacar incluso la cámara de la mochila. Sin embargo, por raro que pueda parecer a primera vista, ese conocimiento no implica necesariamente ser comedido con el número de fotos a realizar.

Hoy, por casualidad me he topado con una entrada en el blog de David duChemin, gran fotógrafo, escritor y divulgador norteamericano, en la que precisamente realiza un enfoque opuesto a lo comentado por Fernando Puche. Sus palabras me han traido a la mente lo que ya en su día comentó Art Wolfe sobre su forma de trabajar un motivo. Precisamente, si por algo destaca Art Wolfe, además de por su excelente calidad fotográfica, es por el gran número de fotos que realiza. Puede achacársele que si trabaja de esta forma, que ahora comentaré, es porque entra en el grupo de los que están trabajando, como comenta Fernando, pero su forma de enfrentarse a una escena es aplicable tanto a los que viven de la fotografía como a los que no.

Tanto David Duchemin como Art Wolfe, una vez localizado un motivo con potencial empiezan a hacer fotos sin tener una idea clara de lo que finalmente obtendrán. Lo hacen a modo de calentamiento, con el único fin de ir obteniendo un conocimiento más profundo del sujeto que están fotografiando. Algunas veces esto les permite darse cuenta de que "la foto" está en un detalle dentro del primer encuadre probado, pero en otras suelen ser las condiciones cambiantes de luz las que determinan la foto óptima. Su forma de trabajar no es muy distinta a la de un escritor que va tomando notas sueltas en una libreta para su futuro libro.

Hablando por pura experiencia, no es muy raro en mí acabar con varias decenas de tomas de un mismo motivo e incluso sin variar el encuadre. Casi todas son distintas. En las primeras el sol aún no ha salido, fotos más tarde el cielo ha adquido ciertas tonalidades que no tenían las primeras, y en las últimas los primeros rayos de sol inciden como jamás habría soñado sobre las rocas creando unos reflejos dificilmente predecibles. Otras veces, las tomas extras obedecen ni más ni menos a la necesidad de tener material de sobra del que tirar en el post-procesado para afinar la foto final, por ejemplo para sacar detalles allí donde el filtro degradado neutro se hace patente.

Capturar el momento decisivo muchas veces no es cuestión de esperar a que ocurra de forma pasiva, sino de forma activa haciendo fotos y más fotos. Al final, en casa, con la tranquilidad y la ausencia del estrés que supone la fotografía de acción (lease fotografía de paisaje, :-) ) es cuando estamos en las mejores condiciones de elegir la mejor foto de las 40 0 50 que hemos hecho en esa playa que tan buenas vibraciones nos traía.

Está claro que cada uno tiene su forma de trabajar, pero hacer "4.000 fotos en 10 días" no tiene porqué ser sinónimo de novato o de no tener claro qué fotografiar.



martes, 8 de junio de 2010

Primeros rayos

Últimamente no saco mucho tiempo para dedicarle a la fotografia. La familia y el trabajo absorbe más de lo que uno en ocasiones desearía. Aún así con algo de sacrificio soy capaz de sacar algo de tiempo y mantener mi mente con un mínimo de tono fotográfico. No es lo ideal, porque como ya reconocía Galen Rowell, las mejores fotos las coseguía después de pasar varios días seguidos sumergido en el quehacer fotográfico.

Este pasado fin de semana era cuando, según mis cálculos, el piorno en flor estaría en su apogéo tiñendo de amarillo las laderas de la sierra madrileña. Hacia ya cuatro años que no se me resentaba la ocasión de poderme escapar en estas fechas. En aquella ocasión fue la suerte y la casualidad la que hizo que fuera testigo de un espectáculo que no iba a tener oportunidad de volver a contemplar hasta unos años más tarde. La previsión del tiempo no era la mejor, con cielos totalmente despejados, pero era entonces o ya el próximo año.

A las 4:30 suena el despertador y a las 5:45 llego al parking de Cotos. A medida que la luz del crepúsculo iba aportando algo de claridad al entorno confirmaba mis sospechas y el color amarillo era el protagonista indiscutible del paisaje que me rodeaba. No llegaba al nivel de florecimiento de la vez anterior pero aún así era una delicia para la vista.

