miércoles, 17 de junio de 2009

Encontrando la inspiración

La búsqueda de inspiración resulta muchas veces tan frustrante como la obtención de buenas fotografías. ¿Cuántas horas nos pasamos a la semana mirando fotos de otros autores a la caza de nuevas ideas para futuros proyectos o escapadas? Internet es un arma de doble filo, por una parte nos da acceso a un número inimaginable de fotografías de todos los confines del mundo, pero por otra parte resulta abrumador y procesar tal cantidad ingente de información es descorazonador. De vez en cuando encontramos alguna joya (ver final del texto), pero cada día resulta más complicado. Los libros de fotografía son potencialmente otro recurso donde encontrar esa anhelada chispa que es la inspiración, ya sea a través de las imágenes o de las palabras, pero sólo un porcentaje pequeño de estos libros realmente cumple ese propósito.

¿Qué tiene que una imagen o un fotógrafo para que realmente sea inspirador? Hace algún tiempo pedí recomendación a una excepcional fotógrafa española de naturaleza sobre libros de fotografía. En el intercambio de correos yo le comenté mis preferencias, muchas de ellas eran de autores norteamericanos. Su respuesta fue que prefería más a autores británicos porque se sentía más identificada con esos fotógrafos por el tipo de paisaje que retrataban en sus obras. Los paisajes de los grandes parques nacionales de Estados Unidos o Canadá eran muy distintos del entorno que tenía más a mano y por ello muy distintos de lo que podía captar con su cámara, en definitiva le resultaban menos inspiradores. Su respuesta, como poco, me sorprendió y me hizo reflexionar. ¿Por qué a mí sí que me resultaban y me resultan inspiradoras las fotografías, ya no sólo de los parques naciones de Norteamérica, sino de otros sitios como Patagonia, cuando ni de lejos tengo estos paisajes en mi país natal, España? Me he dado cuenta de que las fotografías que me empujan a coger la cámara y salir al monte a horas intempestivas son precisamente las que, tomadas en esos paraísos fotográficos, no muestran de forma protagonista esos iconos que han hecho famosos a estos enclaves. Cuando veo una foto, tomada por ejemplo a orillas de un lago en un día nublado con los Cuernos del Paine a lo lejos donde el verdadero protagonista no son los Cuernos sino cómo la luz se filtra para bañar con luz carmesí las cumbres y el manto de nubes sobre ellas, casi puedo identificar un lugar que conozco a pocas horas de donde vivo que, con condiciones ambientales parecidas, quedaría a la par en espectacularidad, con esa fotografía tomada en plena Patagonia. Las imágenes que me transmiten esa capacidad de previsualizar escenas en lugares familiares son las que realmente me resultan inspiradoras.

El libro The Edge of the Earth, the Corner of the Sky (que ya presenté hace unos meses), contiene muchas esas fotografía que, aunque tomadas en lugares remotos del planeta, destacan no tanto por el sitio donde están hechas, como por la capacidad del autor por extraer la magia del lugar y por el momento único que ha conseguido atrapar. Fue este libro el que me empujó hace unos años a realizar una de las fotos que más aclamación, y polémica (todo hay que decirlo) ha tenido. La foto de la portada de este libro de Art Wolfe muestra el volcán Stromboli en plena actividad bajo un manto de estrellas. Aunque tomada totalmente en diapositiva la técnica que utilizó consistió en combinar varias exposiciones adaptadas a los distintos elementos que componían la imagen. Una exposición rápida para congelar el volcán en erupción y otra exposición de medio minuto para plasmar el cielo estrellado. Ese tipo de toma, un primer plano llamativo y un cielo estrellado estaba a mi alcance sin necesidad de tener que viajar a sitios remotos.

