domingo, 20 de noviembre de 2011

Sabores de otoño y montaña

Hacía más de tres años que no visitaba el Valle de Arán. En aquella ocasión lo hice en compañía de un gran amigo y fotógrafo, Saúl Santos.

Mi idea para esta ocasión era combinar los ambientes de los bosques otoñales con el de la alta montaña en un sólo fin de semana. Hay quien podría pensar que siempre es más conveniente centrarse en una zona concreta, sobre todo si hablamos de un fin de semana, pero por una parte los colores del otoño es algo que ningún fotógrafo de naturaleza puede permitirse pasar por alto y por otra, dormir bajo las estrellas en la soledad de la montaña desde hace un tiempo a esta parte se me hace irresistible. Así que ¿cómo iba a desaprovechar tal oportunidad?.

Las condiciones meteorológicas iban a condicionar qué visitar primero. Un frente salía de la península ese mismo fin de semana, así que se preveían lluvias para el viernes-sábado y tiempo tranquilo para el sábado-domingo. Esto dejaba claro que lo mejor era visitar en primer lugar los valles cubiertos de hayas y terminar con la jornada de montaña.

El plan para el primer día no terminaba de tenerlo rematado en  mi cabeza, quería huir de los lugares más emblemáticos y en concreto de aquellos que ya visité la vez anterior, Artiga de Lin, Valle de Varrados,... Era esta una ocasión perfecta para intentar conocer nuevos  enclaves.

Tras una rápida incursión el viernes por la tarde, casi de noche, por el bosque de Conangles para una primera toma de contacto determiné que el sábado por la mañana comenzaría precisamente por este lugar, de camino al barranco de Salenques.

Sólo dispondría de la mañana pues a mediodía tendría que dirigirme camino del Circo de Colomers. Zona elegida por haberla recorrido hacía algo más de año y medio, aunque en aquella ocasión la nieve cubría todo el paisaje.

Nada más comenzar mi incursión por el bosque de Conangles y mirar alrededor, me di cuenta de que el otoño estaba en su máximo apogeo, el colorido del bosque era increíble y a cada paso me paraba para estudiar posibles composiciones. La fotografía de zonas boscosas siempre me resulta muy complicada desde el punto de vista de la composición. Extraer una mínima sensación de orden de todo el caos que te rodea es a la vez un desafío y un estimulo.

Avanzaba a lentamente, disfrutando de las mil y una sensaciones que me reportaba el bosque, aunque las fotos realizadas eran más bien pocas. No deja de resultarme curioso que no es hasta que uno se detiene y comienza a inspeccionar 360 grados a su alrededor que las ideas y composiciones comienzan a aparecer. Fue así como en la distancia, bajo la suave luz tamizada por el manto de nubes sobre mi cabeza, me llamó la atención cómo las líneas verticales de unos finos troncos se alternaban con el follaje multicolor distribuido en capas horizontales. Después de hacer varias tomas variando encuadres seguí mi camino.


Eran ya las 11:00 y mi plan de recorrerme el barranco de Salenques se tornaba complicado. Decidí dejarlo para mejor ocasión y aprovechar las horas que aún tenía por delante para conocer otro valle del que había oído hablar, el valle de Toran.

Me dio rabia el poco tiempo que le pude dedicar a este valle. Hice alguna foto de rigor aprovechando los colores del otoño pero nada que merezca realmente la pena. Me sorpredió la sensación de paz que me transmitió. Es este un valle que habría que recorrer todo un día entero a pie para sacarle el máximo provecho. Queda pendiente para otra ocasión.

Eran ya más de la una del mediodía cuando inicié el regreso con parada en Vielha para comer algo y continuar  hasta el Valle de Aiguamoix. Dejando el coche aparcado al final de pista que recorre dicho valle preveía una hora de camino hasta el Lac Long, lugar elegido para pasar la noche.

Dicha pista está abierta a la circulación en cualquier época del año hasta el parking de los Baños de Tredós, si la nieve lo permite, y fuera de la época estival (01-jul al 30-oct) hasta el parking al final de la pista. Durante el verano este último tramo sólo se puede hacer a pie (3h) o tomando alguno de la taxis autorizados.

La época del año elegida resultaba ideal, por una parte la pista estaba transitable y abierta para llegar hasta el final con el coche y por otra las primeras nieves ya habían hecho acto de presencia en las cumbres. En unas semanas las nieves harían intransitable esta pista hasta el próximo mes de junio. Había que aprovechar la ocasión.

