miércoles, 11 de junio de 2008

Escapadas: El Parque Natural de Peñalara.

Este tiempo borrascoso que para algunos puede resultar cansino, es la mar de propicio para la búsqueda de encuadres con cielos ricos en matices y formas.

El domingo por la mañana volví a pegarme otro madrugón. El sitio elegido, mi rincón favorito de la sierra de Madrid, las praderas del Parque Natural de Peñalara. Lugar idóneo para el amanecer por su orientación abierta hacia el este.

El parte meteorológico, que consulté la noche anterior, era propicio para lo que yo quería, pero esta vez no iba con ninguna idea preconcebida. A menudo esto me produce cierto desasosiego. La luces del amanecer tan pronto como aparecen se esfuman y si no tienes ojeado, con cierta antelación, una posible ubicación tienes muchas probabilidades de volverte a casa con las manos vacías. Pero por otra parte, el no saber que te puedes encontrar, agudiza tus sentidos y te hace más sensible a los detalles que te rodean.

Como podréis suponer, los minutos del amanecer en el que el cielo empezó a teñirse de rojo fueron de infarto. No encontraba nada que me satisficiera. Busqué reflejos en los arroyos cercanos, primeros planos con rocas que aportasen cierto interés, pero nada. Y el cielo sobre el horizonte, mientras tanto, iba adquiriendo por momentos unos rojos más intensos. Como la zona del cielo con más colorido se concentraba sobre el horizonte y no sobre mi cabeza, el uso del gran angular no era lo más adecuado, así que decidí sacar el tele y ver si podía concentrarme en esa zona. Si quería sacar detalles en el primer plano debía hacer uso de un degradado neutro para compensar la diferencia de tres pasos entre cielo y tierra. Probé uno de transición fuerte, pero al ponerlo delante del objetivo con la focal fijada en 105 milímetros, la zona de transición del filtro desaparecía. No me quedaba más remedio que realizar cuatro tomas con un paso de diferencia y luego combinarlas con PS en casa para recrear el efecto del filtro degradado.


A escasos metros de donde me encontraba vi una gran roca casi cubierta por un entresijo de ramas y raíces. El cielo iba cambiando vertiginosamente de forma y color y sabía que no iba a tener mucho tiempo de hacer muchas más fotos. Esa roca abrazada por las ramas constituía un primer plano original, distinto del típico reflejo o típica roca desnuda. Decidí, pues, que, o intentaba aprovechar este elemento como primer plano para una toma con el gran angular o me volvía con él a casa intacto. Hice varias tomas probando diferentes combinaciones de filtros degradados, al final un degradado inverso, sujeto con la mano y movido durante los 4 segundos que duró la exposición para suavizar la zona de transición, fue lo más adecuado, ya que la zona de más intensidad se localizaba en una delgada franja sobre el horizonte. Después, ya en casa, pude sacarle partido al resto de tomas para extraer detalles de las lomas oscurecidas por el degradado neutro.

Minutos después las luces ya habían perdido toda su fuerza y era momento de experimentar, sin prisas, sin agobios. Quería probar una técnica conocida como Scheimpflug digital, que he visto utilizar a algunos fotógrafos con el fin de maximizar al máximo la profundidad de campo. La idea es tomar varias fotos, de un mismo encuadre, con la misma exposición pero enfocando en el primer plano, en el plano medio y en el fondo. Luego en PS se cogen estas tomas y se combinan con el uso de máscaras de forma idéntica a como se hace para simular un degradado neutro digital. El quid del asunto es que hay que realizar el enfoque de los distintos planos de forma manual. Para ello me vino muy bien el Liveview de mi cámara (una Canon EOS 40D) ya que pude enfocar, viendo la imagen en el LCD, un punto concreto ampliado un 200%. Además, permite combinarse con el botón de previsualización de profundidad de campo sin que el LCD se oscurezca por utilizar diafragmas cerrados, que es precisamente lo que sucede si se mira por el visor. El LCD compensa esta falta de luminosidad y lo que único que se aprecia es el grado de enfoque final. La verdad es que el Liveview proporciona mucha más ayuda de lo que pensaba en un principio.

Mientras visualizaba los resultados de las tomas, sentado en una praderita junto a un arroyo me sorprendió gratamente, sin quererlo ni beberlo, un compañero de afición, Cesar Zarallo (si no lo conocéis, os animo a visitar su trabajo, no os dejará indiferentes). Después de una breve conversación cada uno volvió a la suyo. A mi regreso pude deleitarme con unos macros de las curiosas formaciones que se desarrollan en las rocas de esta zona del Guadarrama.