Recientemente he dado con un fotógrafo, Bruce Percy, cuyo trabajo me ha cautivado como hacía tiempo que no hacía ninguno. Sus fotografías por sí solas ya son cautivadoras, pero el modo en que las presenta en sus audiovisuales son sublimes. Es la primera vez que doy con un artista tan polifacético que es autor tanto de las imágenes como de la música que las acompaña. Música que compone específicamente para el montaje que presenta. Por si esto fuera poco lo combina todo con su voz (tranquila y cautivadora) donde nos cuenta experiencias y sentimientos entorno a las fotografías que nos enseña. Lamentablemente sólo aquellos que dominen la lengua de Shakespeare podrán disfrutar del trabajo de este gran fotógrafo británico en toda su extensión. Os llevéis bien o mal con el idioma inglés merece la pena y espero que lo disfrutéis y os haga soñar como a mí. Por cierto, su Blog también merece la pena.



Hasta la próxima!

miércoles, 3 de junio de 2009

Mejora del rango tonal con HDR

Las técnicas de control del rango dinámico son cada vez más populares entre los amantes de la fotografía. A prácticamente ya nadie que esté un poco al día le suena a chino las siglas HDR, o qué es un degradado neutro digital. La información de cómo aplicar estas técnicas es abundante en Internet. El termino HDR se ha vuelto tan popular que ahora, lamentablemente, cuando se ve una fotografía con una situación complicada de luz, automáticamente se piensa que se trata de una "imagen HDR". Incluso muchas veces se le asigna este calificativo de forma peyorativa, ya que hoy por hoy se ha abusado tanto de esta técnica que parejo a estas siglas va unida la idea de que HDR = falta de realismo. Es quizás por estos motivos que nunca me he sentido muy atraído por estas técnicas.

No hace mucho, en mi empeño por resolver situaciones complicadas de luz en las que el simple uso de filtros degradados físicos es insuficiente, decidí ahondar en lo que el HDR podía ofrecerme pero siempre procurando que la foto final fuera lo más realista posible. Jugando con el software de Photomatix Pro, y de rebote, todo hay que decirlo, descubrí que era capaz de recuperar las tonalidades en el extremo del rojo que por diversas causas se habían perdido en el RAW original. Esta situación es muy frecuente al amanecer y atardecer donde dichas tonalidades cobran tal intensidad que suelen exceder los límites de lo que el sensor es capaz de registrar. Antes de dar con esta forma de recuperarlas la única solución era jugar con las herramientas de saturación y tonalidad de Lightroom o Adobe Camera Raw pero siempre me veía obligado a ajustarlas en sus valores máximos con la perdida de calidad que esto supone.

Los resultados obtenidos haciendo uso de los algoritmos de procesado HDR proporcionan resultados más naturales y más parecidos a los observados en la realidad. Los pasos a seguir para aplicar esta técnica los detallo en el siguiente tutorial que espero lo encontréis útil.

miércoles, 13 de mayo de 2009

El "buen tiempo"

Se acerca el fin de semana y sin saber si voy a poder sacar un hueco para coger la cámara miro instintivamente la predicción meteorológica con la esperanza de que haga "buen tiempo". Pero mi "buen tiempo" no es el buen tiempo que la gran mayoría de las personas ansía. Si el pronóstico se presenta soleado me relajo porque sé que la cámara quedará guardada en el mismo armario un fin de semana más. Si entra o sale una borrasca ardo en excitación porque que con un poco de suerte (léase mucha suerte) es posible que consiga captar esas luces inusuales y visiones únicas tan ansiadas por el fotógrafo.

El pasado fin de semana fue uno de esos de "buen tiempo", lluvias generalizadas en toda España. Momento idóneo para coger la cámara, trípode y pegarse un buen madrugón. Llego al parking de Cotos y soy el único coche, ¿quién va ser tan loco de llegar a las 6:15 de la mañana a la zona de Peñalara con una predicción tan nefasta? Salgo del coche, no se mueve ni una brizna de aire, pero el olor a tierra mojada inunda mis sentidos y ya sólo por esas sensaciones merece la pena el madrugón. Las nubes cubren todo el valle del Lozoya a mis pies y las cumbres cercanas se esconden y aparecen tras remolinos danzantes de nubes, todo ello bañado por la taciturna luz del alba. El panorama es espectacular, como pocas veces he visto, pero es la clásica escena que merece mil veces más ser contemplada que fotografiada e inicio la subida hacia mi destino.

