viernes, 10 de febrero de 2012

Maravillas heladas


Se ha hecho esperar pero el invierno por fin ha llegado y espero que para quedarse una buena temporada.

De las cuatro estaciones, es claramente la que más me atrae y me seduce como fotógrafo de paisaje, pero al mismo tiempo es la más dura de todas.

¿Pero por qué esa atracción? Si algo me atrae de la fotografía es esa búsqueda continuada de la belleza escondida,  a veces como escenas y situaciones inusuales que sólo una mirada atenta, sensible y entrenada es capaz de descubrir o bien momentos futiles que no duran mas que unos pocos segundos y que sólo a través del sacrificio, pasión incombustible y una depurada técnica es posible inmortalizar. Sea como fuere el resultado final son siempre imagenes que habitualmente no se reconocen como reales.

El invierno, más que ninguna otra estación del año, transforma un paisaje cotidiano en algo singular y único. Esa capacidad de transformación, de revelar una belleza que pocos son capaces de contemplar con sus propios ojos, pues dónde mejor se está que al calor de nuestro hogar, ¿verdad?, allana el camino que todo fotógrafo sigue en su búsqueda implacable de registrar instantes y escenas únicas en el tiempo y el espacio.

Pero la magía del invierno no se revela de forma gratuita. Quien desee vislumbrarla deberá estar mentalizado y preparado para pasar más penurias que en niguna otra estación del año.  Resulta básico prestar tanta atención, si no más, a la vestimenta que llevemos como al equipo fotógrafico pues de ello depende que nos olvidemos del frío para concentrar todas nuestras energías en inmortalizar lo especial del entorno.
Canon EOS 5D Mark II, EF70-200mm f/4L USM +1.4x, Polarizador, trípode
0.6s @ f/29 ISO 400

En mi última escapada en plena ola de frío, a penas sentí los -8ºC que me acompañaron toda la mañana mientras remontaba el curso helado de un pequeño riachuelo de montaña en plena sierra madrileña. Aquella mañana la recordaré no por el frío sino porque a cada paso que daba mi mente conectaba con cada roca, cada copo de nieve y cada pedazo de cristal helado buscando patrones, composiciones y formas inusuales. Fue una mañana pausada, de encuentro con uno mismo que disfruté con la máxima intensidad. ¡Que distinto es este tipo de fotografía de la que se hace en momentos previos a un amanecer, donde el estrés se apodera de todo tu cuerpo, donde sabes que cada segundo es crucial. Esa mañana la luz no cambiaba a penas y puede permitirme el lujo de fundirme sosegadamente con el entorno.

Canon EOS 5D Mark II, EF70-200mm f/4L USM, Polarizador, trípode
4s @f/25 ISO400

Ya estoy deseando volver a ser testigo de otro mágico espectáculo que las nieves de estos días me están preparando. Pero para esta ocasión me entregaré al éxtasis  y voragine de las luces cambiantes en la montaña.