En mi cabeza tenía las fotos que hice hacía cuatro años y las composiciones que encontraba o eran muy similares a las que hice en aquel entonces o no me atraían. Así que a medida que el sol avanzaba en su camino tras el horizonte mi nerviosismo iba en aumento y no descartaba la posibilidad de volerme con las manos vacias a casa. Tras visitar varios enclaves buscando el piorno en flor como protagonista decidí tomar un camino próximo a un arroyo que descendía ladera abajo. En ese momento una pequeña bola roja comenzaba a asomar tras las nubes del horizonte. Unas pequeñas rocas en mitar del aroyo llamaron mi atención y las encontré suficientemente fotogénicas como para plantar el trípode y no dar un paso más. Tras unas cuantas exposicines el sol se elevó más sobre el horizonte y sus rayos atravesaron la delgada capa de nubes incidiendo de lleno sobre el arroyo. Las tonalidades cálidas de sus rayos complementaban a la perfección el juego de tonalidades frías que aportaba el verde eléctrico de la alfombra de hierba sobre la que me encontraba y las tonalidades azules que reflejaba un cielo sin nubes.

Canon EOS 5D Mark II, EF17-40mm f/4L USM,
degradado Neutro -2 Soft, degradado Neutro Inverso -3, polarizador, trípode
15s @ f/22 ISO 100

En esos momentos de estrés, cuando se decide que "hay foto", uno no se para a pensar demasiado sobre las disposición de los elementos en la foto y si están distribuidos conforme a ciertas reglas de composición "de libro". Simplemente, o la foto atrae o no. A posteriorí, ya en casa, si la foto sigue resultando atractiva, es cuando uno se para a analizarla y descubre el porqué del éxito de la toma. A veces es porque cumple con esas reglas básicas que todos hemos leído en multitud de libros pero otras es por todo lo contrario, porque las transgrede. En esas raras ocasiones suelen producirse las mejores fotos.

Salí de casa con una idea y propósito bien definidos, al final regresé con una foto que no sospechaba. El secreto del éxito suele ser mantener una mente abierta y estar receptivo a cuaquier vislumbre de lo que nos llame la atención, ya sea un motivo totalmente distinto a lo que teníamos pensado, o la fotografía de un detalle cuando lo que queríamos hacer era un gran paisaje.

Ese día volví a casa con pocas fotos pero contento. Mi querida sierra una vez más no me había defraudado.

martes, 1 de junio de 2010

Wallpapers para el iPad

El fin de semana pasado recibí el nuevo cacharrillo de Apple, el iPad y con él entre mis manos lo primero que hice fue probar que tal se veían alguna de mis fotos en la nueva pantalla. Por supuesto nada que ver con verlas en un iPhone o similar. Una vez uno pasa unos minutos con el nuevo juguete una pantalla más pequeña resulta de lo más limitante.

No hace falta decir que el resultado de la experiencia fue de lo más positivo. Las fotos aparecen con una nitidez y contraste brutales.

El siguiente paso fue ponerlas como fondo. Pero la cosa no era tan sencilla como a primera vista podía parecer. Las dimensiones de la pantalla son 1024x768 píxeles, así que cualquier imagen con esas dimensiones encajaría perfectamente, ¿no?. Pues no. Debido a la capacidad de rotación del escritorio según colocas el dispositivo en modo vertical u horizontal la imagen tiene que rotar. Por tanto, la imagen de fondo unas veces requerirá un ancho de 1024px y otras veces un alto de las mismas dimensiones expandiéndose si no tiene las dimensiones mínimas. La solución fue crear imagenes de tamaño 1024x1024.

Lo siguiente fue abordar la selección de fotos. En seguida me di cuenta de que no valía cualquier imagen. Una misma foto tenía que ser visualmente atractiva tanto para un recorte vertical como para un recorte horizontal. Despues de dedicar un buen rato a visualizar fotos aplicando recortes verticales y horizontales me quedé con las 16 fotos que podéis ver a continuación:


Y este es un ejemplo de como quedan:


Podéis descargaros los dos wallpapers de arriba y probar el resultado desde el siguiente enlace: 2 wallpapers gratis

La colección completa de 16 fondos la podéis adquirir por el precio simbólico de 3€ a través del siguiente enlace:

Una vez efectuado el pago recibiréis un correo con la URL de descarga.

Espero que os guste. Si os surge cualquier duda no tenéis más que preguntar.