
Es indudable su valor y fuerza estética en una fotografia, pero la pregunta que me surge es hasta qué punto se puede y debe abusar de este tipo de recursos visuales una vez se convierte en el sello indiscutible del trabajo fotográfico de uno, y por tanto su obtención no nos requiere ya un esfuerzo extra; si nuestra meta, desde un punto meramente artístico, es progresar como fotógrafos.
He de confesar que no tengo una respuesta clara. Cuando salgo con el equipo fotográfico al hombro suelo ir con unas ideas más menos claras de lo que quiero pero si la escena delante de mi no me habla, no me comunica una sensación de momento único donde todos los elementos visuales, estéticos y ambientales confluyen de forma armónica, no suelo apretar el dispador de la cámara. ¿Debería evitar tratar de plasmar esa experiencia, que para mi tiene un sentido y que en cierto modo es única, por el hecho de acabar realizando un cliché más dentro de mi obra fotográfica? Hoy por hoy creo que no, aunque es cierto que cada día soy más selectivo con las fotos que hago y tiendo a repetirme menos si las fotos que voy a realizar se parecen ya a algunas que en su día no me llenaron, a pesar de que en el momento de estar frente a la escena, cámara en mano, ésta parezca decirme lo contrario.

Las fotos que acompañan estas líneas fueron tomadas el pasado fin de semana y pueden considerarse las últimas del año 2010, un año escaso en fotos pero no en experiencias. En una próxima entrada de mi blog presentaré un resumen de las mejores fotos de este año que acaba.
Preciosa la primera imagen, en unas condiciones de luz muy complicadas para la mayoria, resuelta de una manera espectacular.
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