domingo, 5 de septiembre de 2010

Escapada a los Valles Occidentales del Pirineo (2ª parte)

(1ª Parte)

AGUAS TUERTAS

Durante el regreso, por el mismo camino que había recorrido el día anterior, no quise irme sin inmortalizar el ibón de Acherito. La luz era horrible pero con el único deseo de llevarme una foto testimonial de este paraje dediqué unos minutos a buscar un encuadre que me satisficiera.

Canon EOS 5D Mark II, EF17-40mm f/4L USM,
densidad neutra -6, polarizador, trípode, 8s @ f/19 ISO 100

Tras dos horas y pico de caminata bajo otro cielo inmaculado llegué al lugar que veinticuatro horas antes había abandonado. Con los pies algo doloridos no se me antojó nada mejor que hacer que comer junto al coche con los pies en remojo en las frescas aguas del río Aragón Subordán. Tras una deseada siesta emprendí el recorrido hacia el llano de Aguas Tuertas.

La mitad del recorrido por una pista forestal se puede hacer en coche remontando el valle de la Guarrinza. Desde el parking habilitado para no más de treinta coches y en una hora tras salvar unos fáciles 250 m en zigzag se llega una preciosa llanura tapizada de verde y surcada por el río Aragón Subordan abriéndose paso en tortuosos meandros, de ahí el nombre de Aguas Tuertas.

Al fondo de este valle de origen glaciar se encuentras las sierra de Secús, que como telón de fondo sería protagonista indiscutible de las fotografías que tenía en mente. Por su orientación este-oeste la cara norte de esta sucesión de cumbres entre los 2.300 y los 2.500 m se presta muy bien en verano a ser fotografiada tanto al atardecer como al amanecer desde este lugar.

Otro de los elementos que tenía intención de incluir en mis fotografías era el clásico dolmen, vestigio de antiguas civilizaciones que mucho tiempo atrás poblaron estas montañas.

La zona que localicé para acampar, protegido del viento por unas grandes rocas era tan agradable que esa tardé decidí que no montaría la tienda y dormiría al raso. Nunca lo había hecho y la ocasión se prestaba muy bien para probar.

Aquella tarde tuve tiempo de sobra para recorrerme los alrededores y explorar diferentes encuadres y puntos de vista. No obstante la imponente sierra de Secús, desde que llegué, estuvo tapada por la nubes y no tuve opción de sacarla en ningunas de las fotos que esa tarde tomé hasta bien avanzada la noche.

Localizado el dolmen verifiqué que se adecuaba muy bien a ser incluido en alguna de las tomas que tenía en mente.

Tras una rápida cena interrumpida por un grupo de excursionistas que buscaba zona donde poner sus tiendas, cogí el equipo con la firme intención de explotar los últimos minutos de luz antes de que el sol de ocultará. Desde uno de los promontorios que se alzan sobre el valle se obtenía una panorámica estupenda del todo el entorno y cómo el río va dibujando sus meandros a través de el valle. La foto panorámica, con varias tomas era obligada, aunque la diferencia de luminosidad me obligó a tirar más de las estrictamente necesarias en condiciones no tan exigentes de luz.

Canon EOS 5D Mark II, EF17-40mm f/4L USM,
degradado Neutro -2 Hard, polarizador, trípode,
panorámica de 4 fotos verticales con HDR, 1,5-10s, f/19, ISO 100



Llegada la noche y tomando el dolmen como sujeto principal de mis encuadres probé a realizar algunas nocturnas pintando el conjunto de piedras con mi frontal. Ya sabía de antemano que las condiciones iban a ser poco propicias para la realización de nocturnas pues la luna llena hacia justo su aparición frente al encuadre elegido durante esas primeras horas de la noche. No obstante dediqué cerca de una hora a realizar diferentes exposiciones mientras las nubes bañadas por la fría luz de la luna se paseaban frente a mí a los pies de las paredes de la sierra de Secús. Las condiciones de luz cambiaban a cada segundo, unas veces la luna brillaba con fuerza iluminado todo el entorno. En otras quedaba casi oculta por las nubes y se prestaba muy bien a ser incluida en el encuadre. Fueron muchas las fotos que tomé sin variar el encuadre con la intención de disponer de material con el que conseguir una foto que me trasmitiera lo más fielmente posible lo que esa noche viví.

El espectáculo visualmente fue increíble pero me hubiera gustado poder obtener más estrellas, cosa que habría conseguido si la luna hubiera salido justo detrás de mi o por un lateral. De todas formas es lo que había y el reto estaba en hacer algo atractivo con las condiciones que se daban.

Canon EOS 5D Mark II, EF24-105mm f/4L IS USM,
pintado con luz, trípode, 30s @ f/5,6 ISO 800

Tras una noche agradable, donde pude entregarme al sueño más de lo que imaginaba, sonó la alarma del móvil y al abrir los ojos vi que el día ya estaba empezando a clarear con un cielo limpio sin nubes. Demasiada claridad me pareció ver en esos primeros segundos en los que el cerebro aún sigue medio adormilado. Tras sonar la alarma me había quedado unos minutos más en el saco y al despertar repentinamente el tiempo se me había echado encima. Tras consultar el reloj vi que sólo disponía de pocos minutos antes de que saliera el sol. Puesto que las condiciones eras las adecuadas para la foto que perseguía el nerviosismo y el temor de llegar tarde se apoderaron de mi y en el mínimo tiempo que pude me vestí y me dirigí casi a la carrera hacia la zona del dolmen. Busqué un encuadre donde quedará patente el protagonismo de este monumento pétreo pero a la vez la majestuosidad de la sierra que se levantaba por detrás. Ello me obligó a retrasar unos pasos el punto de vista inicialmente elegido y utilizar una focal media (60mm). Cerrando de esta forma el encuadre conseguía equilibrar como quería los dos motivos principales de la foto. Con el encuadre ya fijado sólo era cuestión de esperar y tras unos minutos la sierra comenzó a teñirse de rojo. Polarizador, filtros degradados, foto1, foto2, ...fotoN. Finalmente el objetivo se había conseguido y otra foto soñada quedaba inmortalizada para ser testigo de otro bello espectáculo natural.

Canon EOS 5D Mark II, EF24-105mm f/4L IS USM,
degradado Neutro -2 Hard, polarizador, trípode, 6s @ f/19 ISO 100

Mientras la luz conservaba parte de su magia dediqué la siguientes horas, cual saltimbanqui, a recorrer y fotografiar otros puntos de vista, unos con la sierra de Secús como telón de fondo, otros tratando de capturar parte del encanto y sobrecogimiento que produce el valle de la Guarrinza surcado por el fino hilo de plata del río Aragón Subordán.

Tras un frugal desayuno la escapada se podía dar por concluida. En algo menos de una hora ya estaba junto al coche para emprender mi regreso a tierras madrileñas.

No he querido profundizar mucho en los pormenores de cada fotografía por no hacer el relato extremadamente farragoso, así que en las próximas semanas desmenuzaré algunas de las fotos publicadas detallando el cómo y el porqué en tiempo de ejecución y las decisiones que he tomado en tiempo de post-procesado. Estad atentos!

2 comentarios:

  1. Muy ameno el relato y excelentes la fotografías que nos muestras. Estaré atento para no perderme las próximas entradas donde las desmenuces.

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  2. HOLA

    VALE ...QUE NO VI EL DOLMEN ????

    SENSACIONAL

    SALUT
    JOAN

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