Recientemente he leído la última publicación de Fernando Puche en DSLR Magazine. Si no lo habéis leído, os animo a hacerlo antes de que la retiren.
En ella Fernando nos habla de que en un fotógrafo con un mínimo de experiencia y visión fotográfica no es justificable hacer cientos o miles de tomas por ejemplo en 10 días. Textualmente afirma "que sólo justifico esa ingente cantidad de instantáneas en dos casos: o estamos trabajando o somos aún novatos. Alguien que lleve más de dos lustros fotografiando, por decir una cifra redonda, debería empezar a tener claro qué es lo que quiere captar y cómo desea hacerlo. Una persona que no vive de ello pero lleva años haciendo fotos, y hace 4000 en diez días, o no sabe lo que quiere fotografiar (y asumo que muchos volverán a ponerme a parir por decir esto) o no quiere enterarse"
Es cierto que con el paso del tiempo y a medida que uno adquiere visión fotográfica es más consciente de lo que quiere, de lo que va a funcionar y de lo que no antes de sacar incluso la cámara de la mochila. Sin embargo, por raro que pueda parecer a primera vista, ese conocimiento no implica necesariamente ser comedido con el número de fotos a realizar.
Hoy, por casualidad me he topado con una entrada en el blog de David duChemin, gran fotógrafo, escritor y divulgador norteamericano, en la que precisamente realiza un enfoque opuesto a lo comentado por Fernando Puche. Sus palabras me han traido a la mente lo que ya en su día comentó Art Wolfe sobre su forma de trabajar un motivo. Precisamente, si por algo destaca Art Wolfe, además de por su excelente calidad fotográfica, es por el gran número de fotos que realiza. Puede achacársele que si trabaja de esta forma, que ahora comentaré, es porque entra en el grupo de los que están trabajando, como comenta Fernando, pero su forma de enfrentarse a una escena es aplicable tanto a los que viven de la fotografía como a los que no.
Tanto David Duchemin como Art Wolfe, una vez localizado un motivo con potencial empiezan a hacer fotos sin tener una idea clara de lo que finalmente obtendrán. Lo hacen a modo de calentamiento, con el único fin de ir obteniendo un conocimiento más profundo del sujeto que están fotografiando. Algunas veces esto les permite darse cuenta de que "la foto" está en un detalle dentro del primer encuadre probado, pero en otras suelen ser las condiciones cambiantes de luz las que determinan la foto óptima. Su forma de trabajar no es muy distinta a la de un escritor que va tomando notas sueltas en una libreta para su futuro libro.
Hablando por pura experiencia, no es muy raro en mí acabar con varias decenas de tomas de un mismo motivo e incluso sin variar el encuadre. Casi todas son distintas. En las primeras el sol aún no ha salido, fotos más tarde el cielo ha adquido ciertas tonalidades que no tenían las primeras, y en las últimas los primeros rayos de sol inciden como jamás habría soñado sobre las rocas creando unos reflejos dificilmente predecibles. Otras veces, las tomas extras obedecen ni más ni menos a la necesidad de tener material de sobra del que tirar en el post-procesado para afinar la foto final, por ejemplo para sacar detalles allí donde el filtro degradado neutro se hace patente.
Capturar el momento decisivo muchas veces no es cuestión de esperar a que ocurra de forma pasiva, sino de forma activa haciendo fotos y más fotos. Al final, en casa, con la tranquilidad y la ausencia del estrés que supone la fotografía de acción (lease fotografía de paisaje, :-) ) es cuando estamos en las mejores condiciones de elegir la mejor foto de las 40 0 50 que hemos hecho en esa playa que tan buenas vibraciones nos traía.
Está claro que cada uno tiene su forma de trabajar, pero hacer "4.000 fotos en 10 días" no tiene porqué ser sinónimo de novato o de no tener claro qué fotografiar.
En ella Fernando nos habla de que en un fotógrafo con un mínimo de experiencia y visión fotográfica no es justificable hacer cientos o miles de tomas por ejemplo en 10 días. Textualmente afirma "que sólo justifico esa ingente cantidad de instantáneas en dos casos: o estamos trabajando o somos aún novatos. Alguien que lleve más de dos lustros fotografiando, por decir una cifra redonda, debería empezar a tener claro qué es lo que quiere captar y cómo desea hacerlo. Una persona que no vive de ello pero lleva años haciendo fotos, y hace 4000 en diez días, o no sabe lo que quiere fotografiar (y asumo que muchos volverán a ponerme a parir por decir esto) o no quiere enterarse"
Es cierto que con el paso del tiempo y a medida que uno adquiere visión fotográfica es más consciente de lo que quiere, de lo que va a funcionar y de lo que no antes de sacar incluso la cámara de la mochila. Sin embargo, por raro que pueda parecer a primera vista, ese conocimiento no implica necesariamente ser comedido con el número de fotos a realizar.
Hoy, por casualidad me he topado con una entrada en el blog de David duChemin, gran fotógrafo, escritor y divulgador norteamericano, en la que precisamente realiza un enfoque opuesto a lo comentado por Fernando Puche. Sus palabras me han traido a la mente lo que ya en su día comentó Art Wolfe sobre su forma de trabajar un motivo. Precisamente, si por algo destaca Art Wolfe, además de por su excelente calidad fotográfica, es por el gran número de fotos que realiza. Puede achacársele que si trabaja de esta forma, que ahora comentaré, es porque entra en el grupo de los que están trabajando, como comenta Fernando, pero su forma de enfrentarse a una escena es aplicable tanto a los que viven de la fotografía como a los que no.
Tanto David Duchemin como Art Wolfe, una vez localizado un motivo con potencial empiezan a hacer fotos sin tener una idea clara de lo que finalmente obtendrán. Lo hacen a modo de calentamiento, con el único fin de ir obteniendo un conocimiento más profundo del sujeto que están fotografiando. Algunas veces esto les permite darse cuenta de que "la foto" está en un detalle dentro del primer encuadre probado, pero en otras suelen ser las condiciones cambiantes de luz las que determinan la foto óptima. Su forma de trabajar no es muy distinta a la de un escritor que va tomando notas sueltas en una libreta para su futuro libro.
Hablando por pura experiencia, no es muy raro en mí acabar con varias decenas de tomas de un mismo motivo e incluso sin variar el encuadre. Casi todas son distintas. En las primeras el sol aún no ha salido, fotos más tarde el cielo ha adquido ciertas tonalidades que no tenían las primeras, y en las últimas los primeros rayos de sol inciden como jamás habría soñado sobre las rocas creando unos reflejos dificilmente predecibles. Otras veces, las tomas extras obedecen ni más ni menos a la necesidad de tener material de sobra del que tirar en el post-procesado para afinar la foto final, por ejemplo para sacar detalles allí donde el filtro degradado neutro se hace patente.
Capturar el momento decisivo muchas veces no es cuestión de esperar a que ocurra de forma pasiva, sino de forma activa haciendo fotos y más fotos. Al final, en casa, con la tranquilidad y la ausencia del estrés que supone la fotografía de acción (lease fotografía de paisaje, :-) ) es cuando estamos en las mejores condiciones de elegir la mejor foto de las 40 0 50 que hemos hecho en esa playa que tan buenas vibraciones nos traía.
Está claro que cada uno tiene su forma de trabajar, pero hacer "4.000 fotos en 10 días" no tiene porqué ser sinónimo de novato o de no tener claro qué fotografiar.