El camino hasta el Lac Long es muy sencillo y no supone grandes desniveles (unos 100m). ¿Por qué este lugar? porque si la meteorología acompaña se tienen buenas opciones tanto de amanecer como de atardecer con vistas a cumbres cercanas a las 3.000 m. Desde el propio Lac Long y hacia el este se alza el Pic de Ratera (2.862 m). Mi propósito era fotografiarlo con las últimas luces del día incidiendo sobre su cumbre nevada reflejándose en el lago.

Para el amanecer y a 5 minutos se encuentra el Lac des Cabidornats con vistas hacia el oeste donde se alzan las cumbres que delimitan el Circo de Colomers, con el Gran Tuc de Colomes (2.933 m) como protagonista.

Así pues todo estaba planificado, inicio de la ruta, tiempo estable y sin vientos (ideal para pasar una buena noche y para jugar con reflejos) y nieves en las cumbres. Sólo faltaba que la suerte colaborara un poquito.

Sobre las 16:30 me planté a orillas del Lac Long con el Pic de Ratera efectivamente nevado reflejándose en el espejo que era el lago. A pesar del denso manto de nubes, que no hacía presagiar el atardecer que tenía en mi cabeza, me quedé extasiado por la escena que se abría ante mi vista. No había mejor sitio en el mundo donde estar en esos momentos. Comencé a buscar composiciones con el fin de estar preparado por si la magia hacía acto de presencia. Pasaron las horas y apenas nada cambiaba conforme alzaba la mirada al cielo. Los reflejos eran lo más aprovechable fotográficamente.


Determiné que tenía tiempo para inspeccionar el Lac des Cabidornats. La llegada al lago fue sencilla pero en la primera toma de contacto me desilusionaron las posibilidades de encuadre. Mi meta era llegar a la orilla este del lago para tener frente a mi todo el cordal montañoso y que por otra parte resultaba más llana y no tan en pendiente. Tras dedicar más de media hora a recorrer diversos senderos me dí cuenta de que llegar a dicho extremo del lago iba a resultar más complicado de lo que yo creía y en caso de llegar perdería la oportunidad de estar cerca del Lac Long. Así que abandoné la posibilidad de llegar a dicha orilla y me conformaría con la zona que tenía más a mano.

El cielo seguía sin cambiar y las nubes seguían tapando el cielo sin ningún atisbo de abrirse mirara donde mirara.

Tras montar a tienda con vistas al Lac Long me dispuse a gastar los últimos cartuchos, planté el trípode en el lugar que ya tenía fijado comencé a realizar composiciones verticales y horizontales y fotos de detalle con el 70-200.

Angulares extremos no se prestan muy bien en este lugar porque el Pic de ratera, protagonista indiscutible de cada toma, queda muy empequeñecido. Focales entorno a los 40mm es lo ideal. Durante unos minutos pude comprobar que las nubes adquirían unas tonalidades cálidas de forma casi imperceptible. El degradado neutro y el procesado que hacía la cámara de las fotos realizadas los potenciaban hasta hacerlos más que evidentes. En este tipo de fotos no es la primera vez que el uso de filtros degradados marca la diferencia y es el motivo por el que aún me resisto a eliminarlos de mi equipo, pese a que la opinión cada vez más generalizada sea que es lo mismo que hacer blending de varias exposiciones. Mi opinión es que no es exactamente lo mismo.


Las sutiles tonalidades desaparecieron al cabo de unos minutos y ya no había mucho más que hacer pese a mi resistencia a abandonar la zona. Aún quedaba algo de luz y me encaminé de nuevo al Lac de Cabidornats con el fin de buscar encuadres para la mañana siguiente. No hay nada más desesperante y frustrante para un fotógrafo de paisaje que llegar a un sitio con una luces únicas y tener que dedicarse a buscar una composición satisfactoria mientras el espectáculo de luz y color va cambiando ante sus narices. Si se tiene ya una idea clara de lo que se puede hacer se enfrenta uno mucho más tranquilo permitiéndose la realización de varias composiciones e ideas sin la presión de perder el momento.

Llegué al lago y recorrí el estrecho sendero que bordea su orilla hasta dar con una zona donde los reflejos de las cumbres nevadas quedaban suficientemente separadas de la orilla.

Apenas había luz para componer y mucho menos para enfocar. Sentado en la orilla, con el trípode extendido sobre mis piernas  y como sonido de fondo el rumor de los saltos de agua de la zona, la noche me iba envolviendo y yo me sentía feliz y afortunado de poder atrapar con cada poro de mi piel la magia el momento. El viento reinaba por su ausencia y las aguas del lago se abrían ante mi como un espejo reflejando las cumbres nevadas.