Me fascinan estos micromundos abstractos en los que se pierde toda sensación de escala y que habitualmente pasan desapercibidos pero son tan accesibles al ojo del fotógrafo.

Es el juego de colores, formas y texturas caóticas pero con un orden y equilibrio subyacentes lo que me atrae.

Después de casi media hora retratando un area de no más de 10 centímetros cuadrados había llegado a su fin la jornada fotografica.

martes, 10 de junio de 2008

El libro del mes

En esta nueva sección de mi blog, voy a comentar libros sobre fotografía que forman parte de mi biblioteca personal y que por un motivo u otro me han llamado la atención, bien por su calidad fotográfica, bien por su capacidad para transmitir ideas o conceptos relacionados con el mundo de la fotografía. Mi intención es presentaros un libro cada trimestre.

Para inaugurar la sección voy a presentaros una reciente adquisición: National Audubon Society Guide to Landscape Photography de Tim Fitzharris

Ya sólo con hojear sus páginas nos quedaremos embelesados con la calidad artística de este paisajista norteamericano. No es un libro de gran formato pero el acabado y reproducción de las fotografias es impresionante. El contenido del libro es un curso entero, y de lo más completo que he visto, sobre el arte de fotografiar el paisaje, desde los aspectos básicos de manejo del equipo fotográfico hasta consejos para sacar el mejor provecho de determinados tipos de paisaje: la costa, reflejos, ameneceres y atarderces, etc, pasando por aspectos de composición y aspectos de procesado digital.

Para quien se quiera iniciar en el mundo de la fotografía de paisaje considero este libro imprescidible. Para el fotógrafo avanzado, sus más 200 fotografias resultarán fuente segura de inspiración.

miércoles, 4 de junio de 2008

Invierno en el Valle de Gaube

Mi última salida fotográfica fue durante el pasado invierno en el Pirineo Francés. El relato de esa experiencia lo tenía guardado a medias en mi disco duro y hoy he decidido acabarlo y que viera la luz.

Hay veces que las cosas no salen como uno quiere o ha imaginado. El Vignemale, montaña mítica entre los amantes del Pirineo, me enamoró en cuanto la vi en unas pocas imágenes que sirvieron para engatusar a mi compañero de ruta, Saúl Santos. Al final del valle de Gaube se encuentra el refugio Oulettes de Gaube emplazado a los pies de la mítica pared de 900 metros que tantos escaladores han ansiado y logrado escalar. Pero nuestro objetivo era distinto, no perseguíamos pisar su cumbre sino retratar su mejor cara, sus bellas luces en el marco sin igual que ofrece el invierno en la montaña.

El pronóstico meteorológico no era el mejor y sembraba dudas sobre nuestras posibilidades, pero como sabíamos de lo impredecible del tiempo siempre albergábamos esperanzas y la imagen de las luces rojas del amanecer no dejaba de estar presente en nuestras mentes.



El día de la aproximación al refugio no pudo empezar mejor, a pesar de un pronóstico desfavorable, y nos llenó el cuerpo de alegría y optimismo. Encontramos el valle del Gaube con menos nieve de la que habíamos pensado, pero casi lo agradecimos pues sabíamos que nos podría dar más opciones de jugar con los reflejos en los pequeños arroyos del valle. Entre foto y foto llegamos pasadas las seis de la tarde al refugio disfrutando del entorno y de la estampa del Vignemale alzándose al fondo del valle. ¡Aquí es el sitio!, nos dijimos mi compañero de fatigas y yo cuando llegamos a una zona de meandros que proporcionaban un encuadre inmejorable de la mítica montaña. Nos imaginábamos las luces del amanecer reflejadas en las curvas de agua salpicadas por la nieve en las orillas. En ese momento no sabíamos que dicha imagen tardaría en llegar más de lo que nos imaginábamos. Una hora y media más tarde llegamos al refugio donde nos sorprendió, gratamente, la poca gente había.



Tras una cena sin igual, dado el enclave del sitio —que por unas razones u otras, siempre coincide con la hora del atardecer—, no dudamos en salir al frío de la noche en busca de una de las fotos imaginadas. La luz de la luna reflejada en la nieve en combinación con un cielo limpio lleno de estrellas y la calida luz del refugio filtrándose por las ventanas nos iba a proporcionar una imagen de gran de belleza. Cerca de una hora estuvimos Saúl y yo haciendo fotos, codo con codo, insensibles al frío de la noche sin imaginarnos cuan distintos serían los días sucesivos.

A las 5:55 del día siguiente sonó la alarma del móvil, con la foto del amanecer en mente, el sueño pronto dejó paso a las ganas de presenciar las luces de la mañana. Pero topamos de bruces con la realidad, como una pesada losa, cuando al abrir la puerta del refugio, en vez de contemplar la mole impresionante del Vignemale, sólo pudimos ver una inmensidad blanca, opaca, sin detalle alguno, sólo perturbada por la caída de los copos de nieve. No había nada que hacer más que volver a la habitación pensando que quizás el día siguiente nos diese algo de tregua.

El día trascurrió sin cambios y pocas novedades. Una breve salida tras el desayuno para disfrutar del ambiente invernal de la montaña y quien sabe si poder traernos alguna bella estampa; el almuerzo y como única compañía el guarda del refugio con el que mantuvimos una agradable conversación y, poco a poco, a media que transcurrían las horas el blanco de la ventana dio paso al gris y el gris a la oscura noche. No dejaba de nevar.

A la mañana siguiente, día del regreso, volvimos a intentarlo a la misma hora que el día anterior. Si bien el pronostico no era nada favorable siempre teníamos la esperanza de que el tiempo nos hiciera un guiño, lo justo para hacer La Foto y marcharnos contentos a casa. Al abrir la puerta del refugio vimos que ya no nevaba igual que el día anterior, nevaba más!. Veinte centímetros de nieve y viento nos acompañaron durante las primeras horas del camino de vuelta. Nuestras opciones de presenciar el Vignemale al amanecer se habían esfumado, tendríamos que dejarlo para otra ocasión. Ya sólo nos quedaba disfrutar de lo que nos rodeaba, la magia blanca de la montaña, que enamora, sin duda. Durante las primeras horas de regreso la nieve en contra dificultó la toma de cualquier fotografía. De pronto, estando ya en cotas más bajas, el viento y la nieve cesaron y la imagen de los abetos nevados hinchieron nuestros corazones sin dejar de maravillarnos ante lo que teníamos oportunidad de presenciar.

Poco antes de llegar al lago de Gaube Saúl y yo decidimos abandonar el camino. La vista del valle con su traje nevado no nos hubiera perdonado pasar de largo. Saúl abriendo huella y yo detrás. Hundido en la nieve hasta las rodillas puede ver ocultos tras la arboleda unos saltos de agua que hubieran sido la delicia de cualquier fotógrafo. La estrechez del lugar no me permitía mucho juego, pero tras más de 15 minutos de esfuerzo y concentración tratando de exprimir la magnificencia y belleza del lugar, pude conseguir la que, con seguridad, fue foto estrella del viaje.

Los paisajes que nos encontramos durante el resto de la jornada hasta llegar al coche nos mantuvieron entretenidos y nos hicieron disfrutar como no nos imaginábamos. Es cierto que uno de los objetivos de la salida era capturar las primeras luces del amanecer sobre el Vignemale, pero otro era disfrutar del espectáculo blanco de la montaña y este objetivo se había cumplido con creces.

No dejaba de resultar curioso que los días más fructíferos, fotográficamente hablando, fueran el día de la ida y el de la vuelta, cada uno distintos pero proporcionándonos imágenes únicas. La llegada al coche no supuso el fin de nuestro viaje fotográfico, a cada curva que dábamos abandonando Pont d’Espagne nos veíamos obligados a parar y retratar las mil y una sutilezas con que la nieve transformaba el paisaje.


A la llegada al Portalet, casi en la frontera española, la nieve volvía a adueñarse del paisaje y nuestras cámaras volvieron a retumbar por última vez en el frío ambiente de las últimas luces de la tarde.


Al final, no nos trajimos la imagen que nos había impulsado a hacer el viaje, pero la experiencia superó, una vez más nuestras expectativas, a pensar de que el tiempo no acompañó.

Siempre hay algo que atrapar con la cámara, siempre hay visiones y sensaciones que te impulsan a inmortalizar el momento vivido. Lo importante es estar en el lugar y tener la mente abierta ante lo inesperado.

En mi web encontraréis más fotos del viaje junto con los datos de cada foto. También podréis leer relatos de otras experiencias.

martes, 3 de junio de 2008

Bienvenidos a mi Blog!!

Hace mucho tiempo que venía madurando la idea de tener una espacio online donde compartir reflexiones, vivencias, noticias y trabajos personales entorno a la fotografía de naturaleza y fotografía de paisaje de forma más o menos asidua.

Un primer paso para dar a conocer mi trabajo de forma personalizada fue mi web, que el pasado mes de enero cumplió su primer añito, pero pronto descubrí que no era el lugar adecuado para compartir mis pensamientos sobre el arte de fotografiar la naturaleza. Así que este blog nace como el complemento perfecto a mi web donde espero haceros partícipes de mi forma de entender el arte de fotografiar la Naturaleza.

¡¡Sed bienvenidos!!