El circo de Peñalara es quizás, con mucha seguridad, el entorno más fotogénico de toda la sierra de Guadarrama y en estos meses del año queda cubierta por una alfombra verde surcada por cientos de pequeños arroyos de montaña. Llego a mi destino y la suerte no parece querer aliarse conmigo pues esas luces tan ansiadas no terminan de aparecer. El silencio se respira y sólo es roto por el suave discurrir del agua. Son momentos para dejarse invadir por la magia de la montaña. La niebla invade el lugar y los picos como fantasmas se intuyen más que se ven. Quizás sea falta de inspiración pero no termino de ver una composición que me cautive. Aún así saco la cámara para entrar en calor. Cuando parece que ya no va a suceder nada, veo sobre mi cabeza como las nubes se tiñen de un pálido color anaranjado, pero sigo sin ver como incluirlas en un encuadre que haga justicia al lugar y a la experiencia vivida. Los colores van perdiendo más intensidad y situándome sobre uno de los meandros de un sinuoso arroyuelo doy con un encuadre que sin entusiasmarme no me deja indiferente. El cielo conserva algo de sus tonalidades que con la ayuda del filtro degradado neutro sé que se van a potenciar. La niebla sigue entrando y saliendo conformando una escena de ensueño. Al poco tiempo la luz pierde calidez y la niebla se hace más espesa. Me resisto a guardar la cámara y tras unas cuantas tomas más, que casi con total seguridad terminaré borrando, sé que todo ha llegado a su fin.

Ya de vuelta comienza a llover y una vez más regreso contento, quizás no tanto por la calidad de las fotos pero sí por la experiencia que me hace cargar las pilas para el inicio de la semana.

viernes, 24 de abril de 2009

Fotógrafo del Año

El pasado mes de noviembre FONAMAD celebró su asamblea anual y tuve el privilegio de ser elegido por todos sus miembros Fotógrafo del Año.

Tuve el placer de poder mostrar en una proyección una muestra de mi trabajo que tuvo mejor acogida de lo que esperaba. Por fin, después de solventar algunos problemas técnicos he podido colgarla online. Espero que os guste.


miércoles, 15 de abril de 2009

Benijo

Ya de vuelta de unas minivaciones con la family por la isla de Tenerife puede sacar algo tiempo y volverma a casa con un bello recuerdo de la maravillosa costa de Anaga, en concreto de la playa de Benijo. Una playa que ya desde las alturas me fascinó con sus imponentes moles piedra que dan idea de la grandiosidad de lugar.

Son muchas las fotos que se han visto de esta fotogénica playa, pero a decir verdad no tenía ninguna en mente, casí mejor porque seguro que me hubieran condicionado.

La bajada a esta playa se realiza por unas escaleras que descienden de forma pronunciada 60 metros. No hubiera supuesto ninguna dificultad de no ser porque tuve que cargar con el peque de 2 años, mochila, trípode y demás parafernalia playera que una mamá embarazada no podía cargar.

Ya tenía estudida la zona, sabía que la marea baja iba a coincidir con la puesta de sol y por dónde se iba a esconder el astro rey en esta época del año.

Llegamos a la playa algo más de media hora antes de la puesta de sol, pero primero hay que ocuparse del peque, que tiene que comer algo. La verdad sea dicha empiezo a ponerme nervioso porque quedan muy pocos minutos de luz. Así que al poco rato salgo disparado y me alejo mochila y trípode en mano buscando una composición que me atraiga y haga justicia al lugar. No sólo va a ser la única oportunidad que tenga de inmortalizar esta playa, sino de volverme a casa con alguna foto de paisaje que merezca la pena de todos los días que hemos pasado en esta hermosa isla, donde sobre todo ha habido instantáneas familiares (también es divertido inmortalizar al peque!).