Con ayuda del Liveview de la cámara para enfocar y afinar el encuadre hice unas primeras tomas que me descubrieron tonalidades que mis ojos eran incapaces de percibir. La vegetación mostraba unos colores cálidas que destacaban de forma especial sobre los azules del resto de la escena. Dediqué varios minutos de verdaderos éxtasis fotográfico a perfeccionar esas primeras tomas iniciales.



Prácticamente de noche inicié el regreso a la tienda con la idea clara de que el amanecer lo haría desde este mismo sitio si amanecía despejado.

Tras una tranquila cena arropado por el silencio de la noche dediqué parte de las horas siguientes, antes de meterme en la tienda, a experimentar y jugar cámara y frontal en mano. Fueron horas que transcurrieron como minutos, probando todo aquello que pasaba por mi imaginación, sin ninguna pretensión, sin ninguna presión, sólo por el mero hecho de disfrutar y pasar el rato.

Tras fijar la alarma del móvil una hora antes del amanecer me entregué al sueño tranquilo y confiado de que todo estaba bajo control. A pesar de despertarme en un par de ocasiones durante la noche no miré el reloj en ningún momento. No me hacía falta, el móvil sonaría a la hora convenida. Cuando abrí los ojos y me dí cuenta que la luz que había dentro de la tienda no era normal salté de la tienda con la adrenalina a tope. Faltaban pocos minutos para la salida del sol! Y el móvil muerto!. El frío en el interior de la tienda había consumido la batería con más rapidez de lo normal. De esta lección aprendo, me dije para mis adentros. Con el corazón en un puño y agarrando trípode y riñonera con la cámara y objetivos salí corriendo hacia el Lac de Cabidornats. Mi mente le decía a mis piernas que siguieran corriendo pero estas se negaban a ir más rápido. El sol aún no incidía en las cumbres pero sabía que era cuestión de pocos minutos. Entre saltos y trompicones maldije mi mala suerte. Estaba convencido de que había perdido la ocasión de inmortalizar el Pic de Ratera con unas luces que si bien no habían sido espectaculares si lo suficientemente fotogénicas, a tenor de las nubes que había sobre él, como para obtener algo especial.

A tiempo llegué al lugar que ya conocía de la tarde anterior. Mientras extendía las patas del trípode los picos comenzaban a encenderse. No había tiempo para pensar mucho y me afané por buscar la misma composición que ya conocía. Todo listo, pero al mirar por el visor me doy cuenta de que el filtro está empañado. Los minutos pasan, limpio el filtro y al coger el degradado con la mano este también se empaña. Vaya! probaremos un degradado neutro digital... Tras unos minutos y con el filtro ya desempañado hago algo algunas tomas con el degradado neutro. Las fotos no me disgustan pero retrospectivamente me quedo con la de la tarde anterior, más dramática, más equilibrada y menos esperada.



La calidez de la luz duró poco y abandoné el lugar para dirigirme de nuevo al Lac Long con la esperanza de gastar los últimos cartuchos antes de desayunar, desmontar la tienda y emprender el regreso.

Las nubes sobre el Pic de Ratera tenían su gracia pero la luz era ya muy fuerte y el contraluz complicaba mucho la exposición. El perfil montañoso hacía que el uso del filtro degradado neutro no fuera lo más adecuado en esta ocasión, así que elegido un primer plano realice cinco exposiciones que luego combinaría en casa.



Con esta foto daba por terminada la escapada. Me quedé con un sabor de boca agridulce por lo pocó que me ofreció la tarde anterior y las grandes expectativas que tenía, pero por otra parte no existe mejor reclamo para volver a un sitio que no ver materializada la foto que uno tiene en la cabeza

lunes, 7 de noviembre de 2011

Presentación del libro Natura y curso gratuito de fotografía de paisaje


Durante este mes de noviembre tendré el honor de participar en dos actos relacionados con la fotografía de Naturaleza.
 

El primero de ellos el próximo 26 de noviembre en el CENEAM (Valsaín, Segovia) con motivo de la presentación del libro "Natura: Regards Créatifs sur la Nature" dentro programa de actividades de la VII Asamblea de FONAMAD. Si os acercais de 13:30 a 14:00 podréis ver un audiovisual sobre el libro y por su puesto adquirirlo allí mismo con mi firma. Toda la información de lo que acontencerá durante ese fin de semana la podéis encontrar AQUÍ.
 


El segundo acto tendrá lugar el 30 de noviembre de 18:30 a 20:30 en la facultad de Ciencias Biológicas de Madrid, Universidad Complutense, donde impartiré un curso de Introducción a la Fotografia de Paisaje, totalmente gratuito. Espero veros por allí y compartir dudas e inquietudes que podáis tener.