domingo, 29 de marzo de 2009

Explorando el paisaje, buscando la inspiración


Varios meses han pasado desde mi último post en el blog. Meses en los que mi actividad fotográfica ha sido mas bien escasa. A veces me pregunto si el motivo real de ello es la falta de tiempo que a lo largo de las semanas te exige trabajo y familia (falta de tiempo que se verá incrementada en los próximos meses ante la llegada de un nuevo miembro en la familia), o es sólo una excusa, una justificación. No hay duda de que los hijos cuando son pequeños suponen una limitación importante, ya no sólo para la práctica de la fotografía de paisaje, que demanda muchas horas de trabajo de campo en soledad, sino para la práctica de cualquier trabajo creativo.

Pero en mi interior pienso que no sería justo achacar toda la culpa de mi escasa productividad fotográfica a las responsabilidades familiares, que en cierto modo me alegro de tener. Esa falta de motivación y empuje que siento tiene su raíz en la necesidad de descubrir nuevos enclaves y localizaciones que den lugar a nuevas imágenes sólo presentes en mi cabeza. Ya sé que la esencia de la fotografía de paisaje es visitar y volver a visitar un mismo lugar las veces que haga falta hasta dar con la combinación de luz e instantes que hagan a esa fotografía perseguida única. Pero también pienso que el descubrimiento de nuevos emplazamientos, nuevas perspectivas alimenta la imaginación de ese gran constructor de escenas que es nuestro cerebro. Imaginación que potencia la inspiración y anima a la materialización de nuevas imágenes.

Sumido en esa necesidad vital de descubrimiento me hallaba yo cuando hace unas semanas, hojeando un libro de fotografía de la Sierra de Guadarrama, me llamó la atención una fotografía de la Najarra con una pequeña laguna estacional a sus pies. No tenía ni idea de que por esa zona pudiera haber lagunas. La curiosidad me picó y de vuelta a casa busqué en mis mapas posibles ubicaciones para dichas lagunas. No tuve éxito. Recordé que mi buen amigo y fotógrafo Saúl Santos me había pasado un enlace sobre información cartográfica de la Comunidad de Madrid. Allí encontré mapas topográficos con resoluciones 1:5.000. Escudriñando zonas cercanas al puerto de la Morcuera pude por fin dar con la ubicación exacta de dicha laguna y otras de menor tamaño. Todas ellas estacionales, pero que sin duda, este año de abundantes lluvias estarían en su máximo esplendor. Así que ni corto ni perezoso cargué las coordenadas en el GPS y el primer fin de semana que pude sacar un hueco me dediqué a localizarlas. El día fue de lo más soso, fotográficamente hablando, mucho sol y cielos totalmente despejados, pero el objetivo no era tanto realizar fotografías como vislumbrar el potencial de la zona para próximas salidas.

El lugar estaba plagado de varias lagunillas pequeñas en una zona extensa, llana y solitaria, de muy fácil acceso, pero con unas vistas increíbles de la sierra madrileña. Al oeste todo el macizo de Peñalara y la Cuerda Larga con sus cumbres nevadas. Al sur la Najarra, imponente, alzándose por encima del promontorio que me separaba de ella.

Con la zona ya inspeccionada y con la llegada de un nuevo frente frío no dejo pasar la oportunidad y decido el sábado por la mañana hacer un primer intento con las luces del amanecer. De camino pienso que es probable que el cielo me de algo de juego aunque la escasez de lluvias dará lugar a una atmósfera todo menos limpia lo que repercutirá en la calidad de la luz.

El día da sus frutos y me vuelvo a casa satisfecho pero me emplaza a un nueva cita. Hay que continuar estrujando el potencial de esta pequeña joya recién descubierta, cuándo no lo sé, pero nuevos instantes, otras luces y composiciones me esperan para tratar de hacer realidad nuevas imágenes de la bella sierra madrileña.