Buscar la concentración en el terreno creativo no resulta fácil de forma tan repentina. No me da tiempo a imbuirme de la magia del lugar y tiro de una receta que suele funcionar, aunque no sea muy original. Busco algún elemento fotogénico en primer plano que de profundidad y salpicado por las olas para proporcionar algo de dinamismo a la escena. El sol está a punto de esconderse tras las nubes para ya no salir. Lo encuentro y todo ya es ponerse a montar trípode, ajustar los parámetros de la cámara maximizando la profundidad de campo con un ISO bajo y elegir los filtros adecuados. Quito el polarizador porque con el sol en contra apenas se nota su efecto y me va a generar más flare que otra cosa. Cojo un filtro degradado para compensar el excesivo contraste que tiene la escena. En este caso y dado lo bajo que está ya el sol un degradado inverso es lo adecuado. Tiro unas cuantas fotos desde la misma posición, ya que ninguna va a ser igual por el vaivén de las olas, moviendo el filtro con la mano para suavizar la zona de transición. Al poco tiempo el sol ya se ha escondido.

La mamá y el peque se aproximan por la orilla llamándome y la burbuja de concentración en la estoy inmerso se rompe. Hago unas cuantas fotos familiares a contraluz aprovechando la belleza del entorno como telón de fondo. Me resisto a guardar los bártulos pero la noche está cayendo y nos esperan 60 metros de subida en plena noche. Me queda la sensación de que todo ha transcurrido en un suspiro y de que no me ha dado tiempo a absorber la magia del entorno. Pero al menos me vuelvo a casa con un bonito recuerdo, ¿mejorable? por supuesto que sí, pero a veces no se puede pedir más y hay que dar gracias por lo que uno tiene.


domingo, 29 de marzo de 2009

Explorando el paisaje, buscando la inspiración


Varios meses han pasado desde mi último post en el blog. Meses en los que mi actividad fotográfica ha sido mas bien escasa. A veces me pregunto si el motivo real de ello es la falta de tiempo que a lo largo de las semanas te exige trabajo y familia (falta de tiempo que se verá incrementada en los próximos meses ante la llegada de un nuevo miembro en la familia), o es sólo una excusa, una justificación. No hay duda de que los hijos cuando son pequeños suponen una limitación importante, ya no sólo para la práctica de la fotografía de paisaje, que demanda muchas horas de trabajo de campo en soledad, sino para la práctica de cualquier trabajo creativo.

Pero en mi interior pienso que no sería justo achacar toda la culpa de mi escasa productividad fotográfica a las responsabilidades familiares, que en cierto modo me alegro de tener. Esa falta de motivación y empuje que siento tiene su raíz en la necesidad de descubrir nuevos enclaves y localizaciones que den lugar a nuevas imágenes sólo presentes en mi cabeza. Ya sé que la esencia de la fotografía de paisaje es visitar y volver a visitar un mismo lugar las veces que haga falta hasta dar con la combinación de luz e instantes que hagan a esa fotografía perseguida única. Pero también pienso que el descubrimiento de nuevos emplazamientos, nuevas perspectivas alimenta la imaginación de ese gran constructor de escenas que es nuestro cerebro. Imaginación que potencia la inspiración y anima a la materialización de nuevas imágenes.

Sumido en esa necesidad vital de descubrimiento me hallaba yo cuando hace unas semanas, hojeando un libro de fotografía de la Sierra de Guadarrama, me llamó la atención una fotografía de la Najarra con una pequeña laguna estacional a sus pies. No tenía ni idea de que por esa zona pudiera haber lagunas. La curiosidad me picó y de vuelta a casa busqué en mis mapas posibles ubicaciones para dichas lagunas. No tuve éxito. Recordé que mi buen amigo y fotógrafo Saúl Santos me había pasado un enlace sobre información cartográfica de la Comunidad de Madrid. Allí encontré mapas topográficos con resoluciones 1:5.000. Escudriñando zonas cercanas al puerto de la Morcuera pude por fin dar con la ubicación exacta de dicha laguna y otras de menor tamaño. Todas ellas estacionales, pero que sin duda, este año de abundantes lluvias estarían en su máximo esplendor. Así que ni corto ni perezoso cargué las coordenadas en el GPS y el primer fin de semana que pude sacar un hueco me dediqué a localizarlas. El día fue de lo más soso, fotográficamente hablando, mucho sol y cielos totalmente despejados, pero el objetivo no era tanto realizar fotografías como vislumbrar el potencial de la zona para próximas salidas.

El lugar estaba plagado de varias lagunillas pequeñas en una zona extensa, llana y solitaria, de muy fácil acceso, pero con unas vistas increíbles de la sierra madrileña. Al oeste todo el macizo de Peñalara y la Cuerda Larga con sus cumbres nevadas. Al sur la Najarra, imponente, alzándose por encima del promontorio que me separaba de ella.

Con la zona ya inspeccionada y con la llegada de un nuevo frente frío no dejo pasar la oportunidad y decido el sábado por la mañana hacer un primer intento con las luces del amanecer. De camino pienso que es probable que el cielo me de algo de juego aunque la escasez de lluvias dará lugar a una atmósfera todo menos limpia lo que repercutirá en la calidad de la luz.

El día da sus frutos y me vuelvo a casa satisfecho pero me emplaza a un nueva cita. Hay que continuar estrujando el potencial de esta pequeña joya recién descubierta, cuándo no lo sé, pero nuevos instantes, otras luces y composiciones me esperan para tratar de hacer realidad nuevas imágenes de la bella sierra madrileña.

sábado, 10 de enero de 2009

Cuatro de Enero

El invierno y la nieve transforma cualquier paisaje, por insulso que sea en una escena mágica, casi como de otro mundo. Si además la luz es inusual, se pueden conseguir fotografías realmente espectaculares. La nieve en el paisaje simplifica formas y líneas y se convierte en un verdadero reflector de las luces del cielo y el entorno cambiando por segundos las tonalidades reflejadas en los momentos límites del día y la noche.


FOTO OCULTA TEMPORALMENTE



El 4 de enero de 2009 hacia exactamente un año que el cielo me regaló unas condiciones de luz que pocas veces he podido contemplar y que muestro en la imagen de arriba. Ahora volvía a surgirme la oportunidad de poder escaparme en busca de escenas sólo visibles en mi cabeza.

A pesar de un pronóstico meteorológico favorable en cuanto a nubes, el día amaneció totalmente despejado, situación casi tan desfavorable como un cielo totalmente cubierto. Aún así una nieve casi intacta y los colores de los primeros rayos de sol incidiendo sobre las cumbres nevadas del circo de Peñalara me dieron alguna alegría. Poco más se pudo hacer en esos momentos y en los inmediatamente posteriores.

De camino a la Laguna de los Pájaros, travesía con raquetas de 4h ida y vuelta, disfruté de un manto de nieve casi intacto y me permitió hacer algunas fotos de detalle en las que las líneas y texturas eran las autenticas protagonistas. Una delicia para los sentidos.


Ya de vuelta sobre las 15:00, y tras una rápida comida a pie de coche me dirigí al puerto de Navacerrada. Nubes bajas se colaban por los valles y envolvían algunas cumbres cambiando de formas por momentos.

Aunque me sentía muy cansado y tenía los pies húmedos y fríos, sentía la necesidad subirme a la Cuerda de las Cabrillas porque cabía la posibilidad de darse condiciones parecidas a las de hacía un año, nubes bajas que recorren las cumbres tapando el sol en su ir y venir teñidas por las tonalidades incandescentes del astro rey antes de ocultarse. Si no lo intentaba seguramente me arrepintiera durante mucho tiempo. Dejé el cansancio en el coche y en menos de 40 min ya estaba en el lugar elegido. El cielo tenía un aspecto increíble pero había que localizar zonas con primeros planos interesantes. Conocía el lugar y sabía que mis oportunidades sería mayores si buscaba un punto elevado por encima del collado ya que la perspectiva de la Cuerda de las Cabrillas desde ahí tomaba unas formas interesantes. Una hora antes de la puesta de sol ya estaba metido en faena con nubes que recorrían el collado a gran velocidad y con un sol que se ocultaba y reaparecía por momentos. Las condiciones de luz, aunque espectaculares, eran realmente difíciles por el gran rango dinámico que presentaban. Aunque no soy muy partidario del HDR por lo artificial de sus resultados, se trataba ésta del tipo de situación donde un HDR puede salvar la foto y donde el uso de un filtro degradado neutro puede echarla a perderla.

Esta foto esta compuesta de 4 tomas de un paso de diferencia combinadas con Photomatix cuya toma resultante se ha utilizado como capa en PS combinándola con las cuatro tomas originales como capas independientes. De esta forma se consigue una toma algo más realista que el HDR directo. Balancear esta toma únicamente con un filtro degradado neutro sería realmente complicado ya que la diferencia de luminosidad en torno al sol es esencialmente radial y no longitudinal, pero a la vez hace falta un control de la luminosidad lineal para compensar el primer plano. Este tipo de situaciones son las únicas, desde mi punto de vista que realmente justifican el uso del HDR.

Esta otra foto está tomada con un degradado neutro inverso de 3 pasos junto con un neutro de 3 pasos para alargar la exposición a 20", además de un polarizador. De esta forma, se consigue que el paisaje quede pintado con la luz del entorno durante más tiempo obteniendo unas tonalidades más ricas y saturadas que las conseguidas con una exposición corta (Darwin Wiggett explica este método en el siguiente artículo: The Terrific Triple Threat). Además las nubes se desdibujan creando un efecto más pictórico.

La toma directamente del RAW presentaba el problema de tener cortado el canal rojo en sus valores altos creando cierto empastamiento de las nubes. La solución que descubrí fue la de generar 4 tomas diferentes a partir del mismo RAW con una diferencia de 1 paso (-2, -1, 0, +1). Después obtener a partir de ellas un HDR con Photomatix (el problema del empastamiento de las nubes, y por consiguiente el recorte del canal rojo, desapareció) y dicha toma resultante combinarla como capa junto con otra capa tomada directamente del RAW original para lograr un aspecto natural del primer y segundo plano.

Momentos antes de que el sol se ocultase tras el horizonte, las nubes bajaron tapando los valles a mi alrededor y creando un espectacular mar de nubes a mis pies. Más por una cuestión meramente documental que artística, sin prestar una excesiva atención a la composición decidí hacer una panorámica de 6 tomas verticales a 22mm, cada toma con un degradado de 2 pasos de transición fuerte para compensar la excesiva luminosidad del cielo.


Ya camino de vuelta, prácticamente a oscuras con la luz de la frontal como única guía, me sentía renovado, con las pilas cargadas para encarar el nuevo año. El día no había empezado todo lo bien que esperaba pero mi intuición no había fallado esta vez. De nuevo el 4 de enero me había regalado unas mágicas luces. Son momentos como los que viví los que hacen que la fotografía de paisaje me enganche. La búsqueda de situaciones inusuales de luz que desafían lo real para muchos, el sentirme único espectador de esos instantes, y por eso, de alguna forma, especial, ante la Madre Naturaleza, es lo que realmente hace que merezca la pena, fríos, madrugones, cansancios y un sin fin de incomodidades que nadie ajeno a esta dedicación